Desde 1985, cuando secuestraron en Guadalajara al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, no se había visto una reacción pública y generalizada en Estados Unidos –gobierno, políticos y medios– tan uniformemente encendida como ahora, con la privación de la libertad de cuatro ciudadanos estadounidenses en Matamoros, y que crecerá tras la ejecución de dos de ellos. El episodio, como sucedió hace 38 años, provocó una crisis en el gobierno mexicano. Hay un problema de Estado, y el gobierno mexicano quedó envuelto en sus contradicciones.
El gabinete de seguridad federal y el gobierno tamaulipeco, que encabeza el morenista Américo Villarreal, que se reunieron ayer con el presidente Andrés Manuel López Obrador, conocían al detalle desde hace meses las operaciones criminales en Matamoros, una plaza totalmente controlada por el Cártel del Golfo. No había acciones contra esa organización criminal en la ciudad, que ha sido su bastión por años, porque no estaba bajo disputa. En sus calles operaba, de manera impune, el grupo armado del cártel, llamado Escorpión, probablemente el responsable directo del secuestro y asesinato de los estadounidenses.
Matamoros es una de las 13 ciudades hermanas en la frontera con Estados Unidos, vecina de Brownsville, que a falta de acceso al mar de la ciudad tamaulipeca, depende del cercano puerto de Brownsville para las exportaciones marítimas. En esa ciudad, centro de control de todas las actividades del Cártel del Golfo en Tamaulipas y en San Luis Potosí, donde también tienen fuerte presencia, se da una febril actividad criminal, como el tráfico humano, el contrabando de todo tipo de mercancías, incluidos los combustibles, y el control de la aduana, que actualmente está administrada por la Marina.
Nada se mueve sin que lo sepa el Cártel del Golfo, que tiene en Matamoros un santuario desde donde se dirige la guerra contra el Cártel del Noreste, que tiene su base en Nuevo Laredo, y con el que disputa el control en la zona llamada “ribereña”, que comprende Ciudad Gustavo Díaz Ordaz, Nueva Ciudad Guerrero y Miguel Alemán. Díaz Ordaz, el punto más cercano donde hay enfrentamientos, está a 134 kilómetros de Matamoros.
El Cártel del Golfo mantiene otra zona de confrontación en Ciudad Valles, San Luis Potosí, con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), pero a 550 kilómetros al sur de Matamoros. Desde octubre, en otro flanco abierto con un viejo aliado del cártel, y en la actualidad con el Jalisco Nueva Generación, Héctor Crescencio de León Fonseca, el R-3 o el Pantera, la organización empezó a desplegar sus sicarios hacia El Mante, a 224 kilómetros al sur de Matamoros, y a Jiménez, a 450 kilómetros, que conecta con la costa del municipio Soto la Marina, que son de alta relevancia para el tráfico de migrantes.
El secuestro de los estadounidenses fue en el centro de Matamoros. De acuerdo con el reporte inicial de las autoridades, el viernes pasado, la privación de la libertad se dio al término de la persecución de una camioneta a la que le iban disparando, que chocó con dos vehículos, en uno de los cuales, una miniván blanca, iban las víctimas. Los criminales los echaron en el piso de una camioneta pick up y, según un informe publicado por El Universal, fueron encontrados ayer en el ejido de El Tecolote, a poco más de 10 kilómetros al noreste de Matamoros, que tiene una población de apenas un centenar de personas.
No se conocen detalles de cómo fue que llegaron las autoridades a ese ejido, aunque todo indica que fue un hallazgo, no como resultado de una investigación. Tampoco se sabe qué motivó la persecución de un vehículo en el centro de Matamoros, aunque existe la posibilidad de que se tratara de una acción preventiva. La experimentada corresponsal en Washington, Dolia Estévez, informó, de acuerdo con fuentes estadounidenses con quienes habló, que habían sido confundidos con traficantes haitianos. En abono a esta versión, en estos momentos no hay ninguna disputa por el liderazgo del Cártel del Golfo, como fue hace un año, tras la captura de José Alfredo Cárdenas Martínez, apodado el Contador, en la Ciudad de México.
Tras su detención se generó una disputa entre los lugartenientes de Cárdenas Martínez, y su primo Osiel Cárdenas, Osielito, hijo del astuto y sanguinario exjefe del Cártel del Golfo y Los Zetas, Osiel Cárdenas. Las disputas no cesaron y en la actualidad no hay un liderazgo visible en la organización, aunque desde el lunes, como consecuencia del secuestro, se comenzó a manejar en las zonas criminales en Matamoros el nombre de José Alberto García Vilano, el Kena, uno de los jefes en esa ciudad, como el posible nuevo líder del cártel.
La estructura criminal del Cártel del Golfo, sus alianzas y sus enemigos, sus actividades y protección institucional no eran desconocidos por el gobierno mexicano. En uno de los correos hackeados por el grupo conocido como Guacamayas a la Secretaría de la Defensa Nacional, se describe cómo las diferentes facciones del Cártel del Golfo tenían la protección y el apoyo de la Policía Estatal y de la Guardia Nacional para enfrentar al CJNG. El reporte del Ejército señala cómo el cártel reclutó a miembros del Grupo de Operaciones Especiales de la policía tamaulipeca y de la Guardia Nacional, para ubicar a las células del CJNG y de sus aliados al mando del Pantera.
El secuestro y la ejecución de los estadounidenses dejó expuesto al gobierno mexicano. Por un lado, la rapidez con la que las autoridades encontraran a los estadounidenses explica la celeridad con la que los criminales se deshicieron de una bomba que les estalló en sus manos, no una eficiente investigación. Con toda la información recabada por el Ejército, como se reveló en el correo de los Guacamaya Leaks difundido a mediados del año pasado, lo increíble es que no tuvieran inteligencia actualizada para encontrarlos antes. Si no capturan a los autores intelectuales y materiales, el calor quemará en Palacio Nacional, porque saben aquí y en Washington quién manda en Matamoros.