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Astrónomos han captado una imagen del universo temprano que recuerda a un duelo entre caballeros medievales.

Se trata de dos galaxias masivas, con características similares a la Vía Láctea, que se aproximan a gran velocidad antes de su inevitable fusión, según un estudio publicado el miércoles en la revista Nature. Lo más asombroso del fenómeno es que ocurrió cuando el universo tenía apenas 2 mil 400 millones de años, es decir, unos 11 mil 400 millones de años atrás.

El descubrimiento fue posible gracias a las observaciones realizadas desde dos telescopios instalados en Chile, que permitieron captar la luz emitida por las galaxias en ese lejano pasado cósmico.

Uno de los elementos clave del hallazgo es la presencia de un cuásar en el centro de una de las galaxias, lo cual ha alterado profundamente el proceso de formación estelar en su compañera.

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Estas nubes, que normalmente funcionan como viveros estelares, se ven perturbadas por la radiación ultravioleta emitida por el cuásar, lo que disminuye drásticamente la tasa de formación de estrellas.

«Estas galaxias se acercan rápidamente, como caballeros que se enfrentan en una justa. Una de ellas, el cuásar anfitrión, emite un potente haz de radiación que atraviesa a la otra galaxia, como una lanza. Esta radiación ‘hiere’ a su ‘oponente’ al perturbar el gas».

El agujero negro supermasivo que impulsa el cuásar posee una masa estimada de 200 millones de veces la masa del Sol, según los cálculos de los investigadores. Esto lo convierte en una bestia cósmica colosal, en comparación con el agujero negro que habita el centro de nuestra galaxia —conocido como Sagitario A*—, que tiene apenas 4 millones de masas solares.

La materia que cae hacia el agujero negro forma un disco de acreción, el cual se calienta por la fricción y emite radiación en forma de haces bicónicos —es decir, en dos direcciones opuestas—. Uno de estos haces fue el responsable de la alteración del gas en la galaxia vecina, afectando la capacidad de la misma para seguir creando estrellas.

La escena, reconstruida a partir de la luz que aún nos llega tras miles de millones de años de viaje, ofrece una ventana única para entender cómo evolucionan las galaxias, cómo interactúan y cómo fenómenos como los cuásares pueden detener o modificar los ciclos de formación estelar.

Según los expertos, este tipo de interacciones son comunes en el universo temprano, donde las colisiones y fusiones entre galaxias eran frecuentes y jugaban un papel clave en la formación de estructuras cósmicas más complejas. En este caso, se trata de una colisión en cámara lenta, cuya radiación aún nos llega gracias a la inmensidad del tiempo y el espacio.

Estos descubrimientos permiten a los astrónomos refinar los modelos actuales sobre la evolución de las galaxias y el papel de los agujeros negros en este proceso.

Gracias a la potencia de los observatorios instalados en el desierto de Atacama, en Chile, como ALMA y el VLT, la ciencia sigue desentrañando los secretos del universo primitivo con cada nuevo hallazgo.

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Por AL PE

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