JIRONES DE NUESTRA HISTORIA

JIRONES DE NUESTRA HISTORIA

 

Por: José Luis Jaramillo Vela

Un territorio que crece hasta ser inmenso

Una vez consumada la conquista, la Corona Española decide que estos territorios y los que se vayan descubriendo, se llamarán Los Territorios de la Nueva España, procediendo a nombrar a Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano como Capitán General de la Nueva España, con la orden de terminar de pacificar a las tribus indígenas e imponer la paz en el territorio, para poder enviar colonos y misioneros evangelizadores a poblar la nueva colonia en nombre de la Corona Española y permitir establecer un orden político y de gobierno.

Hernán Cortés logró imponer la paz en el valle de México, primero sometiendo por las armas y después negociando y pactando con las tribus que se iban rindiendo, esto permitió que se instalara el Gobierno del Virreinato, que los misioneros pudieran iniciar sus labores de evangelización y que los colonos llegados de España pudieran ir tomando tierras y fundando asentamientos para poblar los territorios recién conquistados; sin embargo, había tribus como los Chichimecas que no se rendían tan fácilmente y presentaban aguerridas batallas y bravos ataques.

Llegaron desde España exploradores, conquistadores y militares como Cristóbal de Oñate y Juan de Oñate, padre e hijo; los hermanos Hernando y Juan de Grijalva, Francisco de Ibarra y Diego de Ibarra, padre e hijo; Cristóbal de Olid, Hernando Alonso y quizá el más renombrado de todos, Alvar Núñez Cabeza de Vaca; todos ellos con sus exploraciones y conquistas, lograron extender la Nueva España hasta conquistar Centroamérica, Mesoamérica y gran parte de Norteamérica, incluso se aventuraron hasta Alaska, territorio que pertenecía a Rusia.

En la medida que los exploradores avanzaban hacia el norte de la Nueva España, el territorio se hacía mas vasto y se encontraban con diversas tribus a las que fueron sometiendo, pero había otras muy bravas, como los Apaches, Comanches y Cherokees que ocasionaban muchos problemas a la labor de los misioneros, por lo que se hacía necesaria la presencia pacificadora en los territorios, para la seguridad de los misioneros y de los colonos españoles que iban fundando poblaciones.

Antecedente con los Huachichiles Chichimecas

En 1570, el Virrey Martín Enríquez de Almanza y Ulloa organiza la campaña militar contra los Huachichiles, una desbandada de indios Chichimecas nómadas que atacaban con ferocidad a los pueblos, minas y misiones, matando españoles, criollos, mestizos y misioneros; el Virrey Almanza ordenó la construcción de varios presidios en Loreto, Jalpa y Sombrerete en la región de Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes y Querétaro, con el fin de garantizar la seguridad en las rutas de misioneros, colonizadores y de tránsito de mercancías y minerales, mismos que servían

para encerrar a estos belicosos Huachichiles y como destacamentos militares. A esta campaña militar se le conoció como “Guerras Chichimecas”; como resultado de esta guerra, los Huachichiles fueron exterminados, quedando únicamente los Chichimecas pacíficos.

Abusos de los soldados y de los misioneros…la Rebelión de la Sierra Tarahumara

A los oídos de los Virreyes llegaban las noticias acerca de los despiadados ataques de los indios Apaches, Comanches y Cherokees a los poblados y misiones en el norte de la Nueva España, arrasando pueblos y misiones, llevándose con ellos a los niños. Pero también, a los oídos de los Virreyes, llegaban los rumores sobre los abusos que cometían tanto los soldados como los misioneros en contra de los indios en esas regiones del norte tan apartadas, que con el pretexto de la evangelización eran sometidos y tratados en forma brutal.

