PABLO HIRIART PAUSA.MX

Se acabó la autonomía de la presidencia del INE. Olvídenlo. No hay manera de evitarlo.

De modo que si gana Morena el próximo año, el triunfo de su candidata o candidato estará marcado por la intervención del gobierno en la elección.

Presidente o presidenta morenista en Palacio Nacional en octubre del próximo año, será ilegítimo.

La toma del INE por parte de los allegados del Presidente actual deslegitimará la victoria oficialista, de llegar a darse.

Detrás de esta obsesión por acabar con el instituto hay una sombra obscura que no hemos comprendido bien a bien.

¿Para qué destruir el INE, su estructura, su característica de imparcialidad, la autonomía de su presidencia con una enviada del Ejecutivo?

¿Cuál es la idea?

¿Para quién es el favor, si las encuestas dicen que ninguno de los aspirantes del oficialismo necesita cargar los dados para ganar?

La única posibilidad a la vista es que el propósito sea descarrilar las elecciones. Desde la presidencia del INE domesticado se puede crear un vacío de poder.

Sin Congreso en funciones porque los comicios se salieron de cauce, el actual mandatario podría prolongar su permanencia en la Presidencia por la vía de los hechos.

El necesariato, para evitar el caos.

Necesariato es la expresión que utilizó Daniel Cosío Villegas en su Historia moderna de México, para designar “a esa etapa de la historia mexicana que se inicia en 1888 y en donde la persona del dictador Porfirio Díaz se convirtió en el elemento indispensable, insustituible del régimen liberal” (Lorenzo Meyer).

¿Hay otra explicación?

Puede haberla, pero no se ve. El argumento del “ahorro” se cayó.

Entonces, ¿ahora cuál es el argumento para insistir en la destrucción de las capacidades operativas del INE (plan B), o tomar su presidencia (plan C)?

Ya lo dijo AMLO el lunes y ayer: el plan C es “ni un voto a la oposición”. Lo del ahorro no era verdad.

Van a rifar la presidencia del INE entre cinco personas que han estado por su destrucción (el plan A).

Oigo y leo a distinguidos analistas sacar cuentas y decir que seguirá una mayoría de profesionales no partidistas entre los consejeros del INE. Que no es motivo de preocupación que la presidencia del instituto sea obradorista.

¿Otra vez? ¿Y con la misma piedra?

Cuando los troyanos iban a meter el caballo a su ciudad amurallada, Laocoonte les pidió que no hicieran tal locura sin antes revisar qué había dentro del animal de madera abandonado por los griegos.

Le dijeron que no, pues los aqueos ya zarparon, no estaban sus naves y no había problema en meter al caballo. Laocoonte les gritó: ¡No hagan eso¡ ¡¿Qué no conocen a Ulises?!

Aquí cabe preguntar: ¿todavía no conocen a López Obrador?

¿Para qué quiso destruir el INE?

¿Para qué necesita, como última posibilidad, tener la presidencia del instituto?

O, ¿para quién?

¿Para hacer ganar a Sheinbaum? ¿A Ebrard?

Las escasas declaraciones que Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum han hecho sobre el tema son cajoneras: las elecciones podrían ser menos caras de lo que actualmente son.

Eso es verdad, y si no se ha podido lograr es porque un candidato presidencial no aceptó dos derrotas electorales e inventó que hubo fraudes.

Con extrema ingenuidad se le quiso apaciguar con reformas que han encarecido el costo de los comicios.

Ahora, ni Sheinbaum ni Ebrard son entusiastas enterradores de la autonomía del INE ni reclaman reformas electorales.

Ambos están seguros de que ganarían una elección limpia, vigilada, con árbitro imparcial.

En la Cámara de Diputados fue imposible un acuerdo parlamentario sobre los consejeros del INE.

Cuando el dirigente de los diputados de Morena tiene una orden superior, línea, no hay manera de llegar a acuerdos. Cero.

Así es que, del lunes en adelante, quien presida el INE será una persona al servicio del proyecto político del actual Presidente de la República.

Y ese proyecto pasa por la destrucción de la autonomía del instituto para convertirlo en apéndice de Gobernación.

¿No se pudo por la vía de las reformas?

Va por la vía de los hechos.

Una subordinada comprometida con “el proyecto”, a encabezarlo.

Y no nos llamemos a sorpresa si, en una de esas, “el proyecto” sea descarrilar la elección para dar paso al necesariato de López Obrador.

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