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El amable lector que dispensó su valioso tiempo para leer la primera parte de este escrito recordará que un servidor estableció que la violencia nos ha arrollado y sigue avasallándonos constantemente, que la paz forzada no es más que una olla de presión de una violencia que se contiene cada momento más volátil y en peligro constante de estallar.

La violencia es además de un factor de poder e interacción una herramienta de manipulación reconocida desde los albores de la humanidad, no solo es cuestión de ejercer el poder de manera agresiva siempre a quien la tolera y acepta, también se debe considerar que la violencia funciona como amenaza velada (¿O paz forzada, condicionada?) que se cierne sobre las víctimas, muchas veces incluso sin saber cuál es la magnitud o sentido de tal agresión.

Como lo expliqué brevemente este tipo de violencia podría considerarse silenciosa pero latente, intimidante, es la violencia que se ha ejercido miles de veces entre sacerdotes pederastas y sus víctimas inocentes u obedientes al clero trastocado y enajenante. Es la misma violencia oculta bajo siglos del dogma cristiano de la salvación a cambio del culto o la condenación ante la desobediencia y la herejía, y que con la misma fórmula violenta se dispensa en otros tantos credos.
La víctima de este tipo de violencia en el mejor de los casos ni al menos identifica el acto de agresión, la manipulación del agresor resulta de un estado de beatificación social que le cubre de infalibilidad e impunidad inmediata. Muchos sacerdotes católicos han cometido actos violentos, violatorios e impunes en contra de infantes inocentes, ignorantes y algunos temerosos de la ira de Dios pues la opinión popular les protege.

Encontramos esta violencia silente también cuando se pondera el futuro puede ser peor de lo que el presente ya es, esto es muy común en épocas electorales, sucede con todo politiquillo de mierda cuando argumenta una verdad, que es media verdad, que es mentira, o que se sustenta en otros datos, el clásico vaso medio lleno y medio vacío, la realidad es que jamás a uno de esos parásitos humanos les ha importado un carajo la realidad de los ciudadanos como no sea sembrar miedo con mentiras, amagos, verdades a medias para reunir pobres voluntades bajo su control.

Millones de personas que no cuestionan, no les interesa dudar, millones secuestrados en la fe y la esperanza, millones expectantes de fortuna y privilegios de clase, millones anhelantes de pertenecer a una casta dorada, una sociedad de consumo y mercado sin restricciones… Millones que viven en la ignorancia a la que unos cuantos les marginan, escondiendo la información necesaria para conocer la realidad de un mundo, una sociedad que ya no puede sostener ni sostenerse bajo algún régimen ni sistema actuales.

Son aquellos que desde sus nichos de poder, privilegios e influencia establecen el credo de la “no violencia”, personajes como el Papa, los gobernantes, los políticos, los empresarios Forbes, los grandes consorcios empresariales, aquellos que mantienen la razón del mercado por encima de la razón de la humanidad, quienes parasitan del sufrimiento de muchos bajo el yugo de pocos. Aquellos que hipócritamente han sido beneficiarios acaudalados de guerras y revoluciones, la violencia abierta en su beneficio y la paz forzada para controlarnos ostentando hoy su poder gracias a la violencia latente sobre millones de pobres e ignorantes rehenes.

Aquellos que se desgañitan en apasionados y elocuentes mitines proselitistas señalando las carencias del pueblo bueno y sabio pero que al final mantienen su disposición por el sistema de consumo y mercado, azuzando, asustando y medrando con las pasiones de la chusma para seguir violentándoles con mentiras.

Aquellos privilegiados que ostentan la no violencia aún cuando su opulencia se sustenta en la violencia que sufren cada día los menesterosos, explotados dóciles.

Aquellos gobernantes que mantienen un estado de pasividad, división, malestar, inconformidad, impunidad, corrupción, etc, para señalar con vaguedad culpas hacia el pasado, a veces remoto, precolombino, otras reciente, hasta no menos del sexenio antepasado, con argucias, mentiras y entuertos reuniendo entretanto aplausos, ