Pongamos todo en perspectiva // Carlos Villalobos
Hay quienes creen que la cultura se cuida como se cuidan las reliquias, encerrándolas bajo llave, con guantes blancos, sin tocarlas demasiado. Como si preservar fuera una forma de congelar el tiempo, de dejarlo todo tal y como era, sin embargo, en Oaxaca, y particularmente en el Istmo, sabemos que la cultura no se hereda porque se vive, se trabaja y se preserva PARTICIPANDO.
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Este año, en la Rotonda de las Azucenas, durante la Guelaguetza 2025, Ciudad Ixtepec nos recordó justo eso. Su presentación no solo fue una muestra de identidad, fue una lección viva de cómo el diálogo entre generaciones puede dar nueva vida a nuestras tradiciones sin traicionarlas.
Los sones y cantos jeromeños que interpretaron ese día no salieron de un archivo muerto, salieron del corazón de un pueblo que sabe que el pasado no se visita como museo, sino como raíz. Sonaron composiciones entrañables como Guigu bicu*, La laguna encantada o El tren del atardecer, piezas firmadas por Luis Martínez Hinojosa, uno de esos nombres imprescindibles del Istmo. Pero junto a ellos también se bailó con la Polka Xhunca** Anahí, del joven compositor Nathanael Betanzos, un jeromeño con el que compartí tardes de ensayos y de risas con el resto de amigos en mi juventud, y que hoy, con talento, respeto y oficio, ya se sienta en la mesa grande de la música ixtepecana. No porque alguien lo invitó, sino porque se lo ha ganado.
Ahí está el mensaje más profundo: preservar también es abrir la puerta, incluir nuevas voces, reconocer a quienes, desde la juventud, no están “cambiando la tradición”, sino manteniéndola viva. Bailar lo nuevo con el mismo respeto con el que se baila lo de siempre, eso también es identidad.
Claro, siempre hay ruido y las polémicas no se hacen esperar. Que si eso no es “auténtico”, que si no se bailó, o se vistió, “como se debe”, que si “ya no es como antes”. Es inevitable, porque hasta en las expresiones culturales hay tribus, fronteras invisibles que a veces olvidan que la cultura, por definición, se transforma. Pero cuando uno ve a las y los danzantes jeromeños entregarse con el cuerpo entero a cada compás, no hay duda de que tradición y presente pueden convivir, si hay respeto, pero sobre todo disposición.
La Guelaguetza es el espejo más grande que tenemos para vernos como pueblo. Es la manera que Oaxaca tiene de recordarse a sí misma que vale la pena seguir creando desde el arraigo, pero para que esa memoria siga siendo viva, hay que estar ahí: tocando, bailando, cantando, proponiendo. No basta con aplaudir desde la grada, ni con romantizar “lo que éramos”, hay que estar dispuestos a ser parte de “lo que estamos siendo”.
Porque sí, preservar es importante, pero, como en democracia y en la vida en general, más importante aún es participar y este año, Ixtepec lo hizo con la frente en alto, el corazón en la tarima y el futuro sonando al ritmo de los sones y cantares jeromeños.
*En Zapoteco “Guigu Bicu” significa perro de agua, o nutria, que usualmente dicen los que saben habían en el río que cruza Ciudad Ixtepec
**En Zapoteco “Xhunco o Xhunca” hace referencia a la o al más pequeño de la familia, o a una persona querida.
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