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Pocos sectores de la economía han logrado generar tal volumen de proyectos de inversión como lo ha hecho la industria automotriz en México.

Los datos más recientes que dio a conocer el INEGI señalan que aun cuando las exportaciones manufactureras no automotrices, apenas crecieron a una tasa de 1.5 por ciento anual, las del sector del automóvil lograron un alza de más de 20 por ciento.

No sólo son los resultados inmediatos los que permiten observar la gran potencia con la que cuenta esta industria, sino el hecho de que México se esté convirtiendo en un foco de inversiones orientadas a la producción de autos eléctricos.

 

Aunque el proyecto de inversión más voluminoso es el de Tesla, ya se han sumado otros casos también muy relevantes. como los de Toyota, BMW y próximamente Audi, además de que se anuncia que General Motors producirá diversos vehículos eléctricos en nuestro país.

Una de las razones de esto que ya parece un boom es que el gobierno de Biden aplicó una serie de estímulos fiscales que pueden llegar hasta 12 mil 500 dólares por auto eléctrico, tanto los ensamblados en la Unión Americana, como en México y Canadá.

Esa, en realidad, fue la razón por la que Tesla sí optó por instalar su planta armadora, pero no la de baterías, ya que la producción de éstas no tiene ese incentivo si se instala fuera de EU.

Si se observa el desempeño de las ventas automotrices en EU, mantienen tasas de crecimiento elevadas, aunque las ventas minoristas hayan bajado su ritmo de manera muy notoria.

Y aunque en México las ventas de autos también van hacia arriba, no han logrado recuperar los niveles que alcanzaron en los años 2016 y 2017.

Todavía se encuentran entre 15 y 20 por ciento por abajo de esos niveles récord.

 

Una de las razones es que, a lo largo de los últimos años, se han decretado regularizaciones a los autos que ingresaron ilegalmente a México, los llamados ‘chocolates’.

La más reciente había dado un plazo que vencía el 30 de junio para legalizar los vehículos, sin embargo, se otorgó una extensión hasta el día 30 de septiembre, lo que hace todavía factible que puedan ser normalizados varios miles de vehículos adicionales.

Al usarse como una herramienta política desde hace ya varios años, se ha inhibido parcialmente la venta de vehículos nuevos en México.

Por esa razón es que mientras las exportaciones de autos están alcanzando ya niveles muy parecidos a los que se presentaron hace 6 o 7 años, las ventas domésticas de vehículos todavía están lejos de ese nivel.

Se está configurando, de esta manera, una industria en la cual hay un muy potente motor exportador, pero todavía un limitado mercado doméstico.

La industria automotriz, no solamente es relevante por el ensamblaje de unidades, sino por todo el ecosistema de producción de partes y servicios alrededor de ella.

De hecho, Industria Nacional de Autopartes (INA) acaba de estimar nuevas cifras para sus exportaciones de este año, las cuales se estiman en cerca de 116 mil millones de dólares, lo que, junto con la exportación de autos ensamblados en México, han configurado a nuestro país como el principal proveedor de la industria automotriz norteamericana, dejando atrás a Canadá y a China.

El llamado nearshoring que traerá más inversiones, con la llegada de más de 400 empresas en los próximos dos años, de acuerdo con una encuesta de los desarrolladores de parques industriales, tendrá en el ecosistema automotriz a uno de sus protagonistas principales.

El problema que vamos a tener en México es que la desigualdad regional puede acrecentarse, pues lo más probable es que la localización de las nuevas inversiones sea en el norte de la República, el Bajío y algunos lugares del centro, así como del occidente.

Es factible que nuevamente queden relegados el sur y el sureste del país.

Pese al Corredor Interoceánico, no se ve viable que en el corto plazo, la zona del Istmo vaya a atraer inversiones importantes.

Ojalá esté equivocado.

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