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«En el asistencialismo no hay responsabilidad,

no hay decisión, solo hay gestos que revelan pasividady domesticación».

Paulo Freire

 

El asistencialismo se ha convertido en el fundamento político de este gobierno. En medio de una supuesta austeridad republicana convertida en pobreza franciscana, los recursos para el Programa de Bienestar a Adultos Mayores «se han duplicado en términos reales entre 2019 y 2022» y los «destinados a los programas de Beca Universal para Estudiantes de Educación Media Superior… se incrementaron en 65.8 por ciento en el mismo período» (Criterios, 2023, p. 14). «El 70 por ciento de las familias mexicanas reciben un apoyo social» (p. 44). Además, en 2023, la pensión para adultos mayores tendrá un crecimiento de 34.3 por ciento y la de personas con discapacidad permanente uno de 14.5 por ciento (p.60).

La pensión para adultos mayores se llevará 335,499.4 millones de pesos en 2023, un monto no muy lejano de los 402,300 millones de la Secretaría de Educación Pública y mucho más que los 209,600 millones de la Secretaría de Salud. De hecho, la secretaría con más gasto en 2023 ya no será la SEP, como era habitual, sino la de Bienestar, que se llevará una tajada de 408,300 millones de pesos (p. 148).

Al mismo tiempo los servicios públicos se deterioran. La atención en los hospitales públicos es cada vez más deficiente, los medicamentos escasean, los índices de vacunación se desploman. Las carreteras y calles tienen cada vez más baches, la escasez de agua se agrava por falta de inversión en infraestructura. La atención al público en oficinas de gobierno es cada vez peor. Los permisos de construcción se entregan a cuentagotas, los registros públicos de propiedad se tardan cada vez más en expedir escrituras. El Sistema de Administración Tributaria no se da abasto para dar citas a quienes quieren pagar impuestos.

El régimen nos ha querido presentar su asistencialismo como progresista, pero los programas son más bien «neoliberales». Cuando los gobiernos de izquierda creaban programas sociales con costosas instituciones burocráticas, el economista estadounidense Milton Friedman, de la Universidad de Chicago, considerado el padre del neoliberalismo, propuso en Capitalismo y libertad: «Si el objetivo es aliviar la pobreza, deberíamos tener un programa para ayudar a los pobres… El arreglo que se recomienda a sí mismo por fundamentos puramente mecánicos es un impuesto a la renta negativo». La idea era dar dinero en efectivo a quienes tuvieran un ingreso inferior a una determinada cantidad.

Quizá sea correcto apartar dinero público para este impuesto negativo, pero en todo programa gubernamental la exageración puede ser muy onerosa. El fuerte crecimiento de los programas asistenciales está teniendo consecuencias negativas en los servicios públicos, y los contribuyentes pagan impuestos para recibir estos servicios.

Este enorme gasto no está reduciendo la pobreza, como lo señalan las cifras del Coneval. Una de las razones es que son universales, benefician tanto a las clases medias como a los pobres, pero tampoco han sido bien diseñados. Por otra parte, estos programas están aumentando la deuda pública, pese a las promesas del Presidente de que no la elevaría.

El asistencialismo es útil en lo político, porque compra votos, aunque no reduzca la pobreza. Por eso Pedro Opeka, sacerdote y activista social argentino, afirma: «No debemos asistir, porque cuando lo hacemos, disminuyendo a la gente, los convertimos en dependientes, casi en esclavos… Y Dios no vino al mundo para hacernos esclavos, sino para liberarnos, ponernos de pie … Hay que combatir ese asistencialismo».

· BIENESTAR El gobierno presupuestó 311,600 millones de pesos para la Secretaría del Bienestar en 2022. Para 2023 está pidiendo 408,300 millones, un aumento de 31% (Criterios, p.148). Así se convertirá en la Secretaría con mayor gasto el año que viene

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