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Si en el Ayuntamiento de Chihuahua existiera un cargo oficial de bufón municipal, no habría necesidad de convocar a concurso: Miguel Alonso Riggs Baeza se lo habría ganado solito, y por aclamación popular. Y es que el regidor de Morena vuelve a ser noticia, no por su brillante desempeño —ese unicornio que nadie ha visto— sino porque el Tribunal Estatal Electoral tuvo que darle un manotazo administrativo y ordenarle otra vez que pida disculpas. Sí, leyó bien: otra vez.
Resulta que la primera disculpa pública dirigida a la síndica Olivia Franco fue tan hueca, tan poco convincente y tan “ahí luego” que el TEE decidió que aquello no cumplía ni con los criterios básicos de una disculpa humana, mucho menos con los de una sentencia del 21 de agosto. Vamos, que si hubiera sido tarea de primaria, la maestra habría puesto el clásico: “Rehacer. No se entiende.”
Ahora, el pobre Riggs tendrá que recitar su acto de contrición en pleno, durante la XXII Sesión Ordinaria de la Comisión de Hacienda y Planeación, presidida por Luis Villegas. Un viernes, a la 1 de la tarde, cuando todos queremos comer… pero bueno, cada quien con sus penitencias. Y la suya es pública, simbólica, restaurativa y, sobre todo, humillante. El Tribunal fue clarito: esta vez tiene que doler.
Mientras tanto, la síndica Franco ya recibió la notificación y recordó —con toda la serenidad de quien sabe que la ley le está dando la razón— que sí, que las sentencias se cumplen, sobre todo tratándose de servidores públicos que creen que pedir disculpas es opcional. Además, subrayó el punto central: esto trata de violencia política en razón de género, y eso no se tolera… ni aunque el responsable haga su mejor imitación de “ups, se me olvidó”.
Pero ahí no termina la tragicomedia: Riggs no solo debe disculparse, sino probar que se disculpó. Sí: evidencia, capturas, video, acta, estampita y si se puede un testigo notarial. Tiene tres días hábiles para entregarlo todo, porque si no, lo esperan los medios de apremio. Traducción: la autoridad ya está harta de jugar a “sí cumplo / no cumplo”.
Y como guinda del pastel, sigue vigente su obligación de comprobar que tomó, aprobó y concluyó el curso de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Ese que, si lo hubiera hecho y entendido desde un inicio, probablemente le habría evitado toda esta gira involuntaria por el pasillo de la vergüenza institucional.
Pero no. Aquí estamos. La ciudad mirando cómo un regidor convierte un simple acto de disculpa en una saga de tres capítulos, un manual de “cómo complicar lo fácil” y un recordatorio de que en política, el ridículo también cuenta como experiencia profesional.
En fin. Que el viernes Riggs subirá al escenario otra vez. Y ojalá ahora sí entienda que pedir perdón no es humillante: lo humillante es que el Tribunal tenga que obligarlo dos veces.
Lo que debía ser un desfile solemne por la Revolución Mexicana terminó convirtiéndose en una función de box político… y el que está tambaleando en la esquina no es Marco Bonilla, sino Juan José Abdo, director del Instituto Municipal de Cultura Física y Deporte.
Porque, mire usted, los deportistas del IMCFD decidieron sacar una lona que decía:
“Marco vamos por el KNOCKOUT en el 27!!!”
Una frase que, según ellos, era “inocente”, “motivacional” y “sin intención política”. Sí, claro. Y Pancho Villa era pacifista. El mensaje cayó como balde de agua helada en pleno desfile: un acto cívico convertido en pre-pre-pre campaña con letras de lona y pompones deportivos.
Funcionarios estatales se incomodaron visiblemente.
Y quién no respetó el desfile, ni a las autoridades, ahí es cuando empieza a temblar Juan Abdo, quien —hasta ese momento— gozaba de la buena reputación de cronistas y deportistas por su manejo del Instituto. Pero este desliz, que nadie sabe si se le coló, se lo brincaron o se lo ocultaron, podría costarle caro. Muy caro, pero recordemos que anda de vacaciones Yanko Durán y el proselitismo puede seguir ante su nula administración en el IEE.
