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La inmensa diversidad de las realidades imaginadas e inventadas por Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores de la fracturada Cuarta Transformación de la Nación, les hace ilusamente pensar que el fenómeno del poder y del mando iba a llevarse a cabo por el control absoluto que ejercían en México, difícilmente imaginaron que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se iba a oponer fácilmente a ello. Jamás llegaron a pensar que el poder, sin el freno de la ley, es un don funesto que sólo conduce a la destrucción de ese mal entendido señorio.

Se puede tener poder y no mandar como es el caso actual del Poder Ejecutivo Federal, éste expresa ciertas cosas desde su púlpito mañanero y no las puede concretar porque se lo impide la Carta Magna. Para conocimiento de ese gobernante, en México ese poder y mando son correlativos, siempre que se encuentren apoyados por el Pacto Federal; en ésta sagrada tierra de libertades se puede tener poder para mandar o exigir u ordenar sólo que para ello existe un requisito sine qua non: el respeto irrestricto a la Carta de Carranza y a la Separación de Poderes.

Así de sencillo.

Nuestro Derecho Positivo Mexicano por fortuna cuenta con una serie de principios generales que hasta el propio Andrés Manuel López Obrador, tiene la obligación de acatar para poder mandar y esos principios generales el Poder Ejecutivo de la Cuarta Transformación de la Nación los ha ignorado, desdeñado y pisoteado.

Pero veámos cuáles son esos principios que el Presidente Constitucional no supo, quiso o pudo obedecer.

A) Supremacía del Orden Constitucional que cuenta entre sus muy elevadas finalidades la defensa y salvaguarda de las libertades fundamentales de los mexicanos, entre ellas destaca la libertad de expresión, la cual no autoriza al Ejecutivo a denostarla ni emitir calificativas en contra de ella.

B) También destaca por su importancia el mantenimiento y respeto por nuestro Estado de Derecho tutelado por el Orden Constitucional y, no romperlo como lo hace cotidianamente el Presidente de la República cuando reiterativamente expresa: “a mí no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”.

C) El absoluto acatamiento, respeto y veneración a la teoría constitucional de la división de poderes.

Luego entonces ¿En qué quedamos?.

Quedamos en algo muy sencillo, nada complicado, para saber mandar sólo cabe respetar la Constitución Republicana.

Es cuanto.

Por AL PE

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