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EL PACTO DE SABINAS: FRANCISCO VILLA DEPONE LAS ARMAS

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Noticias Chihuahua:

JIRONES DE NUESTRA HISTORIA

 

 

 

Por: José Luis Jaramillo Vela

 

“Muerto el perro, se acabó la rabia”

El 21 de mayo de 1920, es asesinado el Presidente de la República, General José Venustiano Carranza de la Garza en Tlaxcalantongo, Puebla, en su huída hacia el Puerto de Veracruz para salir del país; la situación se le complicó cuando quiso imponer como su sucesor presidencial al Embajador de México en Estados Unidos, Ignacio Bonillas Fraijo, provocando el levantamiento del poderoso grupo de “Los Sonorenses”, cuyas cabezas más visibles eran los Generales Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón, Benjamín Hill, Ignacio Pesqueira y Ángel Flores (este último sinaloense) y políticos como el Licenciado Felipe Adolfo de la Huerta Marcor, quienes proclamaron el “Plan de Agua Prieta” y se levantaron en armas contra Carranza, desconociendo a Ignacio Bonillas como sucesor.

A pesar de que Ignacio Bonillas Fraijo también era sonorense, nunca perteneció al Grupo de los Sonorenses, mucho menos cuando criticaba de “afrancesado” a Adolfo de la Huerta, debido a su origen francés; por su parte, Los Sonorenses acusaban a Bonillas Fraijo de falta de “mexicanidad”, pues si bien es cierto que nació en Hermosillo, Sonora, también es cierto que toda su vida vivió en Estados Unidos, pues desde muy pequeño fue trasladado a Tucson, Arizona y después a Boston, donde hizo su carrera de Ingeniero Civil y se casó con una estadounidense, haciendo esporádicos y breves viajes a Hermosillo para visitar familiares; después enfocó sus lealtades con Venustiano Carranza. Por estos motivos se levantaron Los Sonorenses, provocando la caída, huída y asesinato del Presidente Carranza, para erigir como Presidente Interino a Adolfo de la Huerta, quien debía convocar y organizar elecciones. Muerto Carranza, para Pancho Villa había terminado la revolución y era tiempo de poner paz y orden en México.

 

… y mientras tanto en Chihuahua…

En Chihuahua, cuna y capital de la Revolución Mexicana, sede del Villismo, sede de la División del Norte y hogar de Francisco Villa, éste se entera del asesinato de Carranza y da un suspiro de alivio, había caído su principal persecutor y enemigo declarado; cuando Los Sonorenses proclamaron el Plan de Agua Prieta y se levantaron contra Carranza, Villa permaneció alejado y no se sumó a ese movimiento, aunque se lo propusieron, Villa decidió no involucrarse con ninguna de las dos partes.

Aunque el General Francisco Villa había salido de la revolución en 1915, cuando se desatan las traiciones sobre él; pierde la Batalla de Celaya contra Álvaro Obregón, ahí se da cuenta de que la mayoría de sus cartuchos venían inservibles desde Estados Unidos; planea la toma de Agua Prieta y Hermosillo en Sonora y de Culiacán y Mazatlán en Sinaloa, con la intención de quitarle todo el norte al Ejército Constitucionalista de Carranza para derrocarlo; sin embargo todo su plan se filtró, hubo soplones y traidores en la División del Norte.

Los Constitucionalistas conocían cuales serían sus planes y sus movimientos, de modo que Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles ya lo esperaban en Agua Prieta; el General Benjamín Hill lo esperaba en Hermosillo y el General Ángel Flores lo esperaba en Estación Don, justo en los límites entre Sonora y Sinaloa con la intención de no dejarlo ingresar a territorio sinaloense, de tal manera que iba a ser muy difícil lograr su objetivo planeado; en la Batalla de Agua Prieta, Villa consigue cartuchos útiles pero de inmediato se da cuenta de otra traición de Estados Unidos, el Presidente Wilson apoya a Obregón con potentes reflectores para la batalla nocturna, por lo que Villa y sus hombres son sorprendidos y cazados como conejos; también Wilson permitió a Obregón cruzar a Douglas, Arizona para desde ahí atacar a Villa, quien ordena la retirada de sus tropas.