Esta situación llegó a su límite en 1652, cuando el General Retana, Juan Fernández de Retana, en un acto de extrema crueldad decapitó a treinta indios Tarahumara inconformes con los malos tratos y despojos de que eran objeto por parte de misioneros y soldados españoles en la aldea de Comórachi, y exhibió sus cabezas empaladas en el pueblo de Sisoguichi; ahí surge la figura de Gabriel Tepórame o Teporaca como Gran Jefe Tarahumara y bajo su liderazgo se sublevan contra los invasores españoles.

El Virrey Francisco Fernández de la Cueva y Enríquez de Cabrera, Duque de Albuquerque, tomando cartas en el asunto reclama a la Orden de los Jesuitas y a su propio Ejército, como es, que por un lado solicitan ayuda virreinal frente a los ataques Apaches y Comanches y por el otro lado muestran extrema bestialidad contra los Rarámuri; al concluirse la rebelión, se hace la paz con los Tarahumara, pero continúan los feroces ataques Apaches y Comanches.

Surgen los Dragones de Cuera

El Virreinato solicita a la Corona Española, la autorización para la creación de un cuerpo de caballería especializado únicamente en labores de vigilancia en el norte de la Nueva España, así como la construcción de Presidios en diferentes puntos del territorio para tratar de acabar con las salvajes incursiones de los indios; para agravar la situación, también se formaban ya las primeras gavillas de mestizos e indígenas que comenzaban a asaltar caminos y ranchos.

El Rey Felipe V autoriza lo solicitado, para beneficio de la Nueva España, aunque la Autorización Real, lleva ciertas condiciones, tales como: el área jurisdiccional de vigilancia será de tres mil kms de sur a norte, partiendo de la Ciudad de México, hasta llegar a los actuales territorios de Dakota, Montana, Idaho y Oregon y tres mil kms de oeste a este, partiendo del actual San Francisco, California hasta la Luisiana; se autoriza la construcción de treinta presidios, cuyas dimensiones no podrán ser mayores a 120 mts x cada lado; en cada presidio se autoriza una tropa con un Comandante, un Capitán, un Alférez y un número no menor a treinta y no mayor a cuarenta elementos, en lugares muy específicos y conflictivos, se autorizan hasta ochenta hombres; se autoriza una volanta de sur a norte y una de oeste a este, cada una con un Comandante, un Capitán, un Alférez y cincuenta hombres; junto a cada presidio se levantará una misión religiosa y se iniciara la colonización de un pueblo; la Sede de este Cuerpo de Vigilancia estará ubicada en Santa Fé (actual Nuevo México), territorio de la Nueva Vizcaya, con capital en Durango; las tropas del Ejército Real del Virreinato y este nuevo Cuerpo de Caballería serán independientes uno del otro en cuanto a mando, operación y administración y solo mediante una orden del Virrey, acudirán una en apoyo de la otra; la dotación de equipamiento, aprovisionamiento y armamento del nuevo Cuerpo de Vigilancia, así como su vestimenta, insignias, banderas, pendones y el nombre, será decisión del Virreinato, con la debida Autorización Real; todos los gastos que requiera la formación y equipamiento de este Cuerpo, así como la construcción de los treinta presidios, serán por cuenta del Virreinato de la Nueva España, con cargo a la Real Hacienda, que al final de cuentas es recurso propiedad de la Corona Española.

Se decidió por el nombre de Dragones de Cuera por el agrupamiento Dragones que cuidaban al Rey de España y las Instalaciones Reales y como parte de su uniforme incluía una especie de ropón largo, sin mangas y confeccionado con siete capas de cuero de bisonte, capaz de resistir las flechas indias, los estoques de espada, los piquetes de lanza y los tajos de cuchillo; a esta prenda se le llamaba Cuera y de ahí surgió el nombre de los Dragones de Cuera.

Bastión de corruptelas

Muy rápido se comenzaron a levantar los Presidios de Janos, Casas Grandes, Paso del Norte, San Francisco de Conchos, San Pedro (actual Meoqui, Chihuahua), Guajoquilla (actual Jiménez, Chihuahua), Junta de los Ríos (actual Julimes, Chihuahua), Parral y San Carlos (actual Ojinaga, Chihuahua); todos estos Presidios conforme se iban construyendo, se enviaba su destacamento de Dragones de Cuera, sus misioneros y colonos para poblar el lugar; sin embargo, comenzó la corrupción.

