Ese inconformismo que nos lleva a desear lo que no tenemos, y a dejar de valorarlo cuando lo obtenemos.
Desde cosas materiales, o físicas intrascendentes hasta otras realmente vitales.
No tenemos trabajo, deseamos que alguna empresa nos contrate. Cuando lo logramos, al poco tiempo empiezan las quejas: el salario, las condiciones, nuestro jefe, nuestros compañeros, la distancia desde nuestra casa,…
Deseamos tener pareja, cuando la tenemos, al poco tiempo empiezan las quejas: su carácter, sus hábitos, su familia, o pensamientos del tipo he perdido parte de mi libertad, me apetece estar solo, me apetece salir con mis amigos, he de dar explicaciones,…
Estamos a disgusto con nuestra pareja y rompemos la relación, anhelamos la soltería, al poco tiempo empiezan las quejas: todos tienen su vida y yo…, echo de menos tener a alguien, me paso los fines de semana solo, me cuesta quedar la gente todos tienes sus planes, me apetece compartir,…
Nos comparamos con lo que han obtenido otras personas y luchamos por ello: una posición laboral, una segunda residencia, determinado automóvil,… y cuando lo tenemos, ponemos el contador a cero y empezamos a vivir con él objetivo de acumular otras cosas a las que tampoco daremos valor.
Poco apreciamos lo que tenemos y a quien tenemos, y cuánto anhelamos lo que no poseemos, pensando, que cuando lo tengamos nos cambiará la vida, seremos más felices, los demás nos verán de otra manera…
Ojalá nos diéramos cuenta que la felicidad nos la da el ser conscientes de lo que a fecha de hoy tenemos, por supuesto sin dejar de tener metas maduras que sumen a lo que tenemos pero que no permuten.
Por ello es tan importante agradecer, para ser más consciente y no caer en ese inconformismo vacío e inmaduro que nos genera un desasosiego constante.
Erika Rosas