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Carichí amaneció con horror. Una cabeza humana, nada menos que sobre las letras turísticas del poblado, fue el saludo macabro de este lunes. Y mientras los habitantes se estremecen, las autoridades municipales —esas que deberían garantizar la seguridad— parecen seguir en su letargo de costumbre.
El hallazgo, reportado por vecinos en plena entrada del municipio, revela el nivel de descomposición que ya rebasa los límites del pudor político. Lo verdaderamente indignante no es solo el hecho brutal, sino el silencio cómplice que reina en la alcaldía. Ni una palabra, ni un comunicado, ni una postura oficial. Nada. El mutismo absoluto, como si callar borrara la sangre o disipara el miedo.
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¿Dónde está el presidente municipal? ¿Dónde están sus mandos policiacos? Porque mientras los uniformados “verifican la información”, el terror ya se apoderó del pueblo y la imagen de Carichí se desmorona ante los ojos del estado.
Es claro que en el municipio hay descontrol. No hay coordinación, no hay autoridad, no hay liderazgo. Si alguien pensaba que el gobierno local tenía el pulso de la seguridad, este hecho lo deja en evidencia: Carichí está a la deriva.
Resulta irónico que las letras turísticas, símbolo de identidad y orgullo local, se hayan convertido en escenario del horror. Un recordatorio brutal de que en este rincón de la sierra, la violencia manda y el gobierno… simplemente observa.
El pueblo exige respuestas, pero parece que en la presidencia municipal nadie las tiene. Quizás estén ocupados redactando comunicados vacíos o, peor aún, esperando a que el tiempo —como siempre— haga el trabajo sucio del olvido.
Porque si algo demuestra esta tragedia, es que en Carichí no gobierna la autoridad, gobierna el miedo
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