El Virreinato de la Nueva España, estaba invirtiendo más de medio millón de pesos al año en la construcción de los Presidios y su equipamiento y de pronto, al construir los Presidios de Saltillo (actual Coahuila), Cerralvo y Cadereyta (actual Nuevo León) resulta que ya no había dinero; al intervenir la Real Hacienda del Virreinato, se encontró con que el dinero para construcción, alimentación,, munición, armamento y sueldos, se estaba quedando en los bolsillos de los comandantes y eso estaba atorando la buena marcha del megaproyecto virreinal.

El Virrey Juan Vázquez de Acuña y Bejarano, Marqués de Casa Fuerte interviene y emite un reglamento, mismo que no fue respetado y se ve obligado a reportar un informe al Rey Felipe V, quien sin demora alguna envía a una de sus mejores cartas para poner orden de una vez por todas en los Dragones de Cuera y en la construcción de Presidios, para que funcionaran como se esperaba.

Llega el orden y los Dragones de Cuera son temibles, pero respetados y queridos

A la ciudad de Santa Fé arribó un agrupamiento militar, encabezado por un apuesto caballero de distinguido porte, que de inmediato irradiaba poder, don de mando y respeto por donde quiera que se le mirara; enfundado en un elegante y precioso uniforme militar, al igual que su grupo de acompañantes; era el General Hugh O’Connor O’Reilly y Cunco y Fali, enviado personal del Rey Felipe V y nuevo Comandante General de los Dragones de Cuera, acompañado de su Estado Mayor. O’Connor era un aristócrata irlandés, de sangre real y nacionalizado español, con una sólida carrera militar y un acendrado espíritu del honor y la lealtad, además de tener toda la confianza del Rey Felipe V.

Las órdenes de O’Connor eran eliminar la corrupción y poner a funcionar a los Dragones de Cuera y la Red de Presidios, para contrarrestar los ataques de los indios y los actos de pillaje de las gavillas de bandoleros y para ello, modificó todo el esquema de operación de los Dragones de Cuera, destituyendo comandantes y dando de baja a personal indeseable y se abocó a crear y elaborar un reglamento, que fue fundamental para su funcionamiento.

En cuestión de unos cuantos días, se comenzaron a notar los cambios en la estructura de los Dragones de Cuera, O’Connor rediseñó por completo a este cuerpo de seguridad; a diferencia del Ejército Realista, que no pedía requisitos, aquí si se introdujeron varios y muy novedosos requisitos para ingresar, como era tener una edad mínima de dieciséis años, tener cuando menos 1.50 mts. de estatura (eran los estándares de la época), de preferencia criollo o mestizo, demostrar buena salud a través de un examen médico (introdujo por primera vez este concepto en el continente, algo muy novedoso), ser católico, estar bautizado y estar libre de pecados (mediante un certificado de confesión). También les fijó un sueldo mínimo, nadie podía recibir menos de dieciséis pesos mensuales, lo cual era un sueldo bastante atractivo para la época. Pero eso no fue todo, O’Connor introdujo más cambios muy importantes; en lo administrativo, su Estado Mayor tomó el control de las finanzas para la construcción de Presidios y operación de los Dragones de Cuera.

Bajo el mando de O’Connor, le dio a los Dragones de Cuera unas condiciones de equipamiento, armamento y alimentación, que no tenía el Ejército Español; su equipamiento y armamento consistía en un fusil tipo mosquete, dos pistolas, una espada ancha, una espada corta y un cuchillo corporal o daga de cuerpo; una pica o lanza, así como un escudo, arco y flechas; las ancas o la grupa del caballo iban protegidas con otra cuera de siete capas; como parte de su equipamiento, cada Dragón de Cuera tenía a disposición para su uso, seis caballos, un potro y una mula; mientras que los soldados del ejército solo se les dotaba con dos caballos.

