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Vaya espectáculo el que se está viviendo, donde un elemento, que se supone debía velar por la seguridad, terminó cayendo del otro lado de la ley. Carlos Arturo B. R., escolta de la Subsecretaría de Asuntos Internos, fue detenido por el Ejército con un arsenal de 8 mil 400 balas y una pistola en un retén en Precos. Y aunque la corporación ahora se deslinda diciendo que ya estaba en proceso de baja por sus múltiples inasistencias, lo cierto es que el golpe a la imagen de la institución ya está hecho. Pero aquí la pregunta es: ¿Bianca Nevárez no tenía idea de quién era su escolta, o acaso tenía permiso?
Es difícil tener a todos los elementos bajo la lupa, pero lo verdaderamente indignante es ver cómo algunos, en lugar de cumplir su labor, terminan pasándose al bando contrario solo por dinero. El problema no es solo la corrupción interna, sino la traición a la confianza de los ciudadanos, que cada vez ven con más recelo a quienes deberían protegerlos. Que un agente de Asuntos Internos, la unidad encargada de vigilar la disciplina, termine involucrado en esto es una vergüenza mayúscula. No es solo un caso aislado, es un reflejo de cómo las lealtades pueden cambiar al mejor postor. Y si su jefa directa no vio lo que tenía enfrente, o peor aún, si lo toleró, entonces el problema es todavía más grave.
Cada año es lo mismo: miles de mujeres toman las calles del centro, cierran vialidades, pintan edificios y se apropian de los espacios públicos sin consecuencias. Si esto fuera una marcha de hombres, muchos ya estarían tras las rejas. Los ciudadanos están hartos de que les roben los espacios, los comerciantes ven pérdidas y los automovilistas sufren el caos de un centro paralizado. Lo peor es que la protesta dejó de ser una lucha legítima por derechos para convertirse en un pretexto para el vandalismo y el odio generalizado contra cualquier hombre que se cruce en su camino. Ya no buscan igualdad, buscan impunidad para destruir y avasallar.
La oportunidad de frenar estos desmanes está en manos de la Ejecutiva porque solo una mujer puede detener lo que sucede cada año. Si algunas manifestantes fueran detenidas y se confirmara su responsabilidad en los destrozos, podrían terminar en la cárcel, y eso enviaría un mensaje claro para evitar que esto se repita. Pero mientras haya tolerancia selectiva, el abuso seguirá creciendo. Miles de hombres también defienden derechos, pero parece que en esta lucha ya no se busca justicia, sino privilegios que permiten arrasar con todo a su paso.
Siguiendo con lo ocurrido en el 8M, es de destacar el ejemplo y sabiduría que tomaron algunas mujeres laicas que en lugar de amurallarse tras vallas de metal o manifestarse en contra de los grupos radicales feministas, decidieron montar una imagen de solidaridad al poner frente al atrio de Catedral varias sillas que simbolizan las mujeres que faltan, así como un gran listón violeta como única defensa ante la oleada de marchantes, que finalmente terminó en que el templo no fue invadidos no pintarrajeado.
Este ejemplo pudo más que cualquier muro de hierro o cientos de elementos de seguridad, que aunque no comparten sus ideologías, usaron sensatez y fingieron estar de su lado, aunque sea por una vez, solo para que no profanaran como era de esperarse.
A veces, solo hay que entender la psique femenina en darle la razón aunque no la tenga por más iracunda e irracional que parezca. Quizás la ideología del cristianismo puro de poner la otra mejilla les haya funcionado y puedan ser un ejemplo para el próximo año.
Por otro lado, es curioso que el año pasado, en la misma marcha del Día Internacional de la Mujer, no tocaron la agencia de automóviles. Sin embargo al darse a conocer la relación sentimental de Víctor Cruz con la gobernadora, este año sí decidieron romper los vidrios de la agencia. Es una muestra que detrás de la marcha siempre hay intereses políticos, se ve a leguas de distancia. Quien opine lo contrario, es ciego o solamente no quiere ver.