En un suceso que captó la atención en los círculos políticos de Chihuahua, la senadora de Morena, Andrea Chávez Treviño, y el presidente municipal panista, Marco Bonilla Mendoza, coincidieron este jueves en un vuelo de Aeroméxico con destino a la capital del estado. Pese a que sus agendas eran distintas —ella con compromisos legislativos en el Senado y él regresando de eventos internacionales sobre urbanismo—, el azar los colocó en asientos contiguos, desatando curiosidad por el encuentro entre dos figuras que suelen enfrentarse en la arena política.
Lo verdaderamente notable no fue la casualidad, sino la atmósfera de cordialidad que marcó su interacción. Lejos de las tensiones habituales y los choques verbales que han protagonizado en redes sociales, testigos aseguran que ambos sostuvieron una conversación distendida y respetuosa. Aunque el contenido de su diálogo permanece en el misterio, el episodio invita a reflexionar sobre la posibilidad de que la polarización política ceda espacio a momentos de civilidad, especialmente cuando las cámaras y los reflectores se apagan. En un estado donde ambos son vistos como potenciales candidatos a la gubernatura, este encuentro sugiere que, al menos por un instante, los adversarios pueden compartir algo más que un vuelo.
Resulta que una flamante gasolinera ha decidido plantarse con todo y mangueras en contraesquina de otra, lo cual –para quien todavía crea en la ficción llamada «reglamento»– está prohibidísimo. Pero, ¿a quién le importa eso si tienes la bendición del manto sagrado de la impunidad?
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Y como si eso fuera poco, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (sí, esa que se supone es la cima del poder judicial) ya había ordenado suspender los trabajos, pero los desarrolladores de la obra parecen tener otro código: el de hacer lo que se les pega la gana. Total, que una orden de la SCJN no pesa tanto como una buena palanca.
¿Y dónde está la autoridad local en todo este desorden perfectamente organizado? Pues brillando por su ausencia, por supuesto. La titular de Desarrollo Urbano y Ecología, Adriana Díaz, bien gracias. La señora, que más que una funcionaria parece una leyenda urbana, ni clausura, ni explica, ni se aparece, y eso que su oficina está más cerca del lugar que una OXXO.
Todos en el municipio saben que es la piedra en el zapato del alcalde Marco Bonilla, pero nadie se atreve a moverla. Será que la piedra tiene raíces o quizá algún amarre político de esos que ni el INE se atreve a tocar.
Y mientras la gasolina corre y los permisos se evaporan, la Dirección de Desarrollo Urbano parece más bien una oficina de turismo: mucho logo, muchas promesas, y nada de trabajo. Eso sí, los laureles donde se echa a dormir la titular deben estar bien acolchonados, porque ya ni el escándalo la despeina.
Pero bueno, así se gobierna en la tierra donde las leyes urbanas son opcionales, las órdenes judiciales son papel reciclado y las gasolineras… son como los tacos: siempre cabe una más.
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