En cuanto al uniforme, el nuevo reglamento marcaba una camisola de lana azul con cuello y puños en franjas rojas, chaqueta corta con siete capas de cuero de bisonte, pantalones azules de lana, con franjas rojas, botas, espuelas y polainas, así como un pañuelo negro al cuello y sombrero tipo cordobés negro con cintilla roja. Uniforme práctico, seguro y vistoso, que, al cabalgar en formación, los hacía ver imponentes.

O’Connor y su Estado Mayor marcaron a fuego en este agrupamiento los valores de honor, lealtad, valentía y respeto por el orden y la disciplina, valores que ya nunca perderían y que siempre acompañaron su actuar; les imprimieron a cada dragón el sello de el compañerismo, la camaradería y el orgullo de pertenencia a los Dragones de Cuera; la observancia y seguimiento de todos estos valores estaban reglamentados, por lo que era obligatorio para todo nuevo elemento.

Con el nuevo comandante, la función de los Dragones de Cuera era exclusivamente proteger a las personas ante los ataques de los indios y de los ataques y asaltos de las gavillas de bandoleros; eran feroces, aguerridos y muy valientes en combate, pero una vez terminado un enfrentamiento, los prisioneros eran encerrados en los Presidios y no se les podía golpear ni torturar ni maltratar; todos los prisioneros eran enviados a la Ciudad de México donde serían juzgados por sus crímenes. Esto hizo a los Dragones de Cuera realmente temibles y respetados por los transgresores, y muy bien aceptados por la población.

En cuanto a los Presidios, estos eran un centro de mucha actividad, ahí vivían los cuarenta elementos de cada destacamento, contaba con las caballerizas para todos los caballos, los dormitorios de la tropa, los del Comandante, el Capitán y el Alférez, había cocina y comedor, tenían calabozos para los prisioneros y oficinas administrativas abiertas al pueblo, para cualquier información o denuncia; en caso de ataque o alguna situación de emergencia, las puertas de los Presidios estaban abiertas para albergue y protección de los pobladores.

El General Hugh O’Connor estuvo casi cuatro años al frente de los Dragones de Cuera, él no los fundó, pero los sacó de la corrupción y de la pésima operación y les dio ese espíritu de cuerpo y orgullo de pertenencia que son el principal motor en un cuerpo de seguridad como este, les dio el amor por el orden y la disciplina y refundó a los Dragones de Cuera hasta hacerlos ejemplo a seguir en otras partes del mundo. O’Connor fue enviado por el Rey Felipe V como Gobernador de la Península de Yucatán

Los Dragones de Cuera se rehúsan a desaparecer

En 1821, al consumarse la Independencia de México, los Dragones de Cuera ya no tenían razón de ser, pues dependían del Virreinato y este ya no existía; sin embargo, las nuevas autoridades de México tomaron una buena decisión al no desaparecerlos e incorporarlos al nuevo Ejército Mexicano; ellos no quisieron ser simplemente absorbidos por el Ejército, solicitaron por los debidos conductos y con todo el respeto, permanecer en el Ejército Mexicano con el nombre de Agrupamiento de Caballería Dragones de Cuera. Fueron 1,700 Dragones de Cuera que pasaron a formar una sección dentro del nuevo Ejército Mexicano, entre Comandantes, Capitanes, Alféreces y Dragones, a todos se les respetó su rango y jerarquía.

Dentro del Ejército, los Dragones eran admirados y respetados por todos, desde la tropa hasta los generales y altos mandos; la Patria echó mano de estos valientes en varios conflictos militares, defendiendo a la Nación en la Batalla de Puebla, bajo el mando del General Ignacio Zaragoza Seguín; durante la Primera Intervención Francesa, bajo el mando del General Santa Anna; en la frontera de Tamaulipas, bajo el mando del General Antonio Canales, durante la invasión de Estados Unidos; en la Segunda Intervención Francesa bajo el mando del General Sóstenes Rocha, en todas esas batallas luciendo su hermoso uniforme; todavía alcanzaron a pelear en la Revolución Mexicana, hasta que en 1913 este ejemplar agrupamiento de los Dragones de Cuera desaparecieron por órdenes de Victoriano Huerta.

