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En uno de sus últimos discursos, el alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, pronunció un mensaje cargado de crítica hacia el expresidente Felipe Calderón, al afirmar que “la tragedia en Michoacán comenzó en 2006”, en referencia al inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico. Sus palabras, dichas semanas antes de su asesinato, cobran ahora un tono profético y estremecedor ante la violencia que persiste en el estado.
Manzo denunció públicamente las consecuencias de aquella estrategia militar, asegurando que desde entonces el país se sumergió en un espiral de sangre y terror. En su discurso señaló que Michoacán se convirtió en el epicentro de la violencia, donde miles de familias han sufrido por la desaparición de seres queridos, desplazamientos forzados y ataques armados.
El alcalde destacó que los gobiernos posteriores no han logrado revertir los efectos de esa política, pues el crimen organizado continúa extendiendo su control sobre diversas regiones. Manzo pidió mayor apoyo federal para la recuperación de la seguridad y la reconstrucción del tejido social, enfatizando que el miedo no debe ser normalizado ni aceptado como parte de la vida cotidiana.
Sus declaraciones fueron ampliamente difundidas en redes sociales y en medios locales, donde fue reconocido como un político valiente por atreverse a señalar directamente las raíces de la violencia en Michoacán. Su mensaje fue interpretado como un llamado a la memoria colectiva, recordando que la guerra contra el narcotráfico no solo dejó cifras, sino también heridas abiertas en miles de familias mexicanas.
Tras su trágica muerte, el discurso de Carlos Manzo se ha convertido en símbolo de resistencia y reflexión. Sus palabras resuenan más fuertes que nunca, como advertencia de que los errores del pasado siguen costando vidas en el presente. Para muchos, el alcalde de Uruapan no solo fue una víctima más, sino una voz que se atrevió a decir lo que otros callan.







