Es Claudia, la mujer que mimetiza al hombre que quizá la propulse a la Presidencia. Es Claudia, la versión facsimilar del estilo lopezobradorista de gobernar. La «corcholata» más empeñada en convertirse en una copia calcada de López Obrador, con la esperanza de ser designada por el dedazo divino. Tema tras tema, reacción tras reacción, palabra tras palabra, Sheinbaum emula a su jefe y plagia políticamente a su patrón. La misma retórica, la misma ofuscación, las mismas prioridades político-electorales que van dejando atrás una estela de daños colaterales. El último accidente del Metro tan sólo demuestra en quién se ha convertido, y cómo gobernará si gana en 2024. Eludiendo, evadiendo, escondiendo, y culpando a gobiernos pasados para no asumir responsabilidades presentes. Si es Claudia, su Presidencia no será una obra original, sino una mera transcripción, con todo y los errores.
Como el error de violar flagrantemente la ley con una precampaña costosa, financiada de forma subrepticia, que la erige en «la reina del cash». Como el yerro de centrarse más en la promoción personal que en un proyecto para sacar al país del hoyo. Como el desacierto de malgastar recursos escasos en actos políticos en lugar de destinarlos a donde deberían ir. López Obrador se ha vuelto el maestro de la política performativa, y Claudia es su mejor alumna. Haciendo giras, comiendo tacos, saltando en el Zócalo, montando espectáculos, anunciando su boda para volverse más cercana, para ser percibida como más humana. Ella, como él, entiende la política como un espectáculo cotidiano, que requiere guion y actuación. Ella, como él, actúa como si entretener fuera igual que gobernar. Ella, como él, distraída de tareas que le parecen triviales en comparación con la contienda presidencial y la permanencia de Morena en el poder.
Y he ahí los costos en vidas humanas, en seguridad, en confiabilidad, en la posibilidad de contar con transporte público digno y seguro. Desde que fue inaugurado el Metro, ha habido más trances letales en el gobierno de Sheinbaum que durante la gestión de cualquiera de sus predecesores. Ante el reclamo colectivo, presenciamos a una candidata que estaba de precampaña en Michoacán para hablar de «Políticas exitosas de gobierno». Vemos a una AMLOmami, más empeñada en recibir aplausos que en asumir culpas. Exigimos responsabilidad y recibimos opacidad. Demandamos claridad y recibimos politiquería y oportunidades para tomarse la foto. Una aspirante a gobernar al país que busca culpables afuera, antes que admitir equivocaciones adentro. Una forma de semigobernar que distrae de lo esencial, y lleva a Sheinbaum a declarar que en el Metro «más que problemas ha habido una campaña en contra».
Al igual que Andrés Manuel, Claudia cree y comparte cuentos de la conspiración en contra de la 4T. En la trama torcida que Sheinbaum imita, las tragedias del Metro son producidas por los «conservadores» o los «enemigos» o la «derecha». Los vagones de la Línea 12 cayeron 40 metros, y el choque de la Línea 3 produjo muertos y heridos porque el mundo está contra de Claudia. La víctima indefensa, injustamente atacada. La mujer que aspira al puesto más poderoso del país, enfadada porque el Metro sabotea su ambición, y coloca cadáveres en su camino. Preocupada porque pasar tanto tiempo promoviéndose fuera de la CDMX no es señal de seguridad, sino de ansiedad.
Lo ocurrido en el Metro no nada más es la falla de una mujer que quiere más poder; evidencia los problemas sistémicos de la 4T. Exhibe los vicios que la izquierda carga consigo desde que ganó la capital en 1997, pero ahora son peores. Corrupción y mala administración, cuatitud que permite recortar costos y usar malos materiales, presiones políticas y amputaciones presupuestales con efectos letales, quejas ignoradas y advertencias desoídas, austeridad republicana para los pobres y pintas por todo el país para la preferida del Presidente. No sólo es el Metro matador. No sólo es el problema de politiquear y pasear en vez de gobernar. No sólo es un tema de personalidad contracarismática o agendas traicionadas o rieles doblados o estaciones incendiadas. La crítica a Claudia deviene de doblar las reglas, descuidar las tareas que le tocan, y culpar a otros por crisis que su desatención detonó. En eso se parece al hombre que la concibió, y de quien se ha vuelto un simple «copy-paste».