El alcalde de Chihuahua, Marco Bonilla, parece haber encontrado en Ciudad Juárez su escenario favorito para mostrarse, siempre con un pretexto que lo lleva a la frontera, esta vez bajo el noble manto de una carrera pedestre contra el cáncer llamada “Ya Quisieras Cáncer”. Ahí estuvo, participando con entusiasmo, sonriendo para las fotos y proyectando esa imagen de político comprometido. Todo muy bonito, sin duda, pero mientras Bonilla se pasea por las calles juarenses, ¿no nota la abismal diferencia con la capital que tanto presume? En Juárez, las vialidades lucen impecables, con baches que son casi una rareza, mientras que en Chihuahua, no importa si vas por el centro o la periferia, los hoyos en las calles son tan comunes que ya parecen parte del paisaje urbano. La pregunta es: ¿de qué sirve cacarear programas de bacheo si los resultados brillan por su ausencia?
No se puede negar que Bonilla tiene una agenda mediática bien aceitada, pero sus constantes escapadas a Juárez deberían servirle para algo más que posar en eventos. La diferencia en el mantenimiento de las calles entre ambas ciudades es un contraste que clama atención. En la capital, el programa de bacheo que tanto presume el municipio parece un chiste de mal gusto: los hoyos proliferan como si tuvieran vida propia, especialmente en la zona norte, donde circular es una aventura de alto riesgo. Mientras tanto, en la frontera, los conductores disfrutan de pavimentos que parecen de otro mundo. Si el alcalde realmente quiere dejar huella, debería mirar menos a las cámaras y más al suelo de su propia ciudad, porque Chihuahua, la “Bachichuahua” de las calles agujereadas, no necesita más reflectores, sino soluciones que tapen de una vez por todas esos baches que nos tienen a todos dando brincos.
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En Chihuahua tenemos puentes tan abiertos como la creatividad burocrática de nuestros funcionarios. El viernes pasado, una mujer de 45 años decidió probarlos como trampolín definitivo en la Avenida Universidad y Teófilo Borunda. Trágico, sí, pero esperable si uno conoce la impecable eficacia del Municipio: anuncios rimbombantes y cero resultados.
Desde hace dos años, el IMPAS y Obras Públicas prometieron vallas, rejas, algo que impidiera que los desesperados se tiraran. Dos años. Dos años de fotos, comunicados, platiquitas en escuelas, campañas en empresas, y hasta “conferencias de concientización” que sirven para que los funcionarios se sientan útiles mientras los puentes siguen siendo autopistas de la desesperación.
Luis Arrieta, director del IMPAS, reconoce el problema, pero “depende” de Obras Públicas. Y Carlos Rivas, al frente de esta última, parece haber adoptado como lema: “Prevención… ¿eso qué es?” Mientras tanto, los puentes de Chihuahua se han convertido en pasarelas de la muerte, abiertas 24/7, con horario flexible y cero restricciones.
En esta ciudad, salvar vidas es opcional, pero las selfies inaugurando carteles sí se dan con puntualidad suiza. Aquí, lo más urgente no es proteger a los ciudadanos, sino demostrar que “se hace algo”. Porque si de verdad se quisiera prevenir, las rejas estarían desde hace dos años. Pero no: es más barato —y políticamente más rentable— seguir dando palmaditas, lanzar campañas bonitas y mirar cómo el tiempo se lleva vidas mientras ellos miran la cámara.
Chihuahua, capital de las buenas intenciones y los puentes libres… libres para todo, menos para salvar a quien lo necesita.
Gracias al impulso y la organización de Heber Quezada, Chihuahua tuvo una destacada representación en el Zócalo capitalino, con la presencia de nuestra delegada Mayra Chávez Jiménez, para celebrar junto a la Presidenta Claudia Sheinbaum el primer año del segundo piso de la transformación.
Desde cada rincón del estado, se hizo visible el orgullo, la unidad y el firme compromiso de las y los chihuahuenses por seguir construyendo un país con mayor bienestar y esperanza.
El esfuerzo de Heber Quezada fue clave para que esta participación fuera posible, demostrando una vez más su liderazgo, entrega y convicción en este proceso histórico de transformación nacional.
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