JIRONES DE NUESTRA HISTORIA

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JIRONES DE NUESTRA HISTORIA

 

 

 

Por: José Luis Jaramillo Vela

 

Punto de vista histórico, nada más

Hace algunos días, una persona que conozco me preguntó que si había oído hablar de “el señor de los venenos” (así me lo mencionó), le dije que nunca lo había escuchado; me sugirió buscar, investigar y decidir si quería escribir algo sobre él, “pero házlo ya, porque se festeja en octubre”, me urgió este amigo; mi respuesta fue decirle de lo complejo que resulta escribir sobre temas religiosos, por las susceptibilidades y devociones de muchas personas y todavía recuerdo que le dije que a los temas políticos si les entro, porque se trata de tirar y recibir golpes, algo a lo que nunca he sido ajeno.

Comencé a buscar sobre el tema sugerido y me dí cuenta de que los hechos que se van a narrar a continuación, sí sucedieron, al menos en tres ocasiones y con muchos testigos; aunque algunos autores e historiadores lo consideran uno más de los mitos y leyendas de la Colonia, llamó mi atención que la Iglesia Católica de México, que es la primera en desechar estas historias cuando no tiene bases sólidas acerca de su veracidad, en este caso, lo reconoce completamente; así que decidí escribir sobre “El Señor del Veneno”, … y que Dios me agarre confesado si meto la pata.

 

La Catedral de Porta Coelli

Desde el año de 1602, se establecieron los monjes de la Orden de los Dominicos en la Nueva España, con el permiso de la Corona Española, para en su nombre, evangelizar a los nativos mexicanos, así como educar a los mestizos, criollos, españoles y europeos de otros países que llegaban en gran número a la Nueva España.

Los Dominicos se instalaron en pleno centro de la Ciudad de México (a unos doscientos metros del Palacio de Cortés, luego Palacio del Virrey y actual Palacio Nacional), ocuparon toda la cuadra de lo que hoy son Av. Pino Suárez, entre Carranza, Uruguay y el callejón de Tabaqueros, justo a un lado de la sede del hoy muy sufrido e injusta y salvajemente atacado Poder Judicial de la Federación y la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ahí los Dominicos se instalaron y abrieron el Colegio Dominicano de Porta Coeli (Puerta del Cielo), como ya se dijo, para la educación de mestizos, criollos, españoles y europeos; también los Dominicos levantaron una Misión para la evangelización de miles de indígenas y comenzaron también a levantar poco a poco la Catedral de Porta Coeli, misma que fue terminada hasta 1711.

Los propios indígenas, hicieron un Cristo crucificado con proporciones de tamaño natural a base de pasta de caña de maíz, una técnica muy novedosa en la época, desarrollada en Tzintzuntzán, la capital del Imperio Tarasco y difundida entre todas las tribus de Mesoamérica, de tal manera que el Cristo en tamaño natural, con todo y la cruz, pesaba tan solo seis kilos; ese Cristo fue un regalo de los indígenas a los monjes Dominicos, para que fuera puesto dentro de la capilla de la pequeña Misión, con la idea de que una vez terminada la Catedral de Porta Coeli, luciera imponente dentro de ella; el ícono estaba pintado a semejanza natural de una persona.

Ahí, en la Misión permaneció el Cristo hasta el año de 1711, en que fue terminada la Catedral de Porta Coeli y es trasladado a su nuevo hogar, en donde fue colocado justo detrás del altar, como suele estar el Cristo en todas las iglesias.

 

Un hombre piadoso, un envidioso asesino y un cura

Por aquellos años, vivían en la Ciudad de México dos hombres de grandes fortunas, Don Fermín Andueza, un hombre muy católico y piadoso y Don Ismael Treviño, un hombre todo lo contrario, envidioso, abusivo y de malas entrañas; resulta que Don Fermín había hecho su fortuna y su riqueza a base de trabajo duro y esfuerzo personal; mientras que Don Ismael amasó su fortuna en base a engaños, triquiñuelas, abusos y despojos; hombres ricos ya había muchos en esa época, pero Don Ismael Treviño sentía un especial rencor por Don Fermín Andueza, además eran vecinos (algo muy entendible si se toma en cuenta que los hombres ricos buscan agruparse en sus propios cotos).

