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San Agustín un romano del norte de África nacido en el año 354 de nuestra era, fue no solo el afamado Obispo de Hipona en la actual Argelia, sino también uno de los poco menos de medio centenar de grandes Doctores de la Iglesia Católica, sus aportes al pensamiento y doctrina de la Iglesia de Roma han sido una columna vertebral del catolicismo donde siguen vigentes. Sus juicios y obras como “Confesiones” y la “Ciudad de Dios”, constituyen un puerto de abrigo y un faro para quienes profesan esta Fe, todo ello evidentemente lo ha elevado a los altares y como si lo anterior no fuera suficiente, San Agustín es una de las columnas vertebrales de la filosofía occidental pues no en vano se le atribuye su destacado papel para que esta ciencia haya sobrevivido a periodos complejos como la Edad Media y movimientos como la Escolástica, que pugnó a través de la filosofía y la teología por utilizar la razón para entender el contenido sobrenatural de la revelación cristiana.

El recién concluido 2022 fue un año convulso que cerró en su última jornada con el comunicado de la muerte del 265 Papa Benedicto XVI en las primeras horas de la mañana. A pesar de ser una noticia ya esperada debido a la avanzada edad del Papa emérito y a las misma declaraciones del Papa Francisco días atrás, no dejó de ser una noticia sentida no solo en los círculos católicos sino fuera de ellos, debido a la inmensa erudición del fallecido Benedicto y a su trayectoria, no ajena a la polémica y a los detractores, pero sin duda alguna con el peso de la congruencia y de una labor siempre encaminada no solo a las cuestiones de la Fe y la espiritualidad sino a todas aquellas que privilegian la concordia y las más altas virtudes del ser humano, algo que es común en las distintas religiones y creencias. Benedicto XVI fue un hombre incansable que nunca cejó de predicar con el ejemplo, es inobjetable que ya es un referente entre los sucesores del trono de San Pedro que merecen un sitio destacado en la historia universal. Sus funerales serán históricos, pues a pesar de que Benedicto XVI pidió que fueran sencillos no podrán estar exentos de la solemnidad del rito católico, así como serán también los primeros en ser celebrados por un Papa en funciones enterrando a su antecesor.

Joseph Aloisius Ratzinger nació el 17 de abril de 1927 en Marktl, al sureste de Alemania, cerca de la frontera con Austria y en aquella Baviera de paisajes idílicos que no mereció en el siglo pasado ni la arrogancia del Káiser Guillermo II, así como tampoco la bestialidad del nacionalsocialismo. Creció en un hogar modesto y conservador donde fue el menor de tres hijos, una mujer y dos varones, su padre del mismo nombre trabajó como oficial de policía, su madre fue ama de casa. A su vez su hermano Georg quien murió en 2020, fue también sacerdote y director del coro de niños de la Catedral de Ratisbona.

Ratzinger, se formó en sus primeros años en un hogar católico y devoto, a muy corta edad sintió una genuina vocación hacia el sacerdocio e ingresó no sin dificultades económicas para su familia, al seminario. Fueron tiempos convulsos en los cuales el nacionalsocialismo dominaba su patria y estaba por hacerlo muy pronto en Europa continental. Los Nazis no permitieron organizaciones paralelas a la suya y obligaron a los seminaristas a afiliarse a las juventudes hitlerianas, al tornarse durante la segunda guerra mundial la balanza desfavorable para la Alemania nazi, los jóvenes y niños fueron llamados a filas, el joven seminarista Ratzinger fue entonces comisionado a una batería antiaérea, afortunadamente poco después pudo desertar pero fue hecho prisionero por los aliados, este duro pasaje de su vida a temprana edad ha pretendido ser aprovechado de manera burda por sus detractores para asociar a Benedicto XVI con el nazismo.

Concluida la guerra pudo continuar con sus estudios que a la postre lo llevaron a ser sacerdote, académico, teólogo, filósofo y un poliglota que dominó 10 idiomas. No solo despuntó como un pastor en toda la extensión de la palabra y por ende Obispo, Arzobispo y Cardenal sino como uno de los teólogos y filósofos más avezados de los últimos tiempos, en suma, un moderno San Agustín. Fue testigo del Concilio Vaticano II en 1962 lo cual definió su talante ortodoxo y conservador, se opuso a la Teología de la Liberación por su cercanía con el mundo socialista y comunista a quienes no pudo evitar comparar con el régimen totalitario que conoció en su juventud.

Después de ser Arzobispo en Munich y Frisinga, Juan Pablo II lo llamó para ser Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, a cargo de la ortodoxia católica, la antigua Inquisición, pero redimida, de ahí se convirtió en la mano derecha del carismático Papa polaco y en su sucesor natural, al morir Juan Pablo en 2005, y a pesar de su oposición fue electo Papa como Benedicto XVI, iniciando un pontificado conservador y con el reto de enfrentar pruebas muy difíciles. Los escándalos de pederastia, a la que siempre combatió, corrupción y de malos manejos financieros, lo hirieron e hicieron mella en su apostolado. En una decisión valiente y congruente renunció al papado en 2013, no quería dejar el trono de San Pedro vulnerable ante un Papa sin fuerzas para enfrentar los graves problemas de la Curia Romana, lo sucedió el actual Papa Francisco con quien siempre se complementó a la perfección, a pesar de representar ambos Pontífices tendencias opuestas. La de Benedicto XVI, fue la primera renuncia de un Papa desde la de Gregorio XII en 1415, y hasta el sábado pasado hubo dos Papas: Francisco en funciones y Benedicto como emérito.

La relación con México fue entrañable y destacada, a pesar de que hay quienes maliciosamente lo han querido involucrar con la pederastia, no hay que olvidar que fue Benedicto quien dio la estocada mortal a Marcial Maciel, en este espacio ya se ha dado recientemente cuenta de cómo fue ello. Sin ser un Papa viajero como su antecesor, cumplió con la esperada visita a México en marzo de 2012, recorrió la tradicionalmente católica región del Bajío, donde satisfecho constató el fervor y cariño de los mexicanos transmitiendo un emotivo mensaje que hoy está más vigente que nunca:

“Deseo reiterar con energía y claridad un llamado al pueblo mexicano a ser fiel a sí mismo y a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valiente y trabajar para que la savia de sus propias raíces cristianas haga florecer su presente y su futuro”

Descanse en paz Benedicto XVI. Finalmente, no deseo concluir estas líneas, sin hacer llegar a todos quienes gentilmente las leen, mis mejores deseos de buena ventura en este 2023 que comienza.

Por AL PE

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