Noticias Chihuahua:
El episodio de la manta con mensaje político durante el desfile del 20 de Noviembre no solo generó ruido mediático y comentarios en el gabinete estatal. Puertas adentro del Municipio, el incidente derivó en un regaño de alto calibre del alcalde Marco Antonio Bonilla Mendoza, dirigido principalmente al director del Instituto Municipal de Cultura Física y Deporte, Juan José Abdo, y a los representantes del gremio del boxeo que participaron en ese contingente.
Y es que, aunque la manta haya sido “espontánea” —como algunos intentaron justificar—, lo cierto es que no hubo permiso, ni aviso, ni coordinación, y eso en un evento cívico tan formal equivale a dinamitar protocolos que nunca deberían romperse. De ahí que Bonilla, siempre cuidadoso con la imagen institucional, haya exigido explicaciones inmediatas.
El mensaje fue claro: no se vale politizar un desfile conmemorativo. Menos aún cuando el error queda expuesto frente a autoridades estatales y federales.
Lo más delicado es que el jalón de orejas cayó sobre Abdo, uno de los directores más respetados y queridos por la comunidad deportiva. Hay que decirlo: Abdo ha sido, quizá, el mejor titular del deporte municipal en años, disciplinado, productivo, cercano a entrenadores y atletas, un perfil con resultados que pocos pueden presumir. Los deportistas lo aprecian, lo buscan, lo respaldan. Esa reputación no se consigue de la noche a la mañana.
Por eso, que ahora su nombre aparezca en medio de esta tormenta es preocupante. Sería una verdadera lástima que, por un descuido ajeno al trabajo que históricamente ha desempeñado, alguien con su trayectoria se convierta en “cabeza rodante”. Y más aún cuando en la administración municipal hay otros directores que han dado más motivos para rendir cuentas, pero que siguen ahí, navegando entre las olas sin mayor presión.
Lo ocurrido con la manta fue un error, sí. De mal gusto, sin duda. Pero también debería servir para poner en perspectiva dónde están las fallas reales y quiénes son los que verdaderamente sostienen áreas completas con su trabajo.
El deporte en Chihuahua ha avanzado como no se veía en años, y eso no es casualidad. Ojalá la prudencia prevalezca y este episodio no termine castigando a quien, irónicamente, más ha sumado.
A veces, un mal golpe llega donde menos se lo espera. Esperemos que este no sea el que descuente a uno de los mejores jugadores del equipo municipal.
Si algo ha demostrado el regidor Miguel Riggs en los últimos meses es que, si hubiera una olimpiada de autotropezarse con la misma piedra, ya tendría medalla de oro, plata y bronce. Y ahora, con su flamante sanción de 30 días sin goce de sueldo por violencia de género, el regidor confirma que su carrera política no avanza… pero su habilidad para hacer el ridículo, esa sí, va en ascenso constante.
El Órgano Interno de Control prácticamente tuvo que enviarle una señal de humo para decirle lo obvio: no puedes agredir verbalmente a la síndica Olivia Franco y luego caminar tan campante fingiendo que nada pasó. Pero Riggs, que parece tener el talento de convertir cualquier sesión de Cabildo en un episodio perdido de La Rosa de Guadalupe, logró nuevamente colocarse en el ojo del huracán.
Y no es que este episodio sea nuevo. No. El regidor ya había sido sancionado por violencia simbólica, ya había tenido que ofrecer disculpas públicas —esas que suelen sonar a “me obligaron, pero aquí ando”— y aun así decidió probar suerte otra vez. Quizá creyó que al tercer intento le daban descuento.
Pero no.
Esta vez le cayó la máxima sanción municipal: 30 días a la banca, sin sueldo. Un mes completo para reflexionar, meditar, respirar profundo, y quizá descubrir que el problema no es el Cabildo, ni el reglamento, ni la prensa… sino el propio Riggs.
Lo más irónico es que, mientras el Municipio lidia con verdaderos retos, el regidor logró que toda la atención pública se desviara hacia él, como si su misión en la vida fuera ser el chiste involuntario de cada semana. Y vaya que lo logra. No cualquiera.
Imagínese usted la escena:
Mientras muchos funcionarios se ponen nerviosos por obras, seguridad, programas, auditorías… Riggs está ocupado improvisando berrinches, insultos y espectáculos dignos de un casting para villano de telenovela de las 4 pm.
Y luego se sorprende cuando le aplican el reglamento.
Como si hubiera dicho:
—¿Violencia de género yo? ¡Jamás! Solo fue una falta de respeto, una grosería, un insulto público… pero de buena fe.
El Municipio, harto de hacerle entender con palitos y bolitas, finalmente sacó la regla grande. La que sí duele. La de los 30 días sin sueldo.
Ahora sí, la cartera hablará.
En la UACH jubilarse se ha convertido en una especie de castigo disfrazado de homenaje. Los maestros y trabajadores que dieron décadas de servicio ahora enfrentan un triple problema: nadie quiere contratarlos, la universidad asegura que “no hay dinero”, y la burocracia los trata como si fueran un gasto prohibido.
Los jubilados viven en un limbo donde la UACH presume tradición y comunidad, pero los relega cuando quieren seguir aportando. Las dependencias prefieren contratar a cualquiera antes que a quienes conocen mejor la institución. La excusa es siempre la misma: insuficiencia presupuestal. La realidad: falta de voluntad.
Con discursos grandiosos y bolsillos vacíos a conveniencia, la UACH convierte la jubilación en sinónimo de invisibilidad. No piden homenajes, solo certeza y la oportunidad de trabajar si así lo desean. Sin embargo, lo único que reciben son negativas elegantes y silencios incómodos.
Porque en la universidad siempre hay dinero para lo que se quiere…
Y, al parecer, los jubilados no están en esa lista.
Gerardo Fernández Noroña, en su habitual estilo confrontacional y carente de empatía, atacó a Grecia Quiroz, viuda del alcalde asesinado Carlos Manzo, por acusar a morenistas como Leonel Godoy y Raúl Morón de estar vinculados al crimen perpetrado por el CJNG. En lugar de solidarizarse con su duelo o demandar una investigación seria, Noroña la tildó de «irresponsable» y afirmó que «la ambición se le despertó», reduciendo su legítimo clamor por justicia a un mero cálculo electoral, ignorando las denuncias previas del propio Manzo contra esos mismos personajes.
La idiotez de Noroña radica en su amargura selectiva: califica de «fascista» a Quiroz por aspirar a la gubernatura de Michoacán, mientras defiende ciegamente a Morena sin un ápice de autocrítica, convirtiendo un asesinato político en un chisme de ambiciones personales. Este vividor de la polémica, que cobra por sus transmisiones llenas de bilis, prefiere el linchamiento verbal a enfrentar la realidad de la violencia en su partido, revelando su rol como guardián del statu quo guinda en vez de un verdadero defensor de la transformación.







