JIRONES DE NUESTRA HISTORIA

MUCHOS NO OLVIDAN Y LO RECUERDAN CON INMENSA NOSTALGIA; PARA MUCHOS UN BAR, PARA OTROS UN CENTRO DE REUNIÓN Y PARA ALGUNOS MÁS, PRÁCTICAMENTE SU OFICINA… O SU CASA, PORQUE AHÍ VIVÍAN.

 

Por: José Luis Jaramillo Vela

 

Insistencia… resistencia… persistencia.

 

Desde hace algún tiempo, un grupo de amigos y varias personas más, encabezados por el buen amigo Elco Martínez Corella, un tipo con triple nacionalidad: es un juarense nacionalizado deliciense y luego nacionalizado regiomontano, metrópoli donde actualmente y desde hace muchos años radica.

Pues bien, el amigo Elco Martínez, quien se autodefine como “alcohólico ni anónimo ni conocido, sino reconocido”, y de quien se dicen más cosas de las que se le saben… y todas son ciertas, seguramente se encargó de “azuzar” o “cuchilearme” a algunas personas, puesto que, de manera muy curiosa, casual y sincronizada, varios comenzaron a insistirme en escribir algo sobre el “Saratoga Drive Inn”, sin duda un icónico centro de reunión en nuestro querido Delicias, Chihuahua.

Ante la insistencia, yo me resistía a abordar el tema, argumentando que mi línea eran los hechos y personajes históricos, ya fueran de México, del Estado o de la Ciudad, así como de chihuahuenses y delicienses distinguidos, además, otro punto que yo esgrimía era el hecho de que ya el Lic. Carlos Gallegos Pérez, actual Cronista de la Ciudad había escrito algo sobre el Saratoga; pero Elco y sus secuaces estaban decididos y después de tanta insistencia, un día les dije que estaba bien, que escribiría algo sobre el “Saratoga Drive Inn”, y así quedó.

Comenzó a pasar el tiempo y el tema del Saratoga no aparecía publicado por ningún lado; de repente, y a manera de recordatorio, desde Monterrey recibía agradables y amenas llamadas telefónicas de Elco Martínez, luego me llegaba alguna botella de un buen vino francés, luego otra, y otra y así, una bonita costumbre que espero que Elco no vaya a perder una vez publicado este escrito, mismo que hago con

mucho gusto y con todo el respeto de mi parte hacia las personas involucradas y/o que puedan ser mencionadas. Desde luego que, con tanta insistencia, Elco Martínez Corella se ganó a pulso su papel como nuestro guía principal en este recorrido en el tiempo, para recordar al icónico Saratoga Drive Inn.

 

Retrospectiva

 

Se dice que, desde su fundación en 1933, Delicias ha tenido varias épocas de oro, la primera con la construcción de la Presa Las Vírgenes, la segunda con el despegue del cultivo del algodón, que trajo a las grandes compañías algodoneras como Anderson Clayton & Co., Mc Fadden, Cook Cotton Company, Despepitadora Quevedo, Empresas Longoria y la local Despepitadora Alfa.

La tercera época de oro la marcó el impacto del cultivo de la uva y la industria vitivinícola en la región, con el establecimiento de las Bodegas de Delicias, donde se elaboraban vinos y brandies de altísima calidad; El Brandy del Norte; la Vinícola de Don Carlos Olivas que producía el Brandy Caminante y la Compañía Vitivinícola del Conchos de Don Andrés Rembao en Saucillo, que producía un brandy con la calidad equiparable al coñac francés; y todavía desde Delicias se mandaban camiones y camiones de uva hacia la Compañía Vinícola del Vergel, en Torreón, Coah., para la elaboración del legendario Brandy Viejo Vergel.

Según los amantes de los placeres lúdicos y etílicos como Elco Martínez, adoradores del dios Baco, a quien le rendían tributo con singular alegría y natural ahínco, la cuarta época de oro de Delicias llegó con la apertura del Saratoga Drive Inn; ésto, desde luego, visto desde la muy particular óptica de tan descarriados y alebrestados muchachos de la época, que vieron en este singular establecimiento un santuario para desbordar sus etílicas aficiones.

La siguiente época de oro de Delicias vino con el boom de la nuez, que, junto con Jiménez, vino a situar a la región de Delicias como una de las principales regiones nogaleras, posicionando al Estado de Chihuahua como el primer productor de nuez en el mundo y según los que le saben bien a ese negocio, con la nuez de Jiménez como la de mejor calidad mundial.