Legado de los Dragones de Cuera

Para darnos una idea de la dimensión del legado de los Dragones de Cuera para la posteridad, tomemos en cuenta que surgió como una idea en 1683, se fundaron en 1698 y fue durante los años 1700’s cuando el General Hugh

O’Connor les dio forma, reglamentación y espíritu de cuerpo, siendo un Cuerpo de Caballería muy exitoso ejecutando las funciones para las que fue creado y para muestra, está la historia; desde que pasaron a formar parte del Ejército Mexicano, se incrementaron los ataques de los Apaches y Comanches en el norte de México, teniendo que hacerse cargo las fuerzas estatales.

Han pasado 326 años desde la creación de los Dragones de Cuera y estos son sus aportes e inspiración en la época moderna, su legado histórico:

+ El lema de los Dragones de Cuera estaba relacionado con el uso de su espada: “No me desenvaines sin razón alguna; pero cuando me envaines hazlo con honor”; en la actualidad, en este lema se basan los preceptos de todas los Cuerpos de Policía en el mundo, con respecto al uso del arma y el uso de fuerza letal: “nunca desenfundes tu arma ni apuntes a alguien si no estás en peligro, pero si la usas que sea para la defensa y protección tuya y de personas inocentes”.

+ El músico y Director de Orquesta michoacano, Isaac Calderón Vega compuso la Marcha Dragona para ser usada por los Dragones de Cuera; una imponente y hermosa marcha que en la actualidad es el emblema acústico del Ejército Mexicano; es tan hermosa y gallarda que varios países la adoptaron para sus ejércitos, pero los Derechos Reservados pertenecen a la Secretaría de la Defensa Nacional, por lo que solo puede ser usada por el Ejército Mexicano.

+ La Red de Presidios de los Dragones de Cuera, fue adoptada por el Ejército de Estados Unidos, construyendo un Sistema de Fuertes en todas las regiones de su jurisdicción, permaneciendo hasta el día de hoy.

+ En 1916, inspirado en los Dragones de Cuera, el Gobernador de Chihuahua, General Ignacio Ceferino Enríquez, organiza la Policía Rural del Estado, contra los gavilleros, bandoleros y asaltantes, hoy extinta.

+ En 1924, el Presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge crea la United States Border Patrol o Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, un cuerpo de guardias fronterizos basado e inspirado completamente en la filosofía de los Dragones de Cuera.

+ En 1926, el Presidente de México, General Plutarco Elías Calles, bajo los mismos preceptos de los Dragones de Cuera, le da forma a la Policía Federal de Caminos, hoy extinta.

+ En 1929, el Presidente de México, Emilio Portes Gil decreta la creación de los Cuerpos de Caballería de Defensas Rurales, con el fin de proteger el reparto agrario y proteger las zonas rurales; dichos Cuerpos de Caballería adscritos y dependientes de la Secretaría de la Defensa Nacional y basados e inspirados completamente en los Dragones de Cuera. Existen doce destacamentos de Cuerpos de Caballería de Defensas Rurales en el país, el Segundo Destacamento tiene su sede en Cd. Delicias, Chihuahua.

 

Fuentes Bibliográficas:

+ iniseg.es

+ publicaciones.defensa.gob.es

+ peregrineros.wordpress.com

+ despertaferro-ediciones.com

+ ejercito.defensa.gob.es

+ arqueologiamexicana.mx

+ confederacionhispanica.wordpress.com

+ uadec.edu.mx

+ scielo.org.mx

+ médium.com

+ transparencia.sedena.gob.mx

+ direcciongeneraldedefensasrurales.sedena,gob.mx

+ es.wikipedia.org

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