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En medio del torbellino de protestas que azota el Congreso de Chihuahua, donde productores expulsan a voces disidentes y el aire se carga de acusaciones de traición, el diputado Tony Meléndez emerge como una figura serena en la tormenta, defendiendo las mesas de consulta sobre la controvertida Ley de Aguas como el único puente viable para tender un diálogo genuino con el sector agrícola, un sector que clama por gotas de justicia en un desierto de promesas incumplidas y tuberías secas que amenazan con ahogar la economía regional.
Meléndez, con la convicción de quien ha visto ríos evaporarse en litigios interminables, argumenta que estas sesiones no son mero formalismo burocrático, sino una ventana abierta al alma de los productores, permitiendo desentrañar necesidades urgentes como la distribución equitativa del vital líquido, la modernización de canales obsoletos y la protección contra el acaparamiento corporativo que ha convertido campos fértiles en extensiones de polvo y deudas. En un estado donde el agua es oro líquido y su escasez un arma de doble filo en la política, el legislador vislumbra en estas mesas la oportunidad de transformar el caos en consenso, evitando que la ley se convierta en otro capítulo de enfrentamientos estériles que solo benefician a los poderosos.
Sin embargo, el eco de los gritos recientes en el recinto legislativo resuena como advertencia: ¿podrán estas consultas apaciguar a un movimiento que ya marcha con barricadas y amenazas de paralización nacional, o se disolverán en el mismo vapor de desconfianza que ha evaporado reformas pasadas? Meléndez insiste en que el conocimiento profundo de las demandas campesinas —desde subsidios para riego eficiente hasta sanciones contra el desvío ilegal— es el antídoto contra la radicalización, pero en Chihuahua, donde la sed política iguala a la hídrica, el verdadero examen será si estas mesas logran regar raíces de acuerdo o solo fertilizan más semillas de conflicto.
El diputado no oculta la urgencia: con el lunes 24 acechando como un nubarrón de bloqueos en carreteras y aduanas, estas consultas representan no solo un mecanismo técnico, sino un salvavidas ético para un Congreso acorralado, donde ignorar la voz de los que siembran podría cosechar una rebelión que inunde las urnas con votos de rencor. En este tablero de ajedrez acuático, Meléndez apuesta por la empatía como estrategia ganadora, recordándonos que en un estado sediento, el diálogo no es lujo, sino supervivencia colectiva.