Dicen quienes estaban cerca que Abdo se mantuvo serio, muy serio, esperando a que terminara el desfile para acercarse a la gobernadora. El tipo sabía perfectamente que tenía que dar explicaciones… y rápido. Porque esto no fue una travesura: fue un mensaje político directo frente a la plantilla mayor, esto indica que en casa, si en el municipio puede hacer lo que le da la gana, pues acá no, en un evento oficial, frente a cámaras, prensa y medio Chihuahua.
Y cuando algo así pasa, ruedan cabezas. O al menos tambalean puestos.
Lo más triste —o más irónico— es que los deportistas y cronistas deportivos estaban satisfechos con la gestión de Abdo. Pero este episodio, este detallito de lona mal colocada, podría salirse de control. Al Municipio tal vez le haga gracia, pero el Estado debe respetarse. Y en política, cuando haces enojar al lado equivocado, la cuerda siempre truena por lo más delgado.
Así que mientras unos hablan del “Knockout del 27”, el que realmente está esquivando golpes desde ya es Juan Abdo.
Y en este ring, no hay guantes que lo salven si alguien decide lanzar la campana final.
En el Congreso del Estado, entre gritos de “¡traidor!” y “¡vendido!”, los productores agrícolas literalmente corrieron a empujones a Martín Solís Bustamante del estrado durante las mesas de diálogo por la polémica Ley de Aguas. El exlíder barzonista, que llegó como quinto representante de los propios productores, apenas alcanzó a decir que tenía “coincidencias y diferencias” cuando le cayó encima la furia de quienes alguna vez lo vieron como aliado. No es la primera vez que Solís genera repudio visceral: lleva décadas siendo el hombre que siempre aparece del lado que más calienta las gordas, sin importar el color del gobierno en turno.
Porque la historia de Martín Solís es un manual de supervivencia política: fue pieza clave del barzonismo duro contra César Duarte, acumuló señalamientos de oportunismo y enriquecimiento inexplicable en esa época, luego se acomodó como director de Fomento Agropecuario con Javier Corral —de quien hoy muchos dicen que heredó el mismo estilo confrontativo y la misma habilidad para generar enemigos en todos los bandos— y ahora intenta colarse de nuevo como voz “técnica” en medio de la rebelión campesina. El rechazo de ayer no fue solo por la Ley de Aguas; fue el grito acumulado de quienes lo ven como el símbolo perfecto del político que cambia de trinchera según sople el viento, siempre con cargo y siempre con controversia. En Chihuahua, Martín Solís no necesita presentación: basta con que abra la boca para que lluevan rechiflas… o escoltas que lo saquen por la puerta de atrás.
El próximo lunes 24 de noviembre, México vivirá el mayor paro coordinado en años: transportistas y campesinos tomarán carreteras, aduanas fronterizas y zonas industriales en los 32 estados. No es amenaza, es anuncio formal. David Esteves Gamboa pidió a los operadores no sacar ni un solo camión; Baltazar Valdés ratificó la alianza total y Yacu advirtió sin rodeos: “No va a haber tránsito para nadie”. Quien tenga planeado viajar, moverse o importar ese día, que se prepare para el caos o, mejor aún, que se quede en casa. Porque cuando los que mueven la comida y los que la producen deciden parar, el país simplemente se detiene.
Y no es capricho: llevan 12 sexenios sin licencias plastificadas, sin papeletas de revisión físico-mecánica, sin placas nuevas y con la extorsión como impuesto diario en cada carretera. Las mesas de diálogo con legisladores han sido puro teatro; las respuestas, nulas. Por eso ahora van con todo y sin intermediarios. Dicen que no los financia nadie, que no son oposición ni partido, que solo exigen que el Estado recuerde que transportistas y campesinos son la vértebra de la economía real, no los especuladores de la Bolsa ni los burócratas de escritorio. El lunes sabremos si el gobierno entiende que, cuando esa vértebra se quiebra, el país entero queda paralizado… y hambriento.