Enfurecido por las traiciones recibidas, Villa se regresa a Chihuahua, tan solo para enterarse de que el gobierno del Presidente Woodrow Wilson ha reconocido oficialmente al gobierno de Carranza. Villa enfurece y enloquece, deja la revolución y se dedica a vengar traiciones recibidas y ajusticiar gente, entre ellas arrasar e incendiar la ciudad de Columbus, Nuevo México, hechos por los que se le puso precio a su cabeza y motivó otra incursión de Estados Unidos a México y también ser declarado bandolero, fuera de la ley y perseguido por el gobierno de Carranza.

Sin duda alguna, Francisco Villa era uno de los ejes principales de la Revolución Mexicana, fue un personaje central con una enorme influencia en todo el movimiento, personaje muy mediático que atraía reflectores sin él proponérselo; Villa era un imán para los periodistas mexicanos y extranjeros, de modo que cuando Villa hablaba, lo que decía retumbaba por todos los rincones de la revolución. Pancho Villa salió de la revolución en 1915, pero en realidad nunca dejó a la revolución, ni la revolución lo dejó a él; siempre estuvo muy al pendiente del desarrollo de la lucha armada y el movimiento siempre estuvo al pendiente de él… y de lo que tenía que decir.

Un claro ejemplo de ello: antes del asesinato de Emiliano Zapata, Villa le advirtió que, si necesitaba armas y municiones, él lo ayudaba pero que no tratara con el gobierno porque era muy peligroso para él; cuando lo mataron, en otra entrevista señaló ante la prensa nacional y extranjera al General Carrancista Pablo González Garza y su gente como los culpables de la emboscada; cualquier cosa que dijera Villa, era noticia en prensa y era tomado en cuenta lo que tuviera que decir.

Por eso mismo, tras el asesinato de Carranza, el General Villa declaró que para él con la muerte de Carranza se terminaba la revolución y que era ya tiempo de poner paz y orden en el país y cerrar heridas; esas palabras resonaron como una orden a lo largo y ancho del país y todos comprendieron que así debía ser.

 

“Para mí la revolución terminó con la muerte de Carranza, he pensado deponer las armas

Cuando se supo que el Licenciado Adolfo de la Huerta sería el Presidente Interino de México, el General Francisco Villa le escribió para felicitarlo, para pedirle que iniciara un proceso de pacificación en el país y una reconciliación entre todos los grupos revolucionarios, también se puso a sus órdenes y le expresó sus mejores deseos en su gestión. La respuesta de de la Huerta fue en el sentido de que tomando en cuenta sus sugerencias así lo haría, iniciaría con la pacificación del país y le agradecía sus buenos deseos; hasta ahí todo bien, digamos que políticamente correctos ambos personajes que en la realidad aún no se conocían personalmente, pero quedó muy claro que, a través de cartas, ambos simpatizaron mutuamente.

En la misma misiva, de la Huerta le pregunta al General Villa hasta donde estaría dispuesto a colaborar él en lo personal con la pacificación del país y Villa le responde que para el y para todo México, la Revolución Mexicana había terminado con la muerte de Carranza y con el establecimiento de un nuevo gobierno y que, por lo tanto, había considerado en deponer las armas pero que ese tema lo pensaría muy bien y lo trataría con él cuando ya tuviera el control total del Gobierno de la República.

 

Gestos de buena voluntad

Al asumir Adolfo de la Huerta como Presidente Interino de la República, tenía dos grandes tareas a realizar; la primera organizar y convocar a elecciones libres y democráticas y segunda, la que la gente común y la sociedad en general había asumido la idea de que se la había “impuesto” Pancho Villa: la pacificación del país y la reconciliación de los diferentes grupos revolucionarios que aún existían en pie de guerra. El Presidente de la Huerta se avocó de inmediato a estas dos tareas.

