Durante los primeros seis meses de 2025 se registraron 253 incidentes de violencia política en México, de los cuales al menos 112 fueron homicidios de actores públicos. Los eventos ocurrieron en 29 entidades federativas, lo que evidencia una tendencia alarmante.
Este fenómeno va más allá de agresiones aisladas: mezcla crimen organizado, poder local y debilidad institucional. En muchas zonas, los políticos locales son blancos frecuentes por negarse a pactos o por no ceder territorio.
Analistas indican que la violencia política erosiona la confianza ciudadana y debilita la democracia. Los poderes locales, cuando son capturados por redes delictivas, pueden actuar como monopolios de facto, impidiendo competencia política real.
La inseguridad y la percepción de impunidad son factores que amplifican el riesgo de que actores públicos se vean cooptados o amenazados. Las estructuras de protección resultan insuficientes, sobre todo en estados con presencia fuerte del narcotráfico.
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Una de las causas señaladas es la falta de investigación efectiva y sanción. Cuando los agresores no son llevados ante la justicia, envían un mensaje de tolerancia. Esto refuerza la narrativa de que quien ejerce violencia puede operar sin consecuencias.
También se identifican complicidades: algunas administraciones estatales no investigan con fuerza, emplean debilidad institucional o dependencias locales con redes criminales. Aquí la línea entre lo político y lo delincuencial se vuelve difusa.
El fortalecimiento del Poder Judicial y la reforma al amparo son aspectos clave en el debate. Expertos reclaman que las reformas normativas deben garantizar autonomía, transparencia y protección real para los actores vulnerables.
Para revertir esa tendencia se requieren estrategias integrales: mayor coordinación federal‑estatal, protección efectiva de aspirantes y funcionarios, fortalecimiento institucional y recuperación del control territorial.
La sociedad y los partidos políticos también enfrentan dilemas: ¿hasta qué punto participar en regiones donde la violencia política está normalizada? ¿Cómo preservar integridad sin caer en complicidades?
Este reto exige atención prioritaria, pues la democracia se debilita cuando la política deja de ser libre y segura. El futuro dependerá de si el Estado puede imponer las reglas del juego con firmeza.
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