El Tribunal de Disciplina Judicial (TDJ) del Poder Judicial de Chihuahua enfrenta una avalancha de quejas que evidencian el descarado actuar de algunos juzgadores estatales, cada día se reciben entre ocho y nueve denuncias, sumando cerca de 200 casos en análisis, el doble de los heredados por la Unidad de Investigación de Responsabilidad Administrativa (UIRA) el pasado 1 de septiembre. Muchas de estas quejas, por su falta de sustento, se archivan tras semanas sin respuesta del denunciante, mientras otras, de mayor complejidad, requieren exhaustivas investigaciones para determinar responsabilidades. Este panorama revela una preocupante falta de confianza en el sistema judicial, donde los ciudadanos, hartos de agravios, alzan la voz con una osadía que los propios jueces parecen no tener.
La promoción del TDJ ha disparado las denuncias, reflejo de una ciudadanía que, confiada en este organismo, no duda en señalar las irregularidades. Acosta destaca que las sesiones semanales del Tribunal revisan minuciosamente cada caso, aunque un marco jurídico limita la divulgación de detalles. Sin embargo, la dinámica es clara: el número de quejas crece, y con ello, la percepción de una justicia desvergonzada que obliga a los usuarios a exigir rendición de cuentas. Cada denuncia, asegura el magistrado, es analizada para evaluar si amerita una indagatoria, lo que subraya la urgencia de un sistema judicial más transparente y responsable ante una sociedad que ya no calla.
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¡Ya salió el peine! Si alguna vez se preguntó por qué la obra negra en el corazón de Chihuahua —esa joyita conocida como la “alberca de Shrek” o el “pantano radioactivo”— sigue como terreno baldío, ahora sabemos la verdad: culpa de los poderes que deciden y no deciden.
Lo que iba a ser un flamante estacionamiento iniciado en la época de César Duarte, hoy es un recordatorio de burocracia y de ambiciones personales. Resulta que Eugenio Baeza, apodado en los pasillos como “Lord Salchichas”, presidente del Fideicomiso del Centro Histórico, no ha querido soltar el espacio, lo que bloquea cualquier intervención que podría darle vida al centro de la ciudad.
El problema tiene su origen en la lana: cuando arrancaron las obras, el Estado y empresarios metieron recursos. El dueño de BAFAR puso 100 millones de pesos, además de construir la Plaza del Mariachi, que al menos sí funciona. Pero el dinero no se le ha devuelto y, como todo buen empresario con memoria y paciencia limitada, quiere su “cash” con intereses de ocho años. Mientras tanto, la estructura sigue allí, flotando entre el abandono y la burocracia.
Las negociaciones comenzaron desde que Maru Campos asumió el gobierno; antes, con Javier Corral, ni siquiera hubo intento de destrabar el asunto. Hoy se menciona a Jorge Cruz Camberos, sobrino del fallecido Víctor Cruz Russek y presidente de Desec, como posible “salvador”. Su interés: invertir y transformar el terreno en un complejo que podría incluir torre departamental, hotel, plazas, cine… y sobre todo, estacionamientos, algo que el centro necesita urgentemente.
Pero mientras los estira y afloja continúen, el centro de Chihuahua seguirá luciendo como un espacio abandonado, un recordatorio de promesas incumplidas y decisiones eternamente pospuestas. Que los dioses del urbanismo tengan piedad, porque más que turismo, lo que urge en el centro es sentido común y acción.
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