Por: José Luis Jaramillo Vela
Conmemorando en agosto los 127 años del nacimiento de este peculiar chihuahuense
Ignacio Anaya García nació el 15 de agosto de 1895 en San Carlos, Mpio. Manuel Benavides, Chihuahua, un apartado municipio fronterizo con Estados Unidos y con el vecino Estado de Coahuila; desde su niñez, Ignacio aprendió las labores del campo, el arreo y la ordeña de vacas y cabras, así como las arduas tareas de siembra y cosecha de la tierra, eso era lo único que se podía hacer en aquellos años en su pueblo natal.
Sin embargo, llegó un momento en que el joven Ignacio abrió los ojos, no se conformó con el tipo de vida tan básico y rural que llevaba y buscando nuevos y mejores horizontes, con solo quince años se muda a la cercana ciudad de Ojinaga, Chihuahua, ciudad fronteriza con Presidio, Texas; ahí encontró mejores perspectivas de vida, trabajó como dependiente en una tienda y en una ferretería, más tarde encontró trabajo como mesero en un restaurante y es ahí donde Ignacio se da cuenta de sus habilidades y su gusto por la cocina.
De pronto, ya es 1913, en plena Revolución Mexicana y el adolescente Ignacio Anaya se ha convertido ya en todo un jovenazo de dieciocho años, muy simpático, agradable y atento, pero ya Ojinaga no satisface sus expectativas de vida, razón por la que comienza a pensar hacia donde mudarse; la idea de irse a Estados Unidos, aunque no la descartaba por completo, tampoco le gustaba mucho, a pesar de ser un chico fronterizo y estar habituado al trato con los gringos; su idea principal era irse para Chihuahua ó a Ciudad Juárez, pero en ese momento, ambas ciudades eran un campo de guerra debido a la Revolución Mexicana. Ante esta perspectiva, el joven Ignacio debe pensar muy bien a donde va a ir.
El joven Ignacio toma su mejor decisión
Como consecuencia del impulso industrial que Porfirio Díaz le había dado a México, cobra gran auge la Región Carbonífera de Coahuila, que abastecía a la industria, a los ferrocarriles y a la cercana Fundidora Monterrey para la fabricación de acero; esto detonó el desarrollo de la zona norte de Coahuila. Entonces Ignacio Anaya decide irse para Coahuila y aunque no quería vivir en un pueblo minero, si quería vivir en una ciudad que se beneficiara de ese auge económico; durante unos tres o cuatro meses estuvo en Ciudad Acuña, Coahuila, donde conoció a María Antonieta Salinas (quien después sería su esposa), para establecerse definitivamente en la pujante ciudad de Piedras Negras, Coahuila, a donde llega a sus escasos dieciocho años y de inmediato nota el auge económico y lo próspero de la ciudad, además hacía frontera con la ciudad de Eagle Pass, Texas, ciudad que también estaba en auge, debido a la instalación de la Base Militar de Fort Houston.
Sin excesivas ambiciones, pero quería una buena vida…
En Piedras Negras tiene la fortuna de encontrar trabajo en el exclusivo restaurant “Club Victoria”, en donde es contratado como garrotero (ayudante de mesero); él quería el puesto de galopín (ayudante de cocina), pero el jefe de cocineros pedía mujeres para ese puesto, porque consideraba que las mujeres cocinaban mejor que los hombres, entonces tuvo que tomar el puesto de garrotero, lo cual no le importó mucho, él sabía que con esfuerzo lograría escalar puestos, además la paga era buena.
Aunque Ignacio no era un joven excesivamente ambicioso, lo único que pretendía era tener un buen nivel de vida y para eso se esforzaba al máximo en su trabajo; su trato cortés, amable y atento, pronto le ganó las simpatías y buenos comentarios no sólo de los clientes, sino también de todos sus compañeros meseros y cocineros; pero sobre todo, sin el proponérselo, se ganó la simpatía del poderoso magnate y empresario Don José María de los Santos Cárdenas, ni más ni menos que el propietario del exclusivo Club Victoria, así como de la familia de los Santos, motivo por el cual Ignacio fue ascendido a mesero “B”, Ignacio siguió desempañándose con mucho esfuerzo en su trabajo, le iba bien, tenía un buen sueldo y ganaba muy buenas propinas, entonces decide que ya es tiempo de casarse.
