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Con el relevo de Director y subdirectores de la Escuela Normal Superior José E. Medrano la primera pregunta que surge es ¿qué opinan los dirigentes sindicales de las Secciones 8 y 42 del SNTE con el nombramiento de Horacio Echeverría González en la subdirección académica?
O quizá Zendejas y Manuel Quiroz, al igual que el CEN del SNTE, desconocen que el Profr. Horacio, quien usufructúa su origen y al mismo tiempo dos grupos se lo pelean. Así como lo lee, los de la etnia Pima dicen que él no es de origen indígena y los “mestizos” aseguran que es Pima, así las cosas; y es que sus antecedentes y conducta en su quehacer como funcionario no le ayudan.
Fue un priista sin brillo, luego aprovechó al PRI de Duarte en su apogeo, abandonó el barco para subirse en las flotas de Javier Corral, le juró lealtad, y ahora navega con su clásica bandera de “intelectual” con el gobierno actual.
Es necesario hacer un rápido recuento:
El Profr. Echeverría, al inicio del gobierno de Corral entrevistó a los candidatos a funcionarios para la SEyD y SEECH dando su visto bueno para los puestos, y el primer criterio que deberían cubrir era que fueran anti sindicalistas.
Durante la campaña presidencial del 2018 encabezó abiertamente la creación de un sindicato nacional independiente de maestros, cosa que en lo oscurito sigue empujando.
Fungió como la conciencia del Profr Arias Delgado, ex Director de los SEECH para mantener al magisterio y al sindicato a raya, y en las peores condiciones políticas de los últimos 35 años.
¿Los antecedentes del Profr Horacio?
Precisamente en el SNTE, como subcoordinador en Guachochi y luego a un espacio sin trascendencia en el Comité de la Sección 8, a la que por cierto pertenece, aunque le duela reconocerlo, y sigue activo como director de una secundaria de modalidad nocturna, y donde parece acordó no pedir licencia y cobrar ambos sueldos. Aunque haya compatibilidad de horarios es incompatible administrativa y legalmente.
Por otro lado, no olvidemos los proyectos de cientos de miles de pesos que el ICHIFE le autorizaba, mientras su hijo trabajó ahí, pues tienen una consultoría desde donde amarra facturas jugosas con el gobierno en turno, eh ahí la razón del gatopardismo de éste camaleónico personaje, quien ahora parece que ha sorprendido al Secretario de Educación y Deporte Lic. Hugo Gutiérrez con los viajes, cursos y títulos que presume que ha adquirido gracias al turismo académico en el que se ha cobijado por más de dos décadas.
Vaya mensaje para el Sindicato de Maestros
¿Será que algún funcionario busque incidir en las próximas elecciones sindicales en Chihuahua?
Y si es así ¿a quién buscan beneficiar?
La reciente denuncia presentada contra el alcalde Marco Bonilla por presuntos actos anticipados de campaña ha generado ruido, pero no necesariamente seriedad. Y es que, aunque el tema podría ameritar un debate de fondo, los personajes que la encabezan terminan por restarle legitimidad al asunto. No lo digo yo: lo dicen los hechos, la trayectoria y —para rematar— lo dicho por Arturo García Portillo, coordinador de Gabinete municipal, quien calificó el asunto como un “show mediático” protagonizado por “grandes perdedores”.
Y es que, en esta ocasión, los autodenominados “Chapulines” —Miguel La Torre y Marco Quezada— son, probablemente, los menos indicados para levantar la voz en nombre de la 4T. Ambos traen consigo más logos partidistas que convicciones, y apenas hace unos meses se enlistaron en Morena no por identificación ideológica, sino porque ahí encontraron más “chas”, más cámaras y más reflectores. Representan más al PRIAN de siempre que a una militancia genuinamente morenista.
En el caso de Marco Quezada, su pasado lo alcanza cada vez que intenta posicionarse como “representante del cambio”. Ahí está —y seguirá ahí— la enorme sombra del Aeroshow, una herida abierta en la memoria colectiva de Chihuahua. A eso se suma el rechazo que aún le guardan cientos de vendedores ambulantes, a quienes literalmente sacó a la fuerza del Centro de la ciudad cuando fue alcalde. Difícil sostener que ahora habla en defensa del pueblo cuando en su momento fue él quien lo marginó.
