Autogol de chilena
«Recibo con humildad este mensaje del pueblo».
Gabriel Boric
A menos de un año de que fue electo presidente de Chile, el 19 de diciembre de 2021, y unos cuantos meses después de que asumió el poder, el 11 de marzo de 2022, Gabriel Boric sufrió este 4 de septiembre una derrota cuando los ciudadanos rechazaron, 61.9 contra 38.1 por ciento, el texto de una nueva Constitución que él había apoyado.
La propuesta, elaborada por una convención constituyente dominada por la izquierda, establecía que Chile sería un país «plurinacional» que otorgaría autonomía a los pueblos indígenas.
Buscaba también crear un «Estado social» para reemplazar el Estado liberal que los constituyentes argumentaban provenía de la dictadura de Augusto Pinochet.
Los chilenos descartaron la propuesta de manera contundente.
En La Araucanía, donde hay una gran concentración de población indígena, a la que se estaba dando autonomía, el voto por la nueva Constitución fue de solo 27 por ciento.
Los mapuches quieren ser plenamente chilenos. Mucha gente tenía temor de que los nuevos «derechos sociales», como el de una «vivienda digna», significaran una violación a los derechos de propiedad, aun cuando el propio texto garantizaba la propiedad privada y señalaba que cualquier expropiación debía compensarse con una indemnización.
Los chilenos acudieron a votar en números sorprendentes.
Trece millones sufragaron el domingo pasado, mientras que en la segunda vuelta de la elección presidencial de diciembre de 2021 solo lo hicieron 8.2 millones, a pesar de que el voto es obligatorio en Chile.
En la segunda vuelta de la elección presidencial se enfrentaron Boric, de izquierda radical, y José Antonio Kast, de ultraderecha.
El pueblo chileno, sin embargo, es moderado y quizá por eso desairó esa votación.
La misma moderación se manifestó este domingo en el rechazo a una Constitución redactada por la izquierda radical.
El pueblo chileno sintió temor de que los cambios en la Constitución pudiesen destruir el crecimiento y la prosperidad que hoy disfrutan.
El presidente Boric respondió como demócrata.
«La ciudadanía no quedó satisfecha con la propuesta de nueva Constitución», declaró.
«Recibo con humildad este mensaje del pueblo».
No afirmó que se había registrado un fraude, ni llamó traidores a la patria a quienes votaron en contra.
Tampoco quitó el dedo del renglón.
Ya anunció que construirá, «junto con el Congreso y la sociedad civil, un nuevo itinerario constituyente que nos entregue un texto que, recogiendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana».
Parte de la propaganda que se ha usado para impulsar una nueva Constitución de izquierda en Chile es que la actual fue promulgada por Pinochet.
La verdad es mucho más compleja.
Sí es verdad que, en 1980, durante la dictadura, se promulgó una Constitución, pero esta fue reformada en numerosas ocasiones durante los años de la democracia.
En 2005 se publicó un nuevo texto «refundido, coordinado y sistematizado» que es el que está actualmente vigente.
Lleva la firma del entonces presidente Ricardo Lagos, un socialista moderado.
La Constitución de Chile es una de las más funcionales y operativas de América Latina.
Ha permitido la alternancia en el poder, un prolongado período de estabilidad y prosperidad, y un Estado de derecho que es la envidia de la mayoría de los países de la región.
Tratar de modificarla por razones ideológicas no tiene sentido.
La izquierda radical quiso meterle al pueblo un autogol de chilena, pero los ciudadanos lo atajaron.
AMOR AL PUEBLO
Los ministros de la Corte «no le tienen amor o no le tienen tanto amor al pueblo», dijo ayer el presidente López Obrador. ¿La razón? Varios se inclinan por no permitir que en México se siga encarcelando de manera automática a quienes no han sido juzgados. Tenerle amor al pueblo, según AMLO, es obedecer ciegamente al presidente.