Enrique Rascón Carrillo, el secretario de Pueblos y Comunidades Indígenas que solía enojarse más que el alcalde de Chihuahua cuando los medios le preguntaban por puertas que no encontraba, recibió esta semana un apapacho que sí le cabe en el corazón. Rodeado de personas de buen corazón y honradas hasta el cuello, firmó un convenio de colaboración con el director de COESVI, José Antonio Chávez Rodríguez, y el presidente de la CMIC Chihuahua, Julio César Mercado Rodríguez, para remodelar asentamientos tarahumaras y mejorar la calidad de vida de sus familias.
A la cita asistieron Óscar Ricardo Mendioleá Ontiveros, de Jurídica, y Arturo Roberto Perea López, director Técnico de COESVI, quienes atestiguaron cómo el enojo mediático de Rascón se transformó en abrazo colectivo. En política, a veces un respiro institucional vale más que mil respuestas; esta vez, la puerta abierta fue la de la dignidad indígena.

Dicen que la policía municipal de Chihuahua está más preparada que nunca. Y sí, lo demostraron este fin de semana cuando, durante un rescate en Majalca, lograron ejecutar con precisión quirúrgica… una caída. No de un delincuente, no de un árbol, sino del mismísimo agente que iban a rescatar.

La escena, digna de una película de comedia involuntaria, muestra a nuestros valientes guardianes del orden intentando subir al herido a un helicóptero. Pero entre gritos, cuerdas y camilla, algo salió mal —porque claro, siempre hay algo que sale mal— y el agente terminó de nuevo en tierra firme, quizá comprobando la ley de la gravedad en nombre del servicio público.

El video se hizo viral más rápido que una multa mal puesta, y ahí vimos el profesionalismo que tanto presume la Dirección de Seguridad Pública Municipal (DSPM): un equipo de acción que parece entrenado por los de Jackass, pero con uniforme.

Y lo más triste —o lo más chistoso, según el humor de cada quien— es que esos mismos son los que patrullan nuestras calles, los que deciden si llevas cara de sospechoso o no, los que te piden los papeles del carro con tono de autoridad divina. Uno pensaría que después de tanto curso, tanto “protocolo táctico” y tanta conferencia de prensa, al menos sabrían amarrar una camilla.

Mientras tanto, el comisario Julio Salas seguramente ya tiene lista la versión oficial: “fue un incidente aislado” o “un error de procedimiento”. Claro, porque en la DSPM no hay errores sistemáticos, solo caídas accidentales… del cielo.

Lo cierto es que este episodio no solo es tragicómico: es un retrato perfecto de lo que pasa cuando la improvisación se disfraza de eficiencia, y cuando el uniforme vale más que la capacidad.

Porque sí, estos son los que nos cuidan. Los que te multan por no traer cinturón, pero se les cae un compañero del helicóptero. Los que se indignan si los grabas, pero ya protagonizan virales en TikTok.

Y así seguimos: entre risas, memes y caídas, intentando creer que la seguridad está en buenas manos… aunque esas manos, por lo visto, no siempre tengan buen agarre.

Andrea Chávez llegó al Senado envuelta en el discurso del cambio, del feminismo, de la nueva política… y hoy parece más bien el retrato de lo que prometió destruir: una política soberbia, rodeada de pleitos, y con más renuncias que aliados.

Porque lo que se ha visto últimamente no es liderazgo, es berrinche con curul. La senadora de Morena, que presume humildad desde el atril pero trata a su propio equipo como si fueran extras en su reality político, ya consiguió algo difícil: que la gente prefiera irse antes que seguirle el juego.

Y es que cuando tus colaboradores, simpatizantes o compañeros de causa te dicen “gracias, pero no gracias”, no es casualidad. Es señal de que el encanto del discurso ya no alcanza para tapar la soberbia, ni el perfume del poder para cubrir el olor a autoritarismo disfrazado de progresismo.

Andrea, la que gritaba en campaña que “el pueblo manda”, hoy parece creer que el pueblo obedece. Y si no obedece, pues lo bloquea, lo insulta o lo acusa de traidor. Una versión 2.0 de los viejos caciques, pero con filtro de Instagram y lenguaje inclusivo.

No se puede construir un movimiento con base en el miedo ni en los desplantes. Porque, como dicen los que la conocieron de cerca: con jefas así, mejor nada. Y esa frase se repite más de lo que ella quisiera.

Resulta irónico que quien predicaba unidad dentro de la “Cuarta Transformación”, ahora sea la protagonista de las fracturas más visibles del morenismo en Chihuahua. Varios ya tomaron distancia, algunos con discreción, otros con hartazgo evidente. Y es que el carisma en redes no alcanza para tapar los desplantes fuera de cámara.

Mientras tanto, ella sigue convencida de que todo se trata de “ataques del conservadurismo”. Claro, como si los que se le fueron fueran panistas encubiertos y no los mismos que la ayudaron a llegar.

Andrea Chávez, la que se creyó jefa, terminó quedándose sola en su propio escenario. Porque en política, como en la vida, nadie sigue a quien confunde liderazgo con protagonismo.

Y ahí está el resultado: una senadora con micrófono, pero sin eco; con poder, pero sin respeto.
La jefa de nadie.