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POR CARLOS JARAMILLO VELA
El muro fronterizo de Trump: modificación a la política migratoria de México.
Claudia Sheinbaum: intolerancia y denostación frente a la crítica.
Uno de los objetivos de Donald Trump, durante su segundo mandato al frente de
la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, es la construcción de un
muro fronterizo en su colindancia con México. De llegar a concretarse tan
pretenciosa obra, implicaría un cambio sustancial en la política migratoria de
México, principalmente respecto a las naciones centro y sudamericanas. Si Donald
Trump sella la frontera entre México y Estados Unidos provocará que el flujo de
migrantes que atraviesa el territorio mexicano no pueda ingresar en el país del
norte, y se quede en nuestro país, lo que evidentemente generará para México
presiones de tipo social, económico y político.
Recibir una enorme sobre población flotante decidida a permanecer al menos por
meses en nuestro país, constituiría un reto imposible de enfrentar, en virtud de las
limitaciones económicas, infraestructurales, institucionales y organizativas de las
que adolece México. Por ello, el muro de Trump anticipa un endurecimiento
obligado de la postura de México frente al tránsito de migrantes de todas las
nacionalidades, que en lo sucesivo lleguen a utilizar nuestro territorio para intentar
internarse en el de los Estados Unidos.
Los términos del discurso político dicen mucho de quien los expresa. El
gobernante de un país tiene la responsabilidad de dirigirse a sus gobernados de
manera prudente, pues está obligado a respetar tanto a detractores como a
apologistas, es decir, tanto a adversarios como a incondicionales. En el caso de la
presidenta de México, Claudia Sheinbaum, el curso que ésta ha estado siguiendo
en materia de comunicación política es contrario a lo que aconsejan los cánones
de la ética y la diplomacia, o, al menos, las reglas del sentido común.
Expresiones como “pseudo periodistas”, “comentócratas” y “carroñeros”, forman
parte del contenido de las manifestaciones verbales con las que la mandataria se
refiere a periodistas, representantes de medios de comunicación, personas y
organizaciones de la sociedad civil, y líderes de opinión, que en ejercicio de su
derecho a la libre expresión se atreven a cuestionar sus posturas o acciones de
gobierno. Está en un error la presidenta al denostar de esa forma a quienes no
comulgan con su forma de actuar o pensar. Del mismo modo en que lo hacía su
padrino político y antecesor, el expresidente Andrés Manuel López Obrador,
Claudia Sheinbaum cree que quienes no están con ella están contra ella; y eso no
es cierto. La intolerancia y soberbia han empezado a dominar a la jefa del Estado
mexicano, pues de manera frecuente utiliza el escaparate público conocido como
“Conferencias mañaneras del Pueblo”, para reaccionar airadamente contra
cualquier persona, institución u organismo que la cuestione a ella o a su
administración.
El derecho humano a la libertad de expresión, en México, se sigue viendo
amenazado, pues no solo en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sino
también en el de su discípula y sucesora, Claudia Sheinbaum, se ha
desenvainado la espada contra las opiniones e ideas de una sociedad plural y
diversa, entre cuyos miembros se incluye también a quienes no reciben las becas
de los programas sociales del bienestar, los cuales, por cierto, no son creación de
Morena, sino que fueron instaurados desde años atrás por el PRI. El autoritarismo
y la intolerancoa siguen siendo dos de los signos evidentes de la desomposición
política que hoy afecta a la vida pública de México.
carloshjaramillovela@yahoo.com
Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua, A.C.