Don Fermín era muy piadoso y participaba mucho en la beneficencia pública y la ayuda a los necesitados, además estaba apoyando a los Dominicos con dinero para terminar la Catedral de Porta Coeli; por su parte, Don Ismael que estaba cegado de ira hacia Don Fermín, tuvo que verse en la necesidad de hacer negocio con Don Fermín, al tratar de comprarle un terreno, pero Don Fermín se negó, provocando la furia de Don Ismael, quien lo amenazó de muerte. Don Fermín, sabiendo como se las gastaba Don Ismael, aprovechó para hacer del conocimiento del cura de Porta Coeli que estaba bajo amenaza de muerte.

Don Fermín Andueza murió envenenado al comer una tarta que Don Ismael, de manera perversa y retorcida le había hecho llegar simulando ser un obsequio del Virrey Fernando de Alencaster Noroña y Silva; sin embargo, había una persona que sabía el origen y la causa de la muerte de Don Fermín Andueza, gran benefactor y hombre altruista; está claro que Don Ismael Treviño estaba seguro de que jamás nadie sospecharía de él y en cambio, en caso de haber sospechas, recaerían sobre el Virrey.

Apenas fue sepultado Don Fermín Andueza en la catedral que él ayudó a construir, un monaguillo se presenta en casa de Don Ismael Treviño, para entregarle un mensaje: el cura de Porta Coeli desea verlo; Don Ismael acude a la recién terminada catedral, el cura le hace ver que debe confesarse y liberarse de esa carga mortal, y luego entregarse a las autoridades; Treviño se da cuenta de que el cura sabe que él es el asesino de Don Fermín Andueza; reta al cura al decirle que no puede hacer público el secreto de confesión, pero el cura le revira que no fue en confesión como Don Fermín le contó acerca de su amenaza de muerte y fue mas allá, al comentarle que estaba enterado de que él se robaba cada moneda de oro que Don Fermín dejaba diariamente en el depositorio a los pies del Cristo de la Catedral.

Don Ismael Treviño no estaba dispuesto a confesarse y mucho menos a entregarse a las autoridades, así es que mejor pensó en cómo deshacerse del cura antes de que éste lo fuera a delatar y decidió envenenarlo, al igual que hizo con Don Fermín Andueza, entonces comenzó a planear el asesinato del cura de modo que nadie sospechara de él; ya estaba decidido, todavía tenía preparación del veneno, pero tenía que pensar de qué manera envenenar al cura.

 

De Cristo de Porta Coeli a El Señor del Veneno

Todos los días, a las ocho de la mañana se celebraba la misa diaria en Porta Coeli, por lo general el templo estaba abarrotado, pues las personas iban a su misa diaria para luego dedicarse a sus labores y ocupaciones; algo que todos sabían, era que el cura al salir de la sacristía para dirigirse hacia el altar, al llegar ahí lo primero que hacía era besar los pies del Cristo de Porta Coeli, para luego iniciar la misa, ya con toda la feligresía en el templo; ahí se le ocurrió su plan al diabólico y torcido Don Ismael Treviño: untar de veneno los pies del cristo, para envenenar al cura.

Durante la época colonial, era muy raro ver una iglesia cerrada, por lo general nunca cerraban sus puertas, era impensable que alguien se metiera a un templo para delinquir, era muy común ver gente orando ya muy noche o de madrugada, incluso había gente desposeída que ahí pasaban la noche y las diferentes parroquias se los permitían; y eso fue lo que hizo Don Ismael Treviño, acudir a altas horas de la noche con el pretexto de dejar una limosna, y así untar con veneno los pies del Cristo, para que el cura al besarlos cada mañana, fuera muriendo lentamente.