Ya como Presidente, de la Huerta no tardó en recibir noticias del General Villa, quien le dijo: “Señor Presidente estoy dispuesto a deponer las armas en beneficio de México para ponerme a trabajar y demostrar que además de pelear puedo ser productivo”; sin embargo para lograr tal compromiso, había ciertas condiciones y acuerdos que se debían alcanzar con el Gobierno Federal; de la Huerta le responde a Villa que está en toda la disposición para negociar y poder cubrir a satisfacción todas sus demandas. “Señor Presidente de la Huerta, estoy listo para abrazar a mis peores enemigos, ya no quiero enemigos, solo amigos; pero muchos de mis peores enemigos están dentro y fuera de su gobierno y no sé si ellos quieran abrazarme a mí o matarme, pienso que como gesto de buena voluntad usted me podría ayudar con eso para poder comenzar a negociar”.

Para demostrar que tenía palabra y que hablaba en serio, de la Huerta ordenó el arresto del General Pablo González Garza, toda su gente y los mandos carrancistas que todavía andaban por ahí penando, los encarceló y les dio a escoger: ser fusilados o ser exiliados; en cuanto a los enemigos dentro del gobierno, de la Huerta se encargó de tranquilizar a los Generales Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Benjamín Hill y Ángel Flores una vez allanado el camino de enemigos de Villa, de la Huerta le dice: “Estimado General Villa, sus peores enemigos ya no están en el país y en el gobierno ya no tiene usted enemigos; también la república tiene enemigos y si usted me pudiera ayudar con ellos, sería un gesto de buena voluntad y podríamos entonces comenzar a negociar”.

Villa entendió claramente el mensaje y se puso a trabajar en ello; el gobierno de Adolfo de la Huerta tenía detectados a trece grupos de revolucionarios que seguían levantados en armas en diferentes rumbos del país, algunos de ellos zapatistas, otros villistas, otros más carrancistas o al menos, peleando en nombre de ellos; a todos los líderes de esos trece grupos revolucionarios, Villa les escribió diciéndoles que iba a deponer las armas y aconsejando que ellos hicieran lo mismo y todavía les dice que si algunos son villistas, entonces es una orden. También el General Villa les escribió a los Generales Obregón, Calles, Hill y Flores informándoles de sus intenciones de deponer las armas.

¿Villa se le rindió al Gobierno o el Gobierno se le rindió a Villa?

En un principio el General Álvaro Obregón se opuso al pacto con Villa, de quien dijo no confiar en su palabra y tachó de ingenuo al Gobierno de de la Huerta al negociar con Villa; esto retrasó un poco la negociación, era algo normal, aún había muchos recelos, resentimientos y resquemores, todavía existía mucha desconfianza entre todos los actores; Villa estaba a la espera del inicio de la negociación con el gobierno y la postura de Obregón lo estaba retrasando, ese tiempo perdido lo aprovechó el General Joaquín Amaro para atacar a Pancho Villa a las afueras de la ciudad de Chihuahua, justo en lo que hoy se conoce como Robinson; Villa huye, no por miedo, sino porque tiene su palabra empeñada con el Presidente de la Huerta, así que primero quiere hablar con él y saber si continúan en la misma postura o se deshace el trato.

Para ello, Villa responde al ataque del General Amaro haciendo algo impensable y sorpresivo, cruza el desierto de Chihuahua y el Bolsón de Mapimí y se va directo a tomar por asalto la ciudad de Sabinas, Coahuila, la madrugada del 26 de julio de 1920, cortando todas las comunicaciones, accesos y vías férreas; el pueblo está sitiado y sus pobladores cautivos y rodeados por las tropas villistas. Desde ahí, Pancho Villa hace una llamada telefónica al Presidente de la Huerta, informando del ataque del que fue objeto en Chihuahua por parte del General Joaquín Amaro y de que su respuesta fue tomar Sabinas, Coahuila; le reafirma su postura de deponer las armas pero quiere saber si el gobierno está en la misma situación, de lo contrario se levantará de nuevo en armas; con esto, Villa le demuestra al gobierno dos cosas, primera: que tiene palabra y está dispuesto a cumplirla y segunda: que no está acabado, que tiene ímpetu, poder bélico y que en un par de días puede armar de nuevo a la División del Norte y atacar donde le plazca, así es que esta fue una demostración de fuerza de Villa al gobierno, para presionarlo a negociar, Villa realmente deseaba deponer las armas y vivir tranquilo.

