ESCUCHO, SIENTO Y APRENDO… DESDE LA DIFERENCIA
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Por Boris González Ceja
Adivina: no soy un objeto, tampoco una persona. No soy un lugar y no pueden
verme, olerme ni tocarme, pero me hago presente: ¿Qué soy? Exacto, soy el
autismo.
Así como en la película Me llaman Radio, los autistas son invisibles y muchas
veces excluidas de su contexto, con problemas relacionados con la concentración,
las relaciones sociales y la atención.
El autismo, también conocido como trastorno del espectro autista (TEA), es una
condición neurobiológica que altera el sistema nervioso y el funcionamiento
cerebral de manera permanente y sin cura, que muchas personas viven sin
diagnosticar durante toda su vida y mueren sin saberlo.
Las personas con autismo tienen como un síntoma característico problemas para
socializar. No captan bien las emociones ajenas ni las señales como gestos o
miradas. En muchas ocasiones pueden tomar las cosas muy al pie de la letra y no
entienden los chistes o dobles sentidos, se muestran desorientados y sin
posibilidad de intervenir en una conversación cotidiana. Las reglas sociales que
para muchos son obvias, como saludar de vuelta, pueden ser un reto para un
autista.
Otro síntoma del autismo es el problema de procesar sensaciones. Pueden ser
más sensibles o buscar evadir ciertos estímulos como sonidos fuertes o luces
brillantes, lo que a veces les causa crisis, o llegan a tener una concentración bien
marcada ante algo insignificante para otra persona.
En el autismo el coordinarse también es un síntoma problemático. Manejar la
motricidad les puede ser difícil, y cosas como escribir, montar bici o jugar a la
pelota pueden ser un desafío, muchas veces por falta de estimulación desde
pequeños.
La causa exacta del autismo es compleja y aún no se comprenden del todo, pero
se reconoce que tiene una combinación de factores genéticos, biológicos y
ambientales, la herencia o los abusos.
El desarrollo del cerebro también muestra variaciones que pueden contribuir al
autismo, sobre todo por problemas de higiene, económicos o de falta de alimentos
de buena calidad durante los primeros 5 años de edad.
El autismo puede afectar a personas de cualquier raza, cultura y nivel
socioeconómico, siendo cuatro veces más común en niños que en niñas. Se
considera que la incidencia de autismo a nivel mundial es de 6 niños por cada mil.
Casi 1 % de los niños en México, alrededor de 400 mil, tienen autismo, siendo un
número muy elevado de personas con esta condición y un problema urgente de
salud mental pública en México, donde el sistema de salud los tiene excluidos.
¿Cómo podemos convivir mejor con personas autistas?
Primero, es importante aceptar el diagnóstico: tener un diagnóstico preciso nos da
el 50 % de la solución, y comprender que el diagnóstico de autismo en tu hijo es
un cambio significativo en las expectativas familiares, va a ayudar a mejorar la
atención. Aceptar esto es crucial y puede ser desafiante, por lo que considerar la
ayuda de un psicoterapeuta experimentado puede ser beneficioso para manejar el
estrés emocional y establecer metas realistas para la persona y la familia.
Segundo, ten paciencia: la interacción con tu hijo puede ser difícil inicialmente; él
o ella podría no responder de inmediato, pero no está siendo grosero o te quiere
ignorar. Con un poco más de tiempo y paciencia, encontrarás momentos de
conexión que serán gratificantes para ambos, sobre todo porque hay personas
que nos dicen: “no entiendo nada”, y con paciencia se puede atender ese
problema, tanto a nivel personal como familiar, para no desgastarse.
Tercero, busca apoyo profesional: el autismo implica desafíos en la
comunicación y en la interacción social, además de una posible rigidez en
comportamientos e intereses. Es importante recibir apoyo de profesionales
especializados como psicólogos, que pueden ofrecer estrategias específicas para
mejorar la calidad de vida de tu hijo y facilitar su desarrollo. También la ayuda
profesional puede llegar con el acompañamiento terapéutico, que es un dispositivo
de atención psicológica donde el profesional acompaña al paciente a su trabajo, al
bar, a actividades recreativas, siempre como apoyo ante situaciones que requiere
de un elemento externo para mejorar.
Por último, permite que juegue y se divierta: es muy importante dejar que tu hijo
juegue con otros niños para que mejore sus formas de relacionarse con las
personas y en cómo llevarse con los demás. Esto les ayuda mucho a aprender a
socializar, a soportar la frustración y a encarar la vida de viva voz.
Causas y azares…
Los concursos de oposición para elegir a los mejores en la Secretaría de
Salud son cosa del pasado, y ahora queda puro cuate a la medida de sus
intereses personales.
Es irrisorio que el director de salud mental sostenga que el 90 % de los
suicidios son por depresión: así, no vamos a quedar ninguno ¡Qué genio!
Hasta la próxima, que toda muerte es única y personal como un recuerdo.
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