Por el Mtro. Salvador Echeagaray, Director Académico del Depto. de Filosofía de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG)
Opinar parece ser uno de los deportes de moda en este siglo 21. Donde quiera vemos programas de opinión. No solo aquí en México. En todas partes del mundo pululan las opiniones.
Pero, ¿tiene algo de malo la opinionitis? Moralmente no. Puesto que alguien opina lo que le parece correcto o acertado. Sin embargo, a la verdad se la deja de lado.
En un mundo relativista, la verdad no tiene cabida. En el mejor de los casos «cada quién tiene su verdad». Pero esto es contradictorio. Nadie puede tener una verdad diferente sobre la misma cosa. Si cada quién tiene su verdad, luego tenemos muchas mentiras pues la verdad siempre es una.
A la verdad la podemos definir como adaequatio rei intellectus: adecuación de la mente a la cosa, a la realidad. Esa es la verdad lógica.
Cuando no hay esa adecuación tenemos la falsedad o error.
Pero, una falsedad no es mentir. Esto último es cuando alguien dice lo contrario de lo que piensa con el intento de engañar.
La opinión está entre la duda y la certeza. Ésta es la firme convicción de que algo es verdadero. Por su parte, la duda es no saber por cuál juicio adherirse. Así que podemos decir que la opinión está entre la duda y la certeza.
Pero, lo más importante no es opinar, es buscar la verdad. Lo que debemos hacer es tener la certeza de la realidad para así alcanzar la verdad. De esa forma se cumpliría el clamor de hace poco más de dos mil años: la verdad os hará libres.