Donde se levantaban los edificios de departamentos, los hospitales y las escuelas, hay ahora escombros calcinados dispersos entre los cráteres de bombas; y en los espacios verdes de una ciudad constantemente bajo una lluvia de proyectiles, proliferan ahora cementerios improvisados.
Mariúpol, una ciudad ucraniana en la región de Donetsk y sobre el mar de Azov, fue atacada por las fuerzas rusas al comienzo de la invasión de fines de febrero y está bajo asedio desde el 1 de marzo.
La población y las fuerzas militares de Ucrania —entre las que se cuenta el controversial batallón Azov, una milicia históricamente vinculada a miembros de la ultraderecha y luego incorporada a las guardias nacionales ucranianas, y unidades de infantería de Marina—, están completamente rodeadas con el mar a sus espaldas, y han estado sufriendo el bombardeo incesante de la artillería rusa.
«Vimos cráteres gigantes entre los bloques de pisos, supermercados devastados, instalaciones médicas y escuelas, incluso refugios, donde las personas habían buscado un lugar seguro, destruidos», señaló.
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Con acceso limitado a agua, alimentos y medicamentos, la situación ha sido descrita como de «catástrofe humanitaria», y el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, asegura que allí se han producido decenas de miles de muertos hasta el momento (no hay estimaciones independientes del número total).
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