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Ciudad del Vaticano – Simpatizantes de PETA, con camisetas que decían «¡Basta de bendecir las corridas de toros!» y sosteniendo una pancarta con la imagen de Jesús proclamando que torturar animales es un pecado, fueron detenidos frente a la Plaza de San Pedro durante el Jubileo de la Vida Consagrada, ante la mirada atónita de monjes, monjas y sacerdotes.
La acción, que forma parte de la campaña de PETA para exigir a la Iglesia católica cortar lazos con las crueles corridas de toros; además ocurre tras la noticia de que un grupo de monjes franciscanos, de la Orden Capuchina, organizó un evento en la plaza de toros de Las Ventas, en abierta contradicción con el Catecismo de la Iglesia Católica.
«Jesús predicó amor y compasión por todos los seres vivos, y aun así hay monjes y sacerdotes que siguen respaldando el tormento despiadado y la matanza ritual de toros ante multitudes sedientas de sangre», dice Mimi Bekhechi, vicepresidenta de PETA en Europa. «PETA está pidiendo a la Iglesia católica que rompa su vergonzosa relación con la vil industria taurina y exhorta al papa León XIV para que condene estos espectáculos impíos».
Cada año, decenas de miles de toros son asesinados en festivales taurinos celebrados en honor a santos católicos. Durante estos eventos, picadores a caballo clavan lanzas en la espalda y el cuello de un toro antes de que otros claven seis arpones más en su espalda, infligiéndole un dolor agudo cada vez que gira la cabeza e impidiendo su rango de movimiento. Finalmente, cuando el toro se debilita por la pérdida de sangre, aparece un matador e intenta matar al animal clavándole una espada en los pulmones. Al final, usa una daga para cortar su médula espinal. El toro puede quedar paralizado, pero aún consciente mientras sus orejas o cola son cortadas y presentadas al matador como trofeo y su cuerpo es arrastrado fuera del ruedo.
El papa Francisco escribió en su encíclica Laudato si’: «Cada acto de crueldad hacia cualquier criatura es ‘contrario a la dignidad humana'». Desde el siglo XVI, el papa Pío V, quien ya ha sido canonizado, prohibió las corridas de toros, que describió como «espectáculos crueles y viles del demonio y no del hombre» y contrarios a la «piedad y la caridad cristiana». El párrafo 2418 del Catecismo de la Iglesia Católica establece claramente que los humanos no deberían «causar sufrimiento o muerte innecesaria a los animales»; sin embargo, los sacerdotes católicos a menudo ofician ceremonias religiosas en plazas de toros y ministran a los toreros en las capillas de estas plazas. Algunos incluso atacan a los toros en el ruedo vestidos con sotana.
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