Miguel La Torre tampoco llega con gran autoridad moral. Después de brincar de un partido a otro como quien cambia de camiseta deportiva, hoy su figura política parece desdibujada. Su rol más visible últimamente no ha sido el de legislador, dirigente o cuadro ideológico, sino el de promotor de box, función respetable, sí, pero muy lejos de la postura de un líder social o un referente de izquierda.
No es que Bonilla sea “una pita en dulce”…Vale aclararlo: nadie afirma que Marco Bonilla sea perfecto ni que esté libre de cuestionamientos. Pero si los reclamos vienen de perfiles tan contradictorios, tan distantes del ideal que dicen defender y tan identificados con prácticas políticas del pasado… pues el mensaje se diluye y el “show” queda en evidencia.
Dejen trabajar a la militancia real. Esta denuncia parece más un intento desesperado por seguir vigentes que un acto de responsabilidad política. Morena, como movimiento, tiene militantes de verdad, gente que sí viene desde abajo, que sí ha sostenido causas y que sí cree en la izquierda. Y es justamente esa militancia la que debería estar ocupando estos espacios.
Si los “Chapulines” quieren seguir saltando de un lado a otro, bien. Pero que no lo hagan a costa del trabajo de quienes construyeron el movimiento antes de que ellos llegaran buscando acomodo.
Tomen ejemplo del hijo pródigo. Ahí está el caso de Fermín Ordoñez: después de idas y venidas, el PRI lo recibió de vuelta y —como dice el dicho— al hijo pródigo lo acogieron con fiesta. Capaz que a Quezada y a La Torre les iría mejor regresando a sus respectivos partidos, donde al menos los conocen y saben qué esperar de ellos.
La izquierda es un espacio que exige congruencia, convicción y trabajo de base. Quienes llegaron por conveniencia deberían reconsiderarlo. No se trata de bloquearles el paso, sino de pedirles algo sencillo: dejen a la izquierda donde debe estar y permitan que la militancia auténtica haga su labor.
Hay abogados que litigan, otros que asesoran, unos más que estudian el Código como si fuera la Biblia… y luego está Gabriel Vidaña, quien parece haber encontrado en las denuncias mediáticas su verdadera vocación, aunque el rigor técnico-jurídico no siempre lo acompañe. El licenciado —porque eso sí, título no le falta— decidió denunciar ante el Órgano Interno de Control a Marcelo Murillo Rascón, asesor jurídico del Municipio, bajo la grave sospecha de que… chan chan chan… firmó documentos sin tener cédula profesional como abogado. ¡El escándalo del año! ¡El Watergate chihuahuense! ¡Paren las rotativas! O al menos eso creyó él.
Porque bastó que saliera el coordinador de Gabinete, Arturo García Portillo, para que todo el teatrito se viniera abajo con una frase que debería imprimirse en una playera y regalársela al propio Vidaña: “La denuncia es improcedente; el reglamento NO exige título para ese puesto. De preferencia, sí; obligatorio, no”. Y ahí quedó todo el show.
Resulta que el mismísimo abogado denunciante olvidó —o no quiso— leer el reglamento del puesto. Un detalle pequeñito. Insignificante. Apenas el tipo de cosa que un abogado debería revisar antes de presentar una denuncia formal. Pero bueno, quizá confiaba más en la fuerza de su indignación que en la fuerza de la ley. Así, Vidaña terminó denunciando a alguien por no cumplir un requisito… que no existe. Un clásico del “se me hizo fácil”.
Improcedente es una palabra muy elegante para esta situación. Podríamos decir que la denuncia llegó al OIC sin pies, sin cabeza, sin reglamento leído y sin sentido común. Una especie de carta a Santa Claus donde el abogado pidió sanciones que la ley no contempla y señaló faltas que no son faltas. Pero eso sí: fue puntualmente entregada y seguramente con buena caligrafía, que nunca falte el estilo.
Con este episodio, Vidaña parece especializarse en casos inexistentes, denuncias fantasma y acusaciones evaporadas. Toda una nueva rama del derecho: el Derecho Especulativo, donde lo importante no es lo que dice la norma, sino lo que uno cree que debería decir. Y claro, si el escándalo sale en medios, mejor.
Mientras tanto, Marcelo Murillo Rascón seguirá trabajando; el Municipio seguirá operando; el reglamento seguirá ahí, intacto; y el abogado Vidaña tendrá que regresar a la mesa, esta vez con un texto que no olvide revisar: el reglamento al que él mismo hace referencia. Porque una cosa es denunciar… y otra, muy distinta, hacer el ridículo jurídico en horario laboral.