 

Bares y cantinas legendarios que dieron paso al Saratoga Drive Inn

 

Con el auge agrícola, viene aparejado el desarrollo económico, comercial y de servicios, de tal manera que comenzaron a proliferar bares, cantinas y lugares de esparcimiento; algunos de mala muerte, otros de más caché, para todos los gustos y bolsillos había centros de chupe.

En esa época surgen bares y cantinas de buen nivel, que con el paso del tiempo se volvieron legendarios, de modo que hasta el día de hoy todavía prevalecen algunos; según señala nuestro guía Elco Martínez, los más concurridos y notables bares y cantinas de antaño, eran El Arbolito Bar, Bar 1-2-3, Mi Oficina Bar, Bar Dos Vías (éste junto a la Estación del Ferrocarril), Bar Carioca, Club Centro de Nosotros, Club Delicias, Club Iberia, Bar Batari del Hotel Baeza (único bar subterráneo en Delicias), Bar El Tío Pepe, Club Centenario (que después se degradó mucho, siendo clausurado tras un homicidio en una pelea entre

jornaleros y albañiles); mención aparte merece el Bar 1888 de Don Andrés Bünsow, una joya de bar, uno de los más preciosos y lujosos bares que se pueda uno imaginar y que hasta la fecha sigue atendiendo Don Andrés. De todos esos legendarios bares y cantinas aún siguen abiertos El Arbolito Bar, el Bar 1-2-3, Mi Oficina Bar, Bar Dos Vías, el Club Iberia y desde luego el ya mencionado Bar 1888. Según señala nuestro guía etílico Elco Martínez, un verdadero profesional de estas lides, había tal cantidad de cantinas en el Delicias de antaño, que recorrían una diaria y aún así, al final del mes todavía había cantinas por visitar.

 

El Saratoga Drive Inn, sin duda un ícono que marcó toda una época en Delicias y la región

 

Aunque existían en Delicias cantinas como para aventar para arriba, el concepto de salón ya estaba agotado, surge entonces la figura de Don Tito García, quien según Elco Martínez era un cliente habitual del Club Delicias y a decir de nuestro guía, un buen día a Don Tito se le ocurre la idea de abrir su propia cantina (según la lengua viperina de Elco, era para no tener que pagar su tomada en otros lados), pero la verdad es que Don Tito García ya traía entre manos un concepto más moderno y novedoso; algo muy diferente a los sitios establecidos en Delicias.

Así pues, allá por 1962-1963, nació y se fundó el “Saratoga Drive Inn” en la Av. Sexta y Calle Quinta Oriente, un lugar muy fuera del centro, donde solamente a Don Tito García se le hubiese ocurrido abrir un bar; comenta nuestro guía Elco que era un terreno de 4000 m2, en la esquina construyó el local, una hermosa y moderna cabaña estilo americano, de unos veinte por diez metros; una barra y una contrabarra de seis por tres metros en forma de “L”, con ocho bancos y distribuidas doce mesas con cuatro sillas cada una; en la parte trasera de la cabaña estaba la cocina muy bien equipada, porque el concepto de Don Tito era ofrecer también servicio de restaurant que servía platillos que no había en el menú de ninguno de los restaurantes de la ciudad, como el Blackbass a la Carnation, los Taquitos de Filete a la Pit en tortilla de harina y las Codornices a la Cacerola; toda una delicia de menú.

La cabaña del Saratoga estaba muy bien puesta, de modo que el cliente se sintiera en una atmósfera muy agradable, para que su experiencia en el Saratoga fuera algo que lo hiciera volver; Don Tito García, amante de la cacería había colocado una colección de rifles y escopetas como parte de la decoración del lugar; otro acierto de Don Tito, fué la atención esmerada, a cada cliente, nada más llegar y ordenar sus tragos o su cerveza, de inmediato se le ponía frente a él un platón de cacahuates con sus limones, su botella de salsa Búfalo y sus servilletas; y qué decir del entretenimiento, había cubiletes para quienes quisieran jugarse los tragos en una ronda de cubilete, o cartas por si algunos deseaban jugarse un póker; y desde luego, la sensación dentro de la cantina, el mundialmente famoso “Chingatito”, un juego que Don Tito hizo traer de Estados Unidos y cuyo nombre real era “Chap Ball”, una enorme mesa de seis metros de largo por 60 cms. De ancho y un metro de altura, en donde había unas placas de acero a cada lado que permitían el deslizamiento de unos cilindros de acero y ganaba el jugador que de varios tiros pusiera el cilindro de acero de seis cms, de diámetro por dos de ancho. Era para dos jugadores.

