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Hoy entregará Hacienda el paquete económico 2026 al Congreso. Aunque es posible que incluya algunas cifras optimistas, en lo general debe confirmar la situación crítica de las finanzas públicas. No alcanza el dinero.

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Este año, Hacienda se comprometió a tener un déficit de 4 puntos del PIB. Para lograrlo, han desplomado la inversión pública en un punto completo, -25% contra el año pasado, para llegar al mínimo histórico en ese rubro. Al mismo tiempo, se mantienen estancados los gastos en educación y salud, pero con severas dificultades de operación, muy evidentes en la falta de medicamentos y deterioro de las instalaciones, que ya han provocado la caída de la matrícula y la migración a educación privada, así como un incremento severo en el gasto de bolsillo en salud.

No parece que las cosas puedan ser diferentes para 2026. Los ingresos del sector público se han mantenido en 21.5 puntos del PIB desde hace más de una década. A su interior, los ingresos petroleros han caído, pero los tributarios han compensado la disminución. Esta cifra no va a cambiar significativamente con algún incremento de impuesto o eliminación de deducciones. No dudo que pronostiquen un poco más, porque así son los paquetes económicos, pero veo muy difícil que se cumpla.

La debilidad fiscal no es novedad. Llevamos medio siglo con problemas porque los gobiernos quieren hacer mucho pero no quieren cobrar impuestos. La necedad de mantener el control de la energía ha sido muy costosa, y ahora es ya un riesgo de seguridad nacional: Pemex puede hundir las finanzas y CFE es incapaz de cubrir el abasto de electricidad, aún sin considerar las grandes necesidades del cambio tecnológico global (IA, entre otras cosas). Por el lado de las pensiones, la explosión de las no contributivas, orientadas a comprar votos, ha agravado un lastre que ya era problemático.

Sin cambiar nada, gastamos 8 puntos del PIB en pensiones (tradicionales y no contributivas), necesitamos 7 puntos más para pagar el costo de la deuda y repartir a estados y municipios su parte de la recaudación. A esos 15 puntos hay que sumar 4.5 para mantener las dos empresas de energía y las dos dedicadas a salud (IMSS, ISSSTE). Ya con eso nos acabamos casi todos los ingresos, quedan sólo dos puntos para gastar en todo lo demás.

El gasto de operación del resto del gobierno (todas las secretarías) suma tres puntos, y la inversión, en el último dato que tenemos, que es un mínimo histórico, es de la misma magnitud. En suma, el gasto tiene un piso de 25.5 puntos del PIB. Frente a los ingresos mencionados, el déficit mínimo que se requiere es de cuatro puntos, lo mismo que se está alcanzando este año. Ese déficit está resultando en deficiente inversión y servicios públicos, esto es, en un deterioro creciente de la infraestructura y del capital humano.

No hay salida. Evitar este deterioro implicaría gastar más, pero al no poder obtener más ingresos, eso se reflejaría en una mayor deuda, y estamos demasiado cerca del límite razonable, por lo que correríamos el riesgo de perder el grado de inversión y sufrir un golpe financiero considerable. Para que esto no ocurra, el déficit no puede crecer, e incluso habrá presión para disminuirlo, lo que sería a costa de un mayor deterioro de la inversión y los servicios públicos.

Es imposible pensar en crecimiento sin inversiones muy cuantiosas en electricidad, y es igualmente imposible pensar en estabilidad financiera si no se pagan las deudas de Pemex. Pero si no alcanza para lo de todos los días, mucho menos tenemos 100 mil millones de dólares a la mano para cubrir los errores del sexenio pasado en estas dos empresas.

Patear el bote es lo único que queda, a ver si Quetzalcóatl les hace el milagrito.

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