La columna

POR CARLOS JARAMILLO VELA
 Legado de López Obrador: lo que un presidente jamás debe hacer.
 AMLO y su aversión a los medios de comunicación.
Una de las enseñanzas que dejará como legado la administración del presidente
Andrés Manuel López Obrador es precisamente lo relativo a cómo no debe actuar
un mandatario, es decir, aquello que es incorrecto desde los puntos de vista ético,
político y jurídico. Han sido diversos y constantes los desatinos y excesos que
López Obrador ha cometido de manera deliberada (y perversa, desde luego), por
lo que su gobierno deja una reprobable huella respecto a conductas en las que
jamás debe incurrir el jefe del Estado, ya que el mal uso de tal investidura causa el
desdoro de la imagen y la dignidad del pueblo mexicano.
No hay necesidad de mencionar los detalles de la serie de tropelías de carácter
constitucional y político que con su cotidiana actuación cometió en forma
intencional el presidente, pues todos las recordamos de manera clara. Entre estas
arbitrariedades figuran su sistemático discurso de odio, dirigido a sembrar la
discordia y división entre los mexicanos; las violaciones al proceso legislativo, en
aras de imponer sus iniciativas de reformas energética y electoral; los ataques al
Poder Judicial (SCJN), al Instituto Nacional Electoral (INE) -en la época de
Lorenzo Cordova- y al Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la
Información (INAI), cometidos en franco desacato al principio de división de
poderes y a la independencia de organismos autónomos. A estos excesos se
suman el incumplimiento de contratos con empresas nacionales y extranjeras del
ramo de energía, derivados de tratados internacionales; la militarización de
asuntos de competencia civil, como la construcción de las obras del Aeropuerto
“Felipe Ángeles”, el Tren Maya y la Refinería “Dos Bocas”, y la administración de
aduanas fronterizas y puertos marítimos; y la violación constante a las normas
electorales, cometida diariamente al respaldar en modo ilegal a su partido y
candidatos, en las conferencias de prensa mañaneras.
Sin duda, López Obrador deja una estela de irregularidades pérfidamente
cometidas en beneficio de sus intereses ideológicos y políticos. Difícilmente
podríamos concebir que quien lo suceda en la titularidad del Poder Ejecutivo actúe
con la desfachatez con la que él lo hizo, ya que nos queda claro a todos los
mexicanos que muchas de sus conductas y comportamientos fueron a contrapelo
de la ley, del sentido común, del honor y la razón, e incluso contrarias al respeto
que debe guardarle a la investidura que él ostenta y a nosotros sus gobernados,
que somos más de 129 millones de personas. Los políticos siempre dejan a su
paso el recuerdo de lo que hacen; precisamente en estas remembranzas no solo
se incluye lo bueno sino también lo malo, y aunque López Obrador no lo quiera,
nos ha dejado un catálogo de malos comportamientos que jamás deben repetirse
en quien represente al Estado Mexicano.

Uno de los puntos débiles del presidente Andrés Manuel López Obrador y su
gobierno ha sido su accidentada relación con los medios de comunicación, pues
nunca ha aceptado el escrutinio, la crítica y la rendición de cuentas. Esto explica
incluso la animadversión desatada por el mandatario en contra del Instituto
Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (INAI), al cual ha tratado de
extinguir y anular bloqueándole las posibilidades de operación. Frente a los
medios de comunicación López Obrador siempre ha mostrado intolerancia a los
cuestionamientos, y no conforme con ello su gestión se ha caracterizado por una
sistemática denostación en contra de connotados periodistas, intelectuales,
políticos, empresarios, activistas sociales y líderes de opinión que discrepan de la
ideología y acciones de gobierno del mandatario y su cercano círculo de
colaboradores.
Aunado a esto, es pertinente referir el discurso agresivo y polarizante que López
Obrador ha venido desplegando desde el inicio de su gobierno, tratando de
enfrentar a la sociedad mexicana mediante la descalificación y la ofensa.
Evidentemente uno de los saldos negativos del presidente saliente es su mala
relación con los periodistas y con amplios sectores de la población mexicana.

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