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Un informe reciente advierte que, a pesar de las tensiones comerciales, aranceles elevados y las transformaciones económicas por la tecnología, la economía global ha mostrado una resistencia que muchos no anticipaban.
El crecimiento mundial se estima en 3.2 % para 2025, con una proyección de desaceleración hacia 2026, aunque se mantiene la posibilidad de un leve repunte hacia 2027.
Según los analistas, parte de esta resiliencia se debe al impulso generado por la inversión en inteligencia artificial y nuevas tecnologías, que ha compensado en cierta medida los efectos negativos del comercio internacional reducido.
Sin embargo, se advierte que existen múltiples riesgos: un endurecimiento de condiciones financieras, niveles de deuda elevados en varios países, y la posibilidad de que nuevos aranceles o conflictos comerciales frenen la recuperación.
También se señala que el comercio internacional, que venía siendo motor importante del crecimiento global, podría perder dinamismo: se anticipa una desaceleración considerable en los flujos comerciales mundiales para los próximos años.
Esta situación pone en alerta a economías emergentes y en desarrollo, pues podrían sufrir con menor acceso a mercados, menor inversión externa y un menor dinamismo en exportaciones, cambios de consumo y empleo.
En ese contexto, muchos países están revisando sus políticas fiscales y monetarias, evaluando apoyos a la inversión, incentivos tecnológicos y control de deuda para evitar mayores impactos negativos.
Para economías como las de América Latina —incluyendo México—, este panorama representa un desafío: depender menos de exportaciones tradicionales, adaptarse al mercado global cambiante y fortalecer sectores internos para soportar choques externos.
La advertencia llega mientras gobiernos y empresas debaten estrategias en un mundo donde la competencia por tecnología, comercio justo y regulación económica se intensifica, en un escenario global cada vez más incierto.
Así, aunque el presente muestra signos de fortaleza inesperada, el mensaje es claro: la estabilidad económica no está garantizada —solo será sostenible si se controlan riesgos, se promueve innovación y se adaptan las economías a los nuevos tiempos.