Este pasatiempo fué un verdadero trancazo, una verdadera atracción dentro de la cantina (la otra atracción estaba fuera de la cabaña); aquí diariamente los clientes se divertían jugándose los tragos o apostando algún dinerito; al juego del Chap Ball se le puso Chingatito debido a que Don Tito siempre que jugaba contra otro jugador, él ganaba; de acuerdo con la privilegiada memoria de nuestro guía Elco, el mejor

jugador era Tito García, pero aparte de él, los más temibles jugadores de Chingatito eran los hermanos Miguel Durán (“El Tortas”) y Carlos Durán (“El Yaki”), Carlos Rosete y Don Chuy Alvídrez (Jesús Manuel Alvídrez), quien era gerente de la Dodge que después fue Automotriz Touché y cuya agencia estaba frente al Saratoga, por lo que se hizo habitual del lugar, aunque casi no tomaba.

Otra atracción que trajo don Tito García y que fué el verdadero trancazo del Saratoga, en el enorme terreno que tenía detrás de la cabaña, mandó construir al centro, una enorme palapa rectangular, con su piso de cemento, donde colocó mesas y sillas; mientras que en el perímetro del terreno construyó largos tejabanes con estacionamiento, y entre la enorme palapa y los tejabanes dejó carriles de circulación para el tránsito de los clientes que entraban con su vehículo; fué la novedad, ahora ya podía la gente entrar con su auto, estacionarte a la agradable sombra y esperar su servicio de bebidas y comidas a bordo, mientras que en la palapa se presentaban mariachis, banda y tamboras y rápido se armaba el bailongo.

El Saratoga Drive Inn causó sensación, hizo furor entre la gente joven y jaló muchísima clientela, todos los días era un verdadero jolgorio y una fiesta completa en el drive inn, de modo que la gente que no tomaba iba a pasearse ahí porque pues era la moda y era lugar obligado hasta para ir a lucirse o de perdis a ver quién estaba ahí.

 

Alí Babá y los Cuarenta Cabrones

 

Desde luego que el muy novedoso y americanizado concepto atrajo a una enorme cantidad de clientes, de manera muy especial a la chaviza de la época, a los juniorcetes que ahora sí, ya tenían su propio embriagadero; más rápido que pronto, se hicieron los “dueños” del lugar un grupo de jóvenes de la época, encabezados por Raúl Talamantes, alias “Alí Babá”, quien tenía como lugartenientes a su hermano José Luis Talamantes (quién no ha comprado aunque sea una corbata en su tienda “Selecciones”) y a nuestro guía en esta reseña, Elco Martínez Corella; estos tres diletantes de la jarra lidereaban un “selecto” grupo de amigos, todos ellos jóvenes sedientos de alcohol y aventuras, a quienes Don Tito García bautizó con el nombre de “Alí Babá y los Cuarenta Cabrones”.

Entre lo más granado de este singular, pero a la vez muy plural grupo, se encontraban los hermanos Raúl y José Luis Talamantes (gran pitcher internacional mexicano), los hermanos Francisco y Omar Osollo, Fidel Delgado, el Teniente Mariano Prieto, Enrique de Santiago, Ramón Abundis, Arturo Franco, los hermanos Carlos y Miguel Durán, entre una larga lista de cuarenta cabrones.

Para este grupo de jóvenes, el Saratoga era su centro de operaciones, su oficina y a decir de Elco Martínez, su propia casa, ya que ahí pasaban la mayor parte de su tiempo, planeando su siguiente aventura, hacia dónde dirigirse, qué hacer en grupo, en dónde se iba a hacer la próxima carnita asada, o simplemente embriagándose, algo que se les daba de manera muy natural y lo hacían con grado profesional. ¡¡Vaya grupito diría Don Tito García!!

Directo desde Hollywood hasta el Saratoga

 

Según cuenta Elco, nuestro guía en esta historia, porque él lo vió, lo vivió y estuvo ahí, resulta que una apacible tarde de sábado (antes de que comenzara el torbellino nocturno), se encontraban entregados a los placeres del trago, él y otros cinco miembros de los cuarenta cabrones, así como algunos otros clientes distribuidos en las mesas, cuando de pronto todos vieron como frente a la puerta principal del Saratoga se estaciona un carrazo negro Mercedes Benz último modelo, lo que causó intriga entre los clientes, ya que carros como ese no circulaban en Delicias ni en sueños; de ahí descendió un enorme y fornido tipo de 1.90 m de altura en un fino, impecable y seguramente carísimo traje negro.

