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Galina Nikolaevna llora entre los restos de su casa en el pueblo de Kamyshevakha, en la región de Donbás, en el este de Ucrania. Hace dos días, un par de proyectiles rusos cayeron sobre la casa y el garaje, dejándola inhabitable.

Pero Nikolaevna y su marido se niegan a marcharse.

Como mucha gente aquí, no tienen a dónde ir ni medios para mantenerse, dijo Nikolaevna. Le han dicho que cuesta US$ 300 tan solo llegar a Bakhmut, la ciudad más cercana bajo pleno control ucraniano.

«No tenemos ni siquiera [un] litro de gasolina. Y nuestra propiedad…», dijo Nikolaevna, rompiendo en llanto antes de continuar: «Trabajamos toda nuestra vida para esto».

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Este pueblo, en las afueras de Popasna, en Luhansk, ha sido golpeado fuertemente por la artillería en los últimos días. La gente de aquí está ahora completamente aislada de los servicios básicos. Delante del edificio dañado hay grandes cubetas y abrevaderos para recoger el agua de lluvia. Un generador, el único medio de energía que tienen los residentes, zumba ruidosamente en la puerta.

Al final de la calle de la que fuera la casa de Nikolaevna, Aleksandr Prokopenko ayuda a evacuar a los residentes del pueblo destruido.

Prokopenko es de Popasna y solía trabajar como gerente en una empresa de gas. Ahora pasa sus días en su viejo auto Zhiguli, haciendo el peligroso viaje a través de Donbás para rescatar a la gente de su asediada ciudad natal.

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Por AL PE

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