Olvídese del café y quédese con un güisquito
Todo indica que La Barredora nació por ambición de poder y autonomía. El objetivo era la presidencia de 2024.

Adán Augusto y su “hermano” AMLO tenían historias de vida en común. Había confianza, al grado de que Adán renunció a ser góber de Tabasco para ser el número dos de su amigo presidente, como secretario de Gobernación. Había cariño, tanto que Adán puso a Carlos Merino como gobernador y cambió la Constitución tabasqueña para que pudiera quedarse todo el sexenio como sustituto, por dedazo, sin convocar a elecciones. Tabasco era de Adán, con todo lo que eso implicaba y que seguro hoy lo atormenta.
¿Fue Adán un hombre cercano al presidente? Absolutamente. ¿Le operó visiones, proyectos, le detonó y desactivó bombas? Por supuesto. ¿Ese esfuerzo le garantizaba que sería el “elegido” llegado el momento? No.
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Aquí es donde La Barredora surge como alternativa, como seguro y como grito de independencia. ¿Por qué? Porque Andrés Manuel fue un presidente que se sentía todopoderoso, caprichoso, amarra navajas y solitario. Adán lo sabía, lo sentía y lo sufría. No se engañaba,era un secretario de Gobernación que tenía claro que la cercanía no alcanzaba para ser ungido como candidato presidencial. El capricho era la última carta de AMLO.
Palomitas
La coartada de La Barredora hacía sentido. La vida de Hernán Bermúdez y su fusión con el jet set social y empresarial tabasqueño eran perfectos: tres décadas de una vida pública normal. Sus hijos y sobrinos estudiaron en el Colegio Americano de Tabasco, se sabía que tenían dinero. Paseaban en autos de lujo, vivían en mansiones, vestían ropa y joyas costosas, y viajaban por el mundo. Bermúdez era un apellido común en las páginas de sociales e invitados VIP, en los grandes eventos de la sociedad de Tabasco. Gran disfraz, gran pantalla.
Era una jugada arriesgada, pero (aparentemente) blindada.
Inhale y exhale
El error de cálculo se dio por la discrepancia entre los formatos criminales del pasado y del presente. El Tabasco de finales de los 90 era petrolizado y pacífico, multicultural (por la llegada de petroleros de todo el mundo), próspero y con el sello del priismo que Roberto Madrazo le arrebató, con la gubernatura del 94 al 2000, a López Obrador. En el Tabasco de Roberto Madrazo y hasta el de Manuel Andrade, la violencia no era tema.Por eso nadie levantaba la ceja cuando la familia Bermúdez operaba un antro (disco, en ese entonces) llamado Tequila Rock, en un terreno costosísimo donde cabía un hotel, en pleno Fraccionamiento Campestre, el más caro de Tabasco. O cuando una de las esposas Bermúdez manejaba un BMW Serie 7 de 100 mil dólares, de esos que sólo circulaban en Beverly Hills en los 90. Se sabía que vivían “en la raya”, pero no había violencia que lo confirmara.
De hecho, fue Andrés Granier –el primer góber en 2007– en moverse en Suburban blindadas, con escoltas fuertemente armados como si circularan por Sinaloa. A diferencia de Roberto Madrazo, quien en el 94 conducía una Suburban blanca, con la ventana abajo y sin blindaje, escoltada por un Cavalier blanco, con seguridad vestida de guayabera. O Manuel Andrade en 2001, quien tenía una Suburban azul y su esposa una blanca, ambas sin blindaje, manejadas por choferes y con coches Cavalier blancos como escoltas. Todo Villahermosa podía constatarlo, había calma.
En ese ambiente era en el que la familia Bermúdez se fusionaba con el jet set y hacía negocios al amparo del poder.
Como ya sabemos, Bermúdez se estrenó como Seguridad Pública con Adán. Alguien le vendió la idea al gobernador electo para la pacificación y estabilidad de Tabasco, por la cercanía con el presidente. Un perfil “conocido”, que no tenía antecedentes mayores de escándalos; un miembro de la sociedad que ya había trabajado en el gobierno y hecho negocios con el gobierno.
Al irse Adán a gobernación, Bermúdez se queda todo el sexenio con Merino, el sustituto. Pero entonces todo empieza a complicarse, contrario al deber ser. Hace lógica que Tabasco se bañe de sangre cuando el presidente era tabasqueño, al igual que su número dos, secretario de Gobernación, antes góber. ¿Extraño y muy costoso políticamente, no?
La foto de AMLO saludando a la mamá de El Chapoconfirmó a México y al mundo un pacto y preferencia por Sinaloa. Quizá Bermúdez asumió que, siendo Adán titular de Segob, La Barredora podría adueñarse de Tabasco con una llamada o un mensaje de WhatsApp.
Lo único que ocurrió fue que se convirtió en un infierno.
Mantas, mensajes, bloqueos, tiroteos, secuestros y videos.
Tabasco –literal– se “culiacanizó”
Se desbordaron las acusaciones a Hernán Bermúdez, por parte de los mismísimos grupos criminales al final del sexenio de Merino, por lo que Javier May no lo ratificó.
Siendo corcholata, Adán recorrió el país y tapizó de espectaculares de punta a punta. Ese gasto fue opaco y nunca se reportó ni se castigó. Estaba fuera de tope. Hubo campañas millonarias en redes, con figuras públicas que pregonaban “Estamos Augusto” e invitaban a continuar el buen momento que promovían. Se operaron estructuras y se hicieron eventos multitudinarios. Se desplegó una maquinaria que alguien tuvo que financiar, y la motivación pudo haber sido convertir a La Barredora en un grupo nacional. Seguramente estuvo en la mesa.
Fuerte a pico de botella
Pero llegó el día de la decisión y no alcanzó la cercanía, ni la encuesta, ni la “agusticidad” de los influencers; Adán no logró ser la corcholata. Su campaña fue tan cara que había que asumir la pérdida y recuperar lo invertido.
Redoble de tambores
Hay más. Esta trama pasó por una senadora de Morena chihuahuense, pero ahora pasa por una alcaldesa Verde cancunense ¡ouch!
La Barredora, a todas luces, apunta a ser parte de un nuevo proyecto presidencial, que sueña también con 2030, pero con diferente protagonista.
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