Al día siguiente, Don Ismael Treviño, que jamás iba a misa ni se paraba por templo alguno, ahí estaba, tempranito en la Catedral de Porta Coeli, en primera fila para sorpresa de todos quienes le conocían, quería ver con sus propios ojos, como el cura se iba envenenando poco a poco; lejos estaban de imaginar Don Ismael y todos los ahí presentes reunidos para la matinal misa diaria lo que estaban por presenciar, al salir al cura rumbo al altar y hacer su diario ritual de besar los pies del Cristo, todos vieron como al tratar de imponer el beso, la figura del Cristo crucificado recogió las piernas, como tratando de evitar que el cura besara sus pies, ante el asombro total de Don Ismael y de todos los asistentes.

Al día siguiente, la voz ya se había corrido por toda la Ciudad de México, así que la iglesia de Porta Coeli estaba a reventar para la misa de las ocho de la mañana; claro está que, durante la madrugada, Don Ismael había untado de veneno los pies ahora recogidos del Cristo; como todos los días, el cura se dirigió a besar los pies del Cristo, cuando estaba por besarlos, apareció una enorme mancha negra en los pies del Cristo, evitando que el cura los besara, otra vez ante el asombro del cura y de la multitud. Esa noche, Don Ismael aplicó una cantidad mucho mayor del veneno, esperando que eso causara la muerte del sacerdote.

Para el tercer día, lo mismo, pero ahora al intentar el cura besar los pies del Cristo, narran las crónicas que todos vieron al Cristo como iba tomando un color negro en toda su figura; el cura cayó de rodillas ante la figura y acto seguido toda la multitud, seguros de que estaban presenciando un milagro. Don Ismael Treviño no aguantó más, ese mismo día por la tarde fue a ver al cura y le confesó todo, de como envenenó a Don Fermín Andueza, de como fue envenenando al Cristo para que él al besar los pies fuera envenenando y muriera lentamente, de cómo se había él conducido toda la vida abusando y engañando a la gente hasta conseguir su gran fortuna; el cura lo perdonó por la ley de Dios, pero insistió en que debía acudir ante la ley de los hombres, asegurándole que no sería él quien lo delatara.

En los siguientes días, Don Ismael Treviño abandonó la Ciudad de México, nadie supo cuando se fue ni a donde se fue. Nunca más nadie volvió a saber de él.

 

Se convirtió en El Señor del Veneno

El cura de la Iglesia de Porta Coeli reportó lo sucedido al Gran Arzobispo de México, Primado José Pérez de Lanciego Eguiluz y Mirafuentes, quien sometió el asunto a ser debatido en el seno de la jerarquía católica, llegando a la conclusión de que era un milagro y que el Cristo se había tornado negro al absorber el veneno y la mala energía de Don Ismael Treviño, para salvar al cura de la muerte. Basados en la Teología que explica que “el pecado es el veneno del alma y que Cristo lo absorbe para salvarnos del pecado”.

El Cristo de la Iglesia de Porta Coeli siempre fue venerado, pero al tornarse de color negro y esparcirse la noticia de que había sido un milagro, el pueblo lo bautizó como “El Señor del Veneno”, mote que tiene hasta el día de hoy; las etnias nahuas lo adoptaron como su Señor, pues ellos asociaban el color negro con su antiguo dios Tezcatlipoca, señor del cielo y de la tierra, todopoderoso protector del hombre.

Hasta antes de estos hechos el Cristo de la Iglesia de Porta Coeli sí era venerado, pero nunca nadie afirmó haber recibido un milagro; a partir del milagro del veneno, tornarse de color negro y con el nombre de El Señor del Veneno, se le han adjudicado una gran cantidad de milagros, sobre todo en el centro del país.

