Dentro de los pasillos políticos de Morena comenzó a correr la versión de que Cruz Pérez Cuéllar decidió ponerle un alto a Marco Quezada, aquel operador que en su momento le manejó las aspiraciones capitalinas, pero que terminó cayendo en desgracia. Todo surgió tras filtraciones de WhatsApp que evidenciaron la ruptura de confianza entre ambos, luego de descubrirse que Quezada jugaba en dos bandos: con Pérez Cuéllar por un lado, y con Andrea Chávez por el otro. Muchos —incluidos empresarios locales que se dejaron seducir por el brillo efímero de la juarense y su padrino político, Adán Augusto López— apostaron a esa corriente hasta que ambos quedaron políticamente chamuscados. Hoy, cual veletas, esos mismos personajes comienzan a girar otra vez hacia el proyecto del alcalde juarense o, en su defecto, al bloque de Ariadna Montiel y Mayra Chávez, buscando no quedarse fuera del nuevo reparto de poder rumbo al 2027.

El asunto con Quezada no solo dejó heridas políticas, también revivió viejas historias. Aunque intenta mostrarse leal a Pérez Cuéllar —quien incluso le dio a su esposa Lucía Chavira la dirección del DIF Municipal de Juárez—, en el círculo del edil hay voces que piden marcar distancia definitiva. No es la primera vez que Quesada pierde el piso: lo mismo ocurrió con Reyes Baeza, quien lo impulsó desde cero hasta que rompieron, pese a haberlo salvado de un escándalo judicial tras el Aero Show, tragedia que dejó nueve muertos y más de cien heridos. “Esa historia no se olvida”, dicen en Juárez, donde la instrucción ya está dada desde el búnker de Pérez Cuéllar: romper con Quezada por andar jugando a dos bandas.


Parece que el presidente del PAN Municipal, César Komaba, decidió llevar el minimalismo político a otro nivel: nada de apariciones innecesarias, ni declaraciones incómodas… ni trabajo visible, por supuesto. Total, ¿para qué agitar el avispero si se puede presidir desde la comodidad del anonimato?

Dicen en los pasillos de la Calle Ocampo que cuando Komaba se aparece —si es que se aparece— es solo para confirmar que las sillas siguen donde las dejó. Un ratito, un saludo, una vuelta y adiós. Ni que fuera obligación, ¿verdad?

Y es que no hay que ser mal pensados: si está ahí, es por mérito… del compadrazgo. Amigo de los buenos, de esos que con un “tú vas, compa” ya se ganan una presidencia partidista. Que no cunda el pánico: no es el único caso en la política local que confunde “dirigir” con “estar de paso”.

Claro, algunos recuerdan sus buenos tiempos en Tesorería Municipal, cuando al menos hacía cálculos —y no de los políticos, sino de los numéricos—. Ahí sí se le veía más cómodo: un escritorio, su café, sin tanto argüende, y sobre todo, sin la obligación de fingir entusiasmo panista.

Pero si alguien pensaba que podría mover algo en el partido, pues no. Cuando le preguntaron si haría algo, respondió con la sutileza de un cactus: “Ni que Sarahí hubiera hecho algo”. Y así, con esa lógica infalible, el PAN Municipal se consolida como la escuela perfecta del “si el anterior no hizo, yo tampoco”.

De la anterior presidenta, Sarahí, dicen que todavía no entrega completa la documentación… pero, vamos, ¿para qué apurarse? Si no entregó resultados, mucho menos papeles. Al final, ambos parecen coincidir en algo: la política, como el home office, se puede ejercer sin moverse mucho.

Así que si un día ve usted luces encendidas en las oficinas del PAN, no se emocione. Probablemente sea el velador

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