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Y vuelve a pasar una y otra vez. El comisario Julio Salas presume cifras alentadoras en materia de homicidios, y casi de inmediato la realidad le cobra factura. Apenas ayer aseguraba que en septiembre iban solo 15 homicidios en la ciudad de Chihuahua, que estaban por debajo de su meta y que el mes pintaba para cerrar con un registro más bajo. Pero no pasó mucho para que la estadística se tambaleara: dos asesinatos más se sumaron a la cuenta y ya son 17… y contando.
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Falta todavía una semana para que termine el mes, y por cómo se han venido presentando los hechos, todo indica que el “control” que dice mantener la corporación se le escapa entre los dedos. Ojalá que no, pero lo cierto es que la violencia no entiende de metas ni de discursos oficiales.
Al final, los números fríos pueden acomodarse en conferencias o boletines, pero en las calles lo que se mide es la percepción ciudadana y la crudeza de los hechos. Y mientras el comisario siga vendiendo triunfos imaginarios, la gente seguirá pagando con miedo y desconfianza. Porque más allá de las estadísticas oficiales, la realidad es que el crimen no se detiene… y la credibilidad de quienes nos deberían proteger, sí.
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Pues ya no nomás es cash: la senadora de Morena, Andrea Chávez, parece haber descubierto que repartir útiles y mochilas es un filón para cosechar votos. Y ahí la vimos, recorriendo municipios —sobre todo pequeños y donde gobierna su propio partido— con su color marrón a cuestas, termo en mano y cuadernos listos para la clientela electoral.
Curiosamente, la idea no es nueva. Ya la practicaron hace un par de años los alcaldes de Chihuahua: Marco Bonilla del PAN y Cruz Pérez Cuéllar, de Morena, su supuesto enemigo político… aunque sean del mismo partido. Porque en la guerra polaca de la política local, todo se vale, hasta a costa de la coherencia partidista.
Pero lo más revelador fue cuando Andrea Chávez, al mencionar los útiles, se iluminó con los plumones y soltó que ella era “la niña de los plumones”. Qué quiso decir, nadie lo sabe. Quizá un guiño involuntario a que, entre colores, termos y cuadernos, la política en Chihuahua se ha convertido en una feria de merchandising electoral.
Y así continúa la faramalla, con más color que contenido, mientras los votantes observan, entre curiosidad y escepticismo, cómo los plumones se convierten en armas en la eterna guerra de los votos.
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