VIVIR CON TRAUMAS
Por Boris González Ceja
Recientemente en mi tesis de doctorado sobre trauma y educación, me ha tocado
leer y releer casos donde las personas experimentan procesos traumáticos que se
generan por actos como accidentes de automotores, violencia familiar, violencia
de genero, tortura, desaparición forzada, etc., y donde la constante es la fuerza
inconsciente de lo que sucede.
También existen los casos de personas que no han vivido la desgracia de eventos
externos o traumas generados por otras personas, sino que su propia mente y
procesos subjetivos individuales (eso creen) les ha generado un daño en su vida,
un trauma que les atormenta a diario.
En todos los casos que he podido revisar encuentro que muchas personas viven
sin entender el grado de afectación que tienen, lo reproducen de manera
inconsciente y en algunos casos reviven con intensidad sus eventos traumáticos.
En psicología entendemos el trauma como justamente lo define el diccionario de la
lengua española: el choque emocional que produce un daño duradero en el
inconsciente, o en su ascepción de emoción o impresión negativa, fuerte y
duradera. En cualquiera de sus definiciones, el trauma tiene las siguientes
características:
1. Es un golpe o desajuste en la vida de las personas, afecta su personalidad
y el correcto cumplimiento de su proyecto de vida.
2. Produce una afectación de los derechos de la persona.
3. Tiene un correlato inconsciente en tanto no dicho.
4. Se aprecia en la baja de la calidad de las relaciones sociales, laborales,
escolares e intimas.
5. Hablamos de una huella duradera, cognitiva o afectiva negativa.
6. Marca la personalidad de manera incomprensible para las personas.
En México, 25 por ciento de las personas entre 18 y 65 años de edad presenta
algún problema de salud mental, es decir cerca de 35 millones de personas,
mientras que tan sólo en el año 2019 fallecieron en México 33 525 personas por
un accidente. Además, según datos de la Ensanut, 5.6 millones de personas
sufrieron lesiones no fatales por distintos tipos de accidentes en 2018; de ellas, 1.2
millones sufrieron consecuencias permanentes en su estado de salud, lo que fue
más frecuente en mujeres (28%) que en hombres (18%), según el Instituto
Nacional de Salud Pública. Lo anterior habla del grave problema de salud pública
que significan los traumas, de la impertinencia con que se manejan las personas
que causan accidentes de manera intencional, consciente o insconciente, del
drama de las personas que sobreviven accidentes sin ser su culpa, y de la falta
nuevamente de autoridad a nivel municipal para aplicar políticas reales de
prevención de accidentes en motocicletas, por mencionar uno.
Vivir con traumas para algunas personas es como llevar una bacteria que no ven y
los hace que muten en una persona que no quiere ser, por ejemplo, si era una
persona alegre y feliz, después de un trauma amoroso se convirtió en una persona
amargada, algo que no entiende y que bien se sabe.
Otros también llegan a vivir el trauma como algo por huir, que reconocen y que
saben que ya no deben volver, como los traumas generados por padres
golpeadores o que maltrataban a sus mamás.
En fin, vivir el trauma tiene distintas facetas, algunas ya las he tratado en otras
entregas considerando diversas categorías como el trastorno de estrés
postraumático, pero en esta ocasión lo dejo en la reflexión necesaria, a nivel
individual de cada uno y una de nosotras, de atender lo que nos duele para no
contagiar a nuestros hijos, y a las personas en la calle con nuestras miserias.
En lo personal no creo que existan personas traumadas: hay abusivos que aún
siguen burlándose de la falta de justicia en nuestras comunidades, donde los
caciques siguen dominando la política, pero el valiente vive hasta que el cobarde
quiere.
Causas y azares…
Ante la ausencia de políticas publicas reales sobre Desaparición Forzada,
alertamos a la población para que se cuide, porque vienen años de
simulación y tragedias en la materia, gracias a nuestras y nuestros
gobernantes.
La entrega de recursos públicos de Salud a empresas privadas,
subrogando servicios como limpieza, rentas de espacios y farmacias a
particulares, sigue siendo una tranza bien puesta en el corazón de la
atención de la salud.
En el Poder Judicial no han entendido sus magistrados y autoridades de
alto nivel que el cambio que exigimos es por su historia de corrupción y un
reclamo popular por justicia; no les pedimos sus dadivas.
Recientemente presencié de cerca la inoperancia de la Comisión Nacional
de los Derechos Humanos: ante la atención de chissste que ofrece el
Issste, se acudió a esa instancia para interponer una queja. Quedó de
manifiesto que la CNDH es solamente una oficina de colocación, por decir
lo menos: prácticamente culparon a la persona quejosa por no ser atendida,
imagínen la ineptitud que gobierna.
Hasta la próxima, que en mi próxima vida intentaré cometer más errores.
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