Al día siguiente se presentan en Sabinas, Coahuila el Ingeniero Elías Torres y el General Eugenio Martínez, representantes personales del Presidente Adolfo de la Huerta, con la orden de negociar con Villa para que depusiera las armas. El Ingeniero Elías Torres, quien era el poder negociador, mostró su gran capacidad, no solo negociadora, sino también conciliatoria, infundió gran confianza en Villa y en su secretario particular, el Coronel Miguel Trillo, quien en todo momento lo acompañó; por su parte, el General Eugenio Martínez, viejo conocido de Villa representaba el poder de decisión y de consulta con el Presidente.

Con anterioridad, el General Villa había tratado el asunto de deponer las armas con el General Plutarco Elías Calles y con el Gobernador de Chihuahua, General Ignacio C. Enríquez, a quienes les entregó un documento con las reservas para llegar a un acuerdo; ambos lo desestimaron, entonces con base en aquel documento con las peticiones de Villa, el Presidente Adolfo de la Huerta adquirió la Hacienda Canutillo en Durango, muy cerca de Parral, Chihuahua, que a Villa tanto le gustaba; a través del Ingeniero Elías Torres y del General Eugenio Martínez inició negociaciones con Francisco Villa y le cumplió todas las condiciones que había estipulado Villa y ahí mismo, en la plaza central de Sabinas, Coahuila, ante la mirada de hombres, mujeres y niños, curiosos y asombrados por conocer al General Pancho Villa, ahí mismo el acuerdo quedó negociado, autorizado y firmado; oficialmente se le llamó Acta de Unificación, pero popularmente se le llamó el Pacto de Sabinas y quedó de la siguiente manera:

Primero: El General Francisco Villa DEPONE LAS ARMAS para retirarse a la vida privada; Segundo: El Ejecutivo de la Unión cede en propiedad al Sr. General Villa la Hacienda de Canutillo en el Estado de Durango en donde deberá asentar su residencia el General Villa; Tercero: El Sr. General Francisco Villa tendrá asignada una escolta personal de cincuenta hombres que él elija, para su custodia y protección personal, de su familia y de sus bienes y cuyos sueldos correrán a cargo de la Secretaría de Guerra y Marina; Cuarto: A todas las personas que conforman el estado de fuerza del General Villa (aprox. seis mil), se les entregará un año de sueldo completo y tierras para trabajarlas en

el lugar que ellos indiquen; Quinto: A las personas que no quieran tierras y deseen continuar en la carrera de las armas, se les incorporará al Ejército Nacional, respetando su grado o jerarquía. El Sr General Francisco Villa protesta bajo palabra de honor, no volver a tomar las armas en contra del Gobierno Constituido ni en contra de sus compatriotas mexicanos. Por su parte, el Sr. General Eugenio Martínez Sánchez protesta bajo palabra de honor, velar porque se cumplan los acuerdos y que el Sr. General Francisco Villa y las personas que constituyen su estado de fuerza gocen de las garantías acordadas. Por parte de Villa firman un General de División, un General de Brigada, 7 Generales Brigadier, 23 Coroneles, 25 Tenientes Coroneles,33 Mayores, 52 Capitanes Primeros, 41 Sub Tenientes, 31 Sargentos Primero, 33 Sargentos Segundos, 14 Cabos y 480 Soldados; al final las firmas: General de División Eugenio Martínez Sánchez, Ingeniero Elías Torres y General de División Francisco Villa; como Secretario Técnico del acuerdo, el Capitán de Caballería José Sánchez Gutiérrez.

Esto no fue una rendición, fue un acuerdo para deponer las armas, aunque en la cultura popular mucha gente piensa que el gobierno fue quien se rindió a Villa, pues le cumplió todas sus condiciones para él y para toda su gente; la Hacienda de Canutillo tenía una extensión de 83,436 hectáreas, el historiador Friedrich Katz asegura que además de la Hacienda de Canutillo, el gobierno le cedió a Villa la Hacienda de San Salvador de Horta, también en Durango y las Haciendas de San Isidro de las Cuevas y la de El Pueblito, estas en Chihuahua.

Existe bastante evidencia epistolar que indica la extraordinaria relación que se forjó entre el General Francisco Villa y el Licenciado Adolfo de la Huerta, quien al asumir el General Álvaro Obregón la Presidencia de la República fue el Secretario de Hacienda y ambos, de la Huerta y Obregón colaboraron estrechamente con Villa hasta su muerte en 1923; y Villa colaboraba con ellos también; en 1921 el Presidente, General Álvaro Obregón estaba teniendo algunos desacuerdos con el Presidente de Estados Unidos Warren Harding, quien se rehusaba a reconocer a su gobierno, Obregón temió otra invasión de Estados Unidos a México, entonces le pregunta a Villa si estaría dispuesto a retomar las armas en el remoto caso de una invasión, Villa se puso a las órdenes y le ofreció volver a reunir a la División del Norte únicamente en caso de una invasión, si así se lo pedía su presidente.

 

Licenciamiento en cadena

Una vez logrado este acuerdo con Pancho Villa, todos los demás grupos de revolucionarios que todavía andaban por ahí echando bala, siguieron su ejemplo y comenzaron también a deponer las armas; en total se licenciaron 36 generales, 253 jefes, 424 oficiales y 28,120 soldados de tropa, todos ellos pertenecientes a trece grupos revolucionarios, con beneficios para todos ellos otorgados por el gobierno. En todos estos procesos intervinieron también el General Eugenio Martínez y el Ingeniero Elías Torres.

 

Importancia y trascendencia histórica del Pacto de Sabinas

La gran mayoría de las personas no conoce o no saben y seguramente ni siquiera habrán oído hablar de él; la gente sabe que Villa fue asesinado en Parral en 1923, pero no saben que hay detrás de su vida privada después de la revolución y lo que hay es el deseo de un hombre que toda su vida vivió entre balazos, cañonazos y muerte, un hombre cuyas únicas herramientas de trabajo que había conocido eran las armas, los fusiles y los cañones; el deseo de un hombre en guerra tal vez hasta consigo mismo, por ponerse en paz y tratar de ser productivo en el nuevo país que estaba naciendo, el mismo país que él ayudó a parir.

La importancia y trascendencia de este hecho histórico fue fundamental para la vida futura de México; Pancho Villa no solo depuso las armas, también convenció a los demás grupos revolucionarios a hacer lo mismo y cuando él puso el ejemplo, todos los demás lo siguieron; el esfuerzo enorme que hizo el Presidente Interino Adolfo de la Huerta para negociar exitosamente con todos estos bravos hombres mexicanos y lograr que todos depusieran las armas; en los seis meses que duró el interinato de Adolfo de la Huerta Marcor, organizó y llevó a cabo las elecciones y logró la pacificación del país, para que a partir de ahí iniciara el despegue del México post revolucionario, del México moderno; ahí radica la trascendencia histórica de un hombre como Pancho Villa, quien decide por él mismo dejar las armas y otro hombre, Adolfo de la Huerta quien con sapiencia y política contribuye a cerrar un pacto que no se hubiese logrado sin el deseo personal de Villa por dejar las armas, ese fue el factor principal en esta ecuación.

“Para mí la revolución terminó con la muerte de Carranza”.- General de División Francisco Villa

“Quiero mucho a Parral, a mí Parral me gusta hasta pa´morirme”.- General de División Francisco Villa

“Pancho Villa inició la Revolución Mexicana y Pancho Villa la terminó”.- El Autor

 

Referencias Bibliográficas:

+ memoricamexico.gob.mx

+ memoriapoliticademexico.org

+ relatosehistorias.mx

+ barriozona.com

+ kioscodelahistoria.com

+ acebook.com

+ eltiempomonclova.mx

+ youtube.com

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