 

El Señor del Veneno en el siglo XX – XXI

Durante el gobierno del Presidente Benito Juárez, los Dominicos mantuvieron cerrada la Iglesia de Porta Coeli ante las constantes amenazas del gobierno por tratar de quedarse con los bienes de la Iglesia y de las órdenes religiosas; por lo que con el templo cerrado, los Dominicos se manejaron en un perfil muy bajo, para no llamar la atención del gobierno.

En 1926, debido a la Guerra Cristera, otra vez los dominicos están en problemas, se ven obligados a trasladar al Señor del Veneno hacia la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México ante el temor de que fuera destruido por el gobierno; ahí en la Catedral Primada de México, el Señor del Veneno fue colocado en una capillita demasiado chica que muy pronto resultó insuficiente ante la enorme afluencia de personas que acudían a venerarlo, entonces fue cambiado a una capilla más grande que ocupaba otra imagen que era menos venerada por la gente y ahí se estuvo un buen tiempo.

En 1935, se instaló en México la Iglesia Católica Melquita, que al igual que la Iglesia Católica Maronita se originó en el Líbano; los Melquitas ocuparon la antigua Iglesia de Porta Coeli.

En la actualidad, el Señor del Veneno está bajo la responsabilidad y cuidado del Padre José de Jesús Aguilar Valdés, quien es al mismo tiempo, el Director de Prensa, Radio, Televisión y Multimedia, así como Director de Arte Sacro de la Arquidiócesis Primada de México; el Padre Aguilar explica algunas cosas interesantes acerca del Señor del Veneno, que no toda la gente sabe, por ejemplo:

+ Para la Iglesia Católica el nombre oficial es El Cristo del Perdón, aunque acepta y reconoce que los creyentes y devotos le llamen El Señor del Veneno.

+ Son tantos los devotos que adoran al Señor del Veneno, que hubo de construirse dentro de la Catedral Metropolitana un altar especial para este ícono, el cual se le llama El Altar del Perdón.

+ Según el Padre Aguilar, es tan grande la cantidad de devotos del Señor del Veneno que acuden diariamente a rezarle, a pedirle alguna intercesión, o agradecerle milagros y favores recibidos, que solamente con las aportaciones de sus devotos en forma de diezmos, limosnas, óbolos y donaciones, que con eso basta y sobra para sostener económicamente a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México; también muchas personas le llevan ofrendas metálicas por agradecimiento y devoción, las que por falta de espacio para colocarlas, son fundidas para hacer campanas para los templos e iglesias que las necesiten.

+ Señala también el Padre Aguilar, que el Cristo del Perdón, como ellos le llaman, a 313 años del milagro, aún tiene los pies recogidos y no se ha deteriorado su coloración oscura, a la que no le han sabido hallar de donde vino su pigmentación, razón por la que está considerado como un milagro.

+ En el año 2018, El Señor del Veneno o El Cristo del Perdón, fue sometido a un proceso de restauración y protección contra plagas, esto debido a que constantemente el Señor del Veneno es sacado de su lugar, para participar en procesiones, fiestas y eventos religiosos, por lo que la figura sufre desgaste por los tocamientos de los devotos y su exposición a los elementos.

+ Por último, confiesa el Padre José de Jesús Aguilar Valdés que, si bien no se tienen cuantificados los milagros de El Señor del Veneno, la Iglesia Católica sí reconoce que “tiene una gran cantidad de milagros”; entendiendo como milagro “algún hecho más allá de las causas conocidas por el hombre, que solo pudo haber sido hecho por Dios”.

 

Fuentes Bibliográficas:

+ mexicodesconocido.com.mx

+ desdelafe.mx

+ latitudmegalopolis.com

+ feyturismo.wordpress.com

+ aciprensa.com

+ elsoldemexico.com.mx

+ mexicocity.cdmx.gob.mx

+ dpej.rae.es

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