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Todavía arde la chispa en los ojos de Jesús Valenciano, presidente municipal de Ciudad Delicias, quien se aferra con uñas y dientes a un futuro que parece más un espejismo. En estos días, sus espectaculares han aparecido en Ciudad Juárez, un intento desesperado por colarse en el radar de la política chihuahuense.

Pero, como dicen, el aparador no miente: su gestión en la región centro-sur no ha dejado huella. Aunque la percepción pública no está de su lado, Valenciano sigue soñando con ser gobernador, un anhelo que, por ahora, parece más capricho que plan. La realidad política es dura, y él lo sabe, pero soñar, como él mismo admite, no cuesta nada.

Pos parece que a Cruz Pérez Cuéllar le dio por estrenar paso de gobernador antes de que le llegue la investidura, y decidió pasearse por Palacio de Gobierno en la capital como quien ya tiene su retrato colgado en la pared. Nomás le faltó que alguien le gritara “¡Excelencia!” y que el personal de limpieza hiciera valla de honor mientras él saludaba con sonrisa de campaña eterna.

Pero no contaba con el pequeño detalle de que en el siglo XXI las coronaciones ya no se hacen en los patios del poder, sino en las redes sociales, y ahí el “hate” no perdona. Lo abuchearon en la vida real y lo remataron en los comentarios. Y lo más doloroso: fue su propia raza, la de Ciudad Juárez, la que le tundió sin piedad. Porque sí, Juárez no está precisamente para presumir resultados, y eso de andar jugando al “ya merito soy gobernador” suena un poco a mal chiste con mal final.

Dicen que es el “candidato natural” de Morena, aunque a estas alturas “natural” suena más a “inevitable como la gripe en invierno”. Porque ni Andrés levanta pasiones, ni la otra (esa que ni en su casa le aplauden) despierta algo más que bostezos. Y de Loera… bueno, a ese ya se le considera el cómico involuntario de la política local: da más pena que risa, pero al menos entretiene.

Mientras tanto, en la otra esquina del cuadrilátero azul, Marco Bonilla tampoco puede presumir de músculo político. Entre quejas, obras inconclusas y promesas que se quedaron en PowerPoint, su gallardía panista luce más flaca que encuesta de medio turno.

Así que el 2027 pinta como una moneda al aire: cara, gana el que menos se tropiece; cruz, pierde el que se crea que ya ganó. Porque, por ahora, los dos parecen más preocupados por posar para la foto que por hacer el trabajo que los pondría en ella.

Y así anda Chihuahua: viendo a sus suspirantes ensayar discursos de victoria mientras el público bosteza y cambia de canal.

Dicen que en la Policía Municipal de Chihuahua el nuevo método de disciplina se llama “golpe en la manita y promesa de portarse bien”. Así, tal cual lo aplicó el comisario Julio Salas, quien —tras la indignación que causó el arresto de una mujer en shock porque intentó acercarse al cuerpo de su esposo muerto en Campo Bello— decidió poner orden… pero con amor.

Sí, el jefe llamó a los agentes involucrados, los sentó frente a su escritorio y, según cuentan los testigos del pasillo, les dio su merecido: una mirada severa, un “esto no se hace” y tal vez hasta un chocolatito para el susto.
Nada como un toque de sensibilidad administrativa para curar el exceso de rigor.

Porque, claro, no se trataba de un operativo de narcos ni de un rescate en zona roja: era una mujer desesperada, cruzando una cinta amarilla para ver a su esposo muerto. Y en lugar de recibir consuelo, recibió esposas. Pero tranquilos, que el comisario ya resolvió el asunto: “se les pidió mayor sensibilidad, aunque sea protocolo”, dijeron en corto.

El protocolo, ese monstruo invisible al que siempre se le echa la culpa cuando falta sentido común. Sirve para justificar desde el mal trato hasta la falta de criterio. Pero bueno, mientras no haya capacitación emocional, siempre quedará el buen regaño paternal: “hijos, no sean tan duros… la próxima lloren tantito con la víctima, pero luego la arrestan con delicadeza”.

Y así, en Chihuahua seguimos innovando en materia policial: ahora tenemos “arrestos empáticos” y “regaños humanitarios”. El comisario puede dormir tranquilo; los agentes ya aprendieron la lección.
O al menos hasta la próxima tragedia, donde el protocolo vuelva a ganarle al corazón.

Y mientras tanto, en otro frente, salen los resultados del antidoping y ¡oh sorpresa! Once policías con arma resultaron positivos. Pero tranquilos, no hay por qué alarmarse: solo a seis se les suspendió o se les retiró el arma, los demás “siguen en revisión”. O sea, todavía andan armados, quizá más relajados que nunca.

Así que, si usted se topa con una patrulla, no se asuste si ve al oficial con mirada vidriosa o riéndose sin razón. Probablemente no está de buen humor… o simplemente anda en revisión.

Entre regaños simbólicos, protocolos sin alma y pruebas antidoping que parecen chistes de mal gusto, uno no sabe si reír o llorar.
Porque en Chihuahua, el modelo de seguridad ya tiene su propio eslogan:
“Servir y proteger… pero con sensibilidad, aunque sea de protocolo, y con prueba sorpresa, pero sin consecuencias.”

Y así vamos, entre cintas amarillas, policías sensibles de ocasión y comisarios que administran ternura en vez de autoridad.
Total, ¿qué podría salir mal?