Ante el asombro de todos los ahí presentes, el tipo entró al Saratoga, saludó con cortesía a todos en inglés, dirigiéndose a la barra donde saluda de mano a Tito García que en ese momento hacía de barman; el tipo pide whisky Jack Daniels y después de saborear con fruición el primer trago, inicia una conversación con Tito García, en inglés, ya que según cuenta Elco, Tito lo hablaba muy bien; después de cuatro o cinco tragos de Jack Daniels y de una amena conversación con Tito García que nadie entendió porque no sabían el inglés, entonces el tipo se voltea y ordena que les sirvan a todos los presentes lo que están tomando, haciendo el ademán de que él invitaba la ronda.

Los que estaban ahí no sabrían inglés, pero sí iban al cine y veían películas, en ese instante se dieron cuenta de que el distinguido visitante que les estaba invitando los tragos, era nada menos que el gran actor Ernest Borgnine, (cuyo nombre real era Ermes Effron Borgnino Boselli, actor italoamericano) y ganador del premio Oscar de la Academia de Hollywood al mejor actor por la película “Marty”, y quien en ese entonces estaba casado con la actriz mexicana Katy Jurado.

Después de eso, pagó, se despidió de mano de Tito y se dirigió a la salida, despidiéndose de todos con un “Well, i see you, son of a gun”, abordando su imponente carrazo y partiendo de Delicias. Una vez que el gran actor se había ido, alguien le preguntó a Tito, “¿Qué nos dijo?” y Tito tradujo: “Muy bien, ahí nos vemos cabrones”, al tiempo que explicaba que el actor venía desde Los Ángeles e iba rumbo a Acapulco a pasarse unas vacaciones, ya que estaba de moda entre los actores de Hollywood. Así fué como el gran actor Ernest Borgnine estuvo en Delicias y en el Saratoga.

 

Mi juventud, el Saratoga y Don Tito García

 

A Don Tito García siempre lo traté con mucho respeto, por varios motivos: era mucho mayor que yo, era amigo de mi padre, éramos vecinos, vivía frente a mi casa y además él siempre me dió un trato muy amable, a pesar de que muchos hablaban de que tenía un carácter de los mil demonios, con nosotros siempre fué muy amable.

Ya en mi juventud, cuando comenzaban mis vagancias juveniles, por supuesto que el Saratoga fué parte de aquellos años de rebeldía juvenil y de francachelas con los amigos; en el Saratoga a mí siempre me gustó estar en el área de las palapas, al aire libre, además el servicio de meseros era muy bueno y rápido; a la cabaña entré tal vez unas cuatro o cinco veces y recuerdo que siempre que Don Tito me veía me hacía una señal para que fuera a donde él y me invitaba una Tecate y un tequila; una de esas veces me preguntó que porqué casi no entraba a la cabaña y le respondí que porque siempre estaban por ahí algún amigo de mi padre y que no me gustaba que me vieran en el borlote; y Don Tito, con un tono entre serio

y burlón me dijo: “Mira nomás cabrón, pero si todo el mundo conoce tus andanzas y tropelías”, se rió, me dió una palmada y se retiró a la cocina.

El Saratoga sin duda marcó toda una época en Delicias, varias generaciones desfilaron por ese famoso drive inn y pasaron inolvidables momentos ahí.

Después, Don Tito García enfermó y falleció, y el Saratoga, con toda su historia se fué junto con él. Pero los grandes recuerdos han quedado grabados en la historia de Delicias.

 

Par de dudas

 

Nunca se supo porqué Don Tito García le puso el nombre de Saratoga a su bar, se especula que tal vez fúe por la Batalla de Saratoga, que dió paso a la Independencia de Estados Unidos de Inglaterra.

En el Saratoga, Don Tito tenía un barman de lujo de nombre Dagoberto Eck, de quien nunca nadie supo ni como ni de donde vino, ni tampoco nadie supo ni como ni a dónde se fué, o que pasó con él.

 

Fuentes Bibliográficas:

+ Libro “Alí Babá y los Cuarenta Cabrones” de Elco Martínez Corella

+ Archivo personal de Elco Martínez Corell

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