El Plan Estratégico de Pemex cumplió una de sus funciones principales: dar un mensaje de certeza a los mercados de que la salud financiera de la petrolera, a cargo de Víctor Rodríguez Padilla, es prioritaria. Que la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum sí está dispuesta a mejorar los números de la petrolera más endeudada del mundo, y a la que le siguen prestando dinero tan solo porque el Gobierno de México la respalda.
El mensaje fue recibido por las calificadoras de riesgo crediticio, quienes en términos generales evaluaron bien el plan hacia 2035, que incluso, hizo eco a nivel internacional, facilitando la estrategia de renegociación de la deuda y sus próximos vencimientos.
Sin embargo, algo no cuadra. Dentro del plan se contempla el pago oportuno a proveedores, con quienes se arrastra una deuda de más de 430 mil millones de pesos. Sin embargo, los instrumentos que se crearon para ello junto con Banobras, como el Fondo de Inversión para Proyecto de Pemex, no contempla cubrir viejos adeudos que mantiene la petrolera nacional con miles de empresas de todos tamaños, pero que pega principalmente a Pymes, quienes hoy son el eslabón más débil dentro de la cadena productiva de Pemex.
Y no solo son los más débiles porque no les pagan, muchas están por desaparecer, y otras tantas de plano no llegarán a cargar a los peregrinos en diciembre, sino porque con la contrarreforma energética de marzo pasado, han bajado los estándares y filtros de contratación no solo de Pemex, sino también de las empresas estatales como la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que dirige Emilia Calleja Alor.
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La falta de personal de confianza en las áreas de contratación ha abierto un enorme hueco por donde se pueden colar empresas que no necesariamente cumplan con las mejores prácticas en materia de compliance, o que no estén fondeadas de manera correcta, y con recursos legítimos.
Este es un foco rojo que pronto comenzará a dar los primeros problemas para las estatales, pues la selección de los proveedores, a decir de mismas fuentes internas, se ha vuelto “floja”, vaya, no hay un criterio de selección riguroso ya que los contratistas de siempre, los que sacan la chamba, ya no quieren, y muchos no pueden, seguir trabajando con la petrolera. No paga. Un caso similar enfrenta la eléctrica nacional.
Y no es todo. Si pierden las Pymes, pierde México, pues este segmento empresarial representa 80 por ciento de la economía, de la fuerza laboral, y gran parte de la competitividad global.
Así, en un contexto en el que el Plan México es palanca de desarrollo económico, las Pymes deben ser algo más que un discurso de superación y promesas de más financiamiento. En las empresas energéticas hay un riesgo que debe ser atajado, pues no sabemos si todos los capitales que están llegando constantemente desde otros países, marcando récords en Inversión Extranjera Directa (IED), manejan estándares altos en materia de contratación de proveedores, llevan todas sus métricas auditadas, y aplican constantemente evaluaciones y seguimientos… ¿cómo saberlo? Ante este escenario, será cada vez más necesario contar con herramientas que permitan conocer con quién se está haciendo negocios, principalmente en el sector energético.
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