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Este fin de semana la zona centro-sur vivió un episodio que parece sacado de una comedia política de bajo presupuesto. Jesús Valenciano recibió lo que en el argot se conoce como “un tiro cantado”: un escándalo público orquestado para exhibirlo. El responsable fue Eliseo Compeán, quien ya forma parte del equipo de Morena y se paseó en la posada guinda con micrófono en mano, echando porras y calentando el ambiente como si fuera animador de fiesta infantil.
Lo curioso es que, en respuesta, llegaron agricultores con tractores y camionetas haciendo sonar los cláxones frente al evento morenista, supuestamente enviados por el propio Valenciano. Sin embargo, la versión que circula es que ni en su casa le obedecen, mucho menos un grupo de productores. Al final, el tiro resultó tan cantado como ineficaz: de los dos protagonistas no se hace ni uno completo. Y lo más claro del asunto es que ninguno parece en condiciones de quedarse con la presidencia: uno no la conserva y el otro, simplemente, no la gana.
Llegaron las vacaciones a la UACH. El campus se vació, los pasillos callaron y las promesas… bueno, esas ya estaban vacías desde antes. Porque mientras estudiantes y maestros guardan mochilas y planean descansos, hay un pequeño detalle que nadie ha resuelto: la famosa carrera de Veterinaria que fue anunciada con bombo, platillo y fanfarria institucional… y que hoy vive cómodamente en el cajón del “luego vemos”.
Hace más de un año, el rector Luis Rivera Campos anunció la llegada de Veterinaria como si se tratara de la segunda venida académica. Sonrisas, discursos, titulares y expectativa monumental. La demanda fue tan grande que parecía que Chihuahua entero había decidido convertirse en veterinario de la noche a la mañana. Pero pasó el tiempo, pasó el entusiasmo y, como suele ocurrir en la UACH, pasó todo… menos la carrera.
En la Facultad de Zootecnia y Ecología el ambiente sigue siendo el mismo: ingenieros zootecnistas mirando de reojo, como quien cuida el refrigerador para que nadie más se acerque. Porque el problema no es técnico ni académico, es territorial. El miedo no es a la mala planeación, sino a que lleguen los veterinarios y se llene la facultad de estudiantes, maestros y, peor aún, competencia.
Así que ahí siguen los zootecnistas, rejegos y aferrados, como si Veterinaria fuera una invasión extranjera y no una carrera universitaria. Y mientras tanto, los directivos practican su deporte favorito: el olvido administrativo. Porque en la UACH las promesas no se cancelan, se dejan en pausa indefinida hasta que nadie pregunte por ellas.
Hoy nadie da explicaciones, nadie recuerda el anuncio y nadie parece incómodo. El rector ya no menciona el tema, la facultad no informa y la universidad aplica su vieja estrategia infalible: dejar que el tiempo pase… y que no pase nada.
Eso sí, las vacaciones llegaron puntuales. Las promesas, como siempre, se quedaron esperando el próximo ciclo… o el próximo rector.







