Será inevitable que la actividad económica en México frene gradualmente.
Los datos que el INEGI dio a conocer ayer así lo muestran.
En el primer trimestre del año, el PIB creció a una tasa anual de 3.7 por ciento, que resultó por arriba de lo previsto.
El Indicador Oportuno de la Actividad Económica que ayer se dio a conocer registra un alza de 2.4 por ciento para abril y de 2.5 para mayo.
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Esto quiere decir, que salvo que las cifras de junio fueran verdaderamente sorprendentes, terminaremos el segundo trimestre con un nivel sustancialmente menor al del arranque del año.
Además, hay algo que debe subrayarse: hay una fuerte diferencia entre el sector industrial y el sector del comercio y servicios.
El primero reportó un crecimiento de 1.4 por ciento en mayo, y ya venía de un 1.6 por ciento en abril.
En el caso del sector comercial y de servicios, el crecimiento fue de 2.6 por ciento en abril y de 2.9 por ciento en mayo.
La industria se ve más influida por la trayectoria que tengan las exportaciones, mientras que el sector terciario depende en mayor grado de la evolución del mercado interno.
Conocemos hasta ahora el comportamiento de las exportaciones del país en abril, y el resultado fue una caída de 2.9 por ciento, incluyendo un retroceso de 0.4 por ciento a tasa anual en el caso de las exportaciones de manufacturas, que es uno de los sectores más dinámicos de la economía.
Una de las explicaciones de este hecho es que la producción industrial en Estados Unidos prácticamente está estancada, pues apenas creció a una tasa de 0.2 por ciento en abril y mayo.
La actividad industrial mexicana está correlacionada de manera estrecha con la de Estados Unidos.
Es previsible que en los próximos meses veamos números que confirmen que hay un freno o incluso un retroceso en la actividad industrial norteamericana.
Poco a poco empieza a percibirse el efecto que tienen las mayores tasas de interés. Incluso aunque en la próxima reunión de julio la Reserva Federal de nueva cuenta mantenga estables los réditos, la permanencia de tasas altas va a impactar en el ritmo económico.
En el caso de la economía mexicana, lo que veremos será un contraste aún mayor entre la dinámica de los sectores exportadores y los que dependen de la demanda doméstica.
El crecimiento del empleo formal, el aumento del salario real, las mayores remesas, el crédito al consumo que sigue a tasas elevadas, un dólar barato que influye positivamente en el precio de los bienes importados, todo ello va a configurar una situación favorable para el mercado interior.
Aunque el consumo se desaceleró respecto a los niveles que tenía el año pasado, su tasa de 3.5 por ciento, estimada para el mes de mayo, sigue siendo relativamente elevada.
Y pareciera que hay condiciones para que sigamos viendo tasas altas por varios meses mientras no haya cambios dramáticos en las variables que enlistábamos.
El resultado económico global será una conjunción del freno de los sectores exportadores, al tiempo que se mantiene el dinamismo de los sectores vinculados a la economía doméstica.
De cualquier manera, será muy difícil alcanzar cifras del PIB para este año que puedan estar por arriba del 3 por ciento.
Sin embargo, una tasa de esa magnitud no se ve nada mal, sobre todo cuando se contrasta lo que ocurre en otros lugares del mundo.
Cuando se ve el sexenio en conjunto, evidentemente, las cifras de crecimiento son malas.
Pero el análisis de las tendencias de corto plazo evidencia que el registro de este año no es nada malo.