Aunque su novia, la señorita María Antonieta Salinas vivía en Ciudad Acuña, a 90 kilómetros de Piedras Negras, la distancia se cubría en una hora, eso le permitió a Ignacio visitar con frecuencia a María Antonieta y mantener viva la llama del amor, de tal manera que cuando Ignacio le propuso matrimonio, el “sí” fue inmediato; para cada uno de los dos, el otro fué desde un principio el amor de su vida. Don José María de los Santos tenía fama de tratar bien y pagar bien a los empleados de sus empresas y los del Club Victoria no eran la excepción; Ignacio le comenta que se va a casar y Don José María, como regalo de bodas lo asciende a mesero “A”, le regala una cantidad en efectivo y le presta el Club Victoria para su boda, Ignacio queda muy agradecido y eso lo compromete a esforzarse más en su trabajo.
Cómo se crearon los mundialmente famosos “Nachos”
Piedras Negras continuaba creciendo y desarrollándose, el esfuerzo y simpatía de Ignacio ya lo habían convertido en Capitán de Meseros del Club Victoria, tenía una familia feliz, vivía muy bien y su trabajo le daba muchas satisfacciones, ya tenía varios hijos, de los nueve que tuvieron en total. La vecina ciudad de Eagle Pass, Texas también se desarrollaba a la par de Piedras Negras, además de Fort Houston, el Ejército de Estados Unidos había instalado ahí la Base Laughlin de la Fuerza Aérea y el Centro de Control de Radares para la Defensa Aérea de Estados Unidos, por lo que la actividad económica era intensa entre estas dos ciudades fronterizas, había mucho dinero circulando en la economía de esa frontera.
Por consiguiente, además de la clientela local, el flujo de clientes gringos en el Club Victoria era muy nutrido, incluidas las esposas de los militares, que dos veces por semana se reunían en grandes y alegres grupos en el Club Victoria para socializar y escaparse del aburrimiento que representa para una esposa vivir en las bases militares y pasar una amena tarde entre ellas.
En 1943 Ignacio Anaya García ya era Jefe de Camareros y Meseros del Club Victoria, bajo su mando y supervisión estaban desde los capitanes de meseros hasta los garroteros y tenía acceso y mando en la cocina. Un buen día de ese año 1943 por ahí del medio día, llegan el grupo de esposas de los militares gringos, como era su costumbre; pero llegan muy temprano al medio día, a esa hora el jefe de cocina salía a hacer las compras y la cocina estaba sin servicio, era el espacio de tiempo entre los desayunos y el servicio de las comidas, por lo que el propio Ignacio salió al quite para atenderlas, no podía dejarlas sin servicio.
El alegre grupo de damas ya estaban bien aposentadas en las mesas y solicitaron el servicio de los meseros, quienes al no haber cocina en ese momento no sabían qué hacer y van con Ignacio, quien como buen Jefe de Camareros, les dice que no se preocupen, “mientras ofrezcan bebidas y yo mismo les explicaré la situación”. Y así fue, Ignacio con su trato amable y atento les explica a las damas la situación de la hora y de la cocina; ellas, al ser clientes habituales lo conocían muy bien y saben que estarán muy bien atendidas; Ignacio les dice que no se preocupen porque les va a preparar algo especial para ellas… y sin saber que hay en la cocina se dirige a prepararles algo por mientras se reanuda el servicio de cocina.
En la cocina encuentra puro chile… además de tortillas y queso
En la cocina había desde luego carne, cortes y cosas para preparar algo, pero faltaban muchas cosas que se compraban de diario, frescos; Ignacio ve muchas tortillas de maíz, chiles jalapeños y unas barras de queso cheddar Wisconsin; entonces se le ocurre cortar las tortillas en triángulos y meterlas a dorar en un enorme cazo, corta un montón de jalapeños en rodajas, así como cebolla y tomates; luego en una gran bandeja desparrama todos los totopitos dorados y les deja caer los jalapeños, la cebolla y el tomate,
junto con algunas especias y sal, después ralla una barra de queso y cubre la enorme bandeja con una espesa capa de queso cheddar rallado y la mete al horno. Una vez horneado el platillo y gratinado el queso, de la enorme bandeja corta varias porciones para emplatar y poner en las mesas.
Desde luego que las alegres damas iban a pasársela muy suave a Piedras Negras y además pues se les daba muy bien el traguito, al que le entraban con singular alegría y natural ahínco, de modo que cuando llegan los meseros con los platos del invento que se le había ocurrido a Ignacio Anaya, las damas quedan fascinadas con el platillo, piden otro más y preguntan a los meseros por el nombre del rico plato que acaban de devorar y que nunca habían probado; los meseros, al no saber qué diablos les había servido Anaya, van y le preguntan, entonces el propio Jefe de Camareros va y les dice que es el “Nacho’s Special”, o “El Especial de Nacho”, quedando las mujeres embelesadas con dicho platillo.
Se corre la voz y de ahí para el mundo
Cuando se empieza a correr la voz sobre dicha delicia culinaria, comienzan a llegar cientos de clientes al Club Victoria pidiendo los “Nacho’s Special”, de modo que Ignacio Anaya decide incluirlos en el menú del restaurant, pero ante la sencillez del platillo, lo incluye como una de las entradas, con el tiempo, del “Nacho´s Special”, quedó simplemente en “Nachos”. El mismo Ignacio Anaya comenzó a hacer variantes sobre el mismo platillo, siempre sobre la base del Nachos original, pero añadiendo nuevos ingredientes.
El platillo se popularizó tanto, que el mismo Ignacio Anaya García en 1960 abrió su propio restaurant en Piedras Negras, llamado “El Nacho”, y se anunciaba como “La casa de los originales Nachos”, teniendo una gran demanda, llegaban clientes de todos lados a probar las deliciosas especialidades de Ignacio Anaya. Muy pronto los “Nachos” estaban ya en todos los restaurantes, en las fiestas caseras y en todos lados, su éxito fué un trancazo.
Ignacio Anaya nunca quiso patentar los derechos de su invento, él decía que era feliz al ver a sus clientes disfrutar su platillo y le llenaba de orgullo ver y saber cómo se había popularizado su invento; en una ocasión grande fue su sorpresa en un viaje a Chicago, ver en el menú de varios restaurantes sus queridos “Nachos”. En 1961, Ignacio Anaya Salinas, el mayor de los hijos de Nacho convenció a su padre para patentar los derechos sobre los “Nachos”, pero fué imposible, el platillo estaba ya tan popularizado, miles de restaurantes en todo el mundo ya lo servían en tantas variedades y combinaciones que no se pudo patentar y se declaró que ”Los Nachos ya eran un platillo del Dominio Público”. Ignacio Anaya García fallece el 26 de septiembre de 1975 a los ochenta años de edad, quedando Ignacio Anaya hasta su muerte con la satisfacción de que en cualquier parte del mundo que se sirvieran, el nombre de su platillo nunca cambió, en cualquier idioma y en cualquier país el nombre era el mismo: “Nachos”.
Un platillo inmortal y cada vez más popular
En 1976, al año siguiente de su fallecimiento, el equipo de beisbol de Grandes Ligas, Rangers de Texas, le rinde un homenaje a Ignacio Anaya, introduciendo sus Nachos en el menú de comidas en su estadio de Arlington, Texas, junto a las hamburguesas, hot dogs, pizzas, banderillas y tacos; el impacto fué inmediato y profundo, rápidamente se popularizó el platillo en los estadios de Estados Unidos, de tal modo que en la actualidad los Nachos son el platillo más vendido en todos los estadios de las ligas deportivas de Estados Unidos.
La Organización de las Naciones Unidas declaró el 24 de febrero como “El Día Mundial del Nacho”, a solicitud del Gobierno Mexicano, que a su vez había recibido solicitudes de miles de ciudadanos, encabezadas por el Ayuntamiento de Piedras Negras y por el Gobierno del Estado de Coahuila.
El Gobierno Municipal de Piedras Negras, Coahuila creó la “Plaza Anaya”, donde erigió una estatua en honor a Ignacio Anaya y donde los días 21, 22 y 23 de octubre de cada año, se celebra en Piedras Negras, Coahuila el “Festival Internacional del Nacho”, a donde asisten más de cuarenta mil personas cada año de varias partes y de varios países; es un verdadero carnaval con desfiles, concursos de Nachos, desde el más exótico hasta el más original, tanto en ingredientes como en presentación; desde el más grande hasta el más pequeño; el Récord Guinness para el Nacho más grande, lo tiene uno que midió dieciocho metros cuadrados de superficie con 60 kilos de totopos, 70 kilos de queso y 30 kilos de jalapeños entre otros ingredientes, por el contrario, el Nacho más pequeño registrado se pudo apreciar por microscopio y hubo de ser cortado con bisturí.
Ese es el legado que dejó Ignacio Anaya García a la humanidad, un hombre muy sencillo que no tuvo más pretensiones que tener una vida digna para él y su familia; un hombre que se ganó las simpatías de todos los que le conocieron; un hombre que cuando llegó a Piedras Negras tuvo que decir que era de Ciudad Acuña, por temor a revelar que era chihuahuense y no lo fueran a tomar por un revolucionario, pero su lugar de origen está en Manuel Benavides, Chihuahua.
Como dato adicional, Piedras Negras, Coahuila está actualmente incluída entre las cinco ciudades mexicanas con el mejor nivel y calidad de vida y está también incluída entre las cinco ciudades más seguras de México, todo un ejemplo para el resto del país. Para comentarios y sugerencias: jaramillovela@hotmail.com