La aparente apatía de México por la participación activa en la política mundial comenzó a cambiar en la década de 1970. Durante este tiempo ocurrieron importantes cambios internacionales y domésticos que alteraron la aplicación de la doctrina Estrada y subrayaron las contradicciones entre el papel de México en el sistema global y los principios de la orientación tradicional de la política exterior.
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Al inicio del gobierno de Echeverría (1970-76), el presidente declaró que una política exterior activa no era una meta en su gobierno. Sin embargo, solo años después, el gobierno mexicano intervino en la situación interna de otros estados, alejándose del principio de no intervención. Por ejemplo, México condenó las violaciones a los derechos humanos de las dictaduras chilena y española. Echeverría se vio motivado a sostener estas posturas vocales para apaciguar a la izquierda radical en México después de la masacre de 1968 y por la desaceleración de la industria nacional mexicana.
Sin embargo, las intervenciones retóricas de México provocaron severas críticas de los medios internacionales. Los regímenes chileno y español reaccionaron señalando la incongruencia del gobierno mexicano cuando el mismo Echeverría participó en la masacre estudiantil de 1968 cuando era ministro del Interior. Estas intervenciones constituyeron un ejemplo de las limitaciones de la doctrina Estrada en el compromiso de México con el mundo exterior. Los defensores de la orientación tradicional también percibieron esta participación activa como una fuente de prestigio y “autoridad moral” para la política exterior de México a pesar de esta reconocible contradicción con el principio de no intervención.
Echeverría también impulsó a México a asumir un papel protagónico en el Movimiento de Países No-Alineados para promover una revisión del sistema de Bretton Woods a través de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados. Si bien las naciones industrializadas nunca implementaron los contenidos de la carta, esta propuesta fue aceptada en la Asamblea General de las Naciones Unidas y demostró el rol de liderazgo que México tuvo dentro del Movimiento de Países No-Alineados.
Al igual que Echeverría antes que él, López Portillo (1976-1982) no expresó abiertamente su intención de mostrar una política exterior activa durante su administración. Sin embargo, las guerras civiles centroamericanas desafiaron la percepción de que México no tenía intereses fuera de sus fronteras. Este período representa la primera vez que se ha considerado que México exhibe regularmente una política exterior de potencia media. Por ejemplo, González (1983) y Bagley (1982) definieron que la diplomacia de México tiene influencia regional y una fuerte presencia en los asuntos multilaterales, características arquetípicas de una potencia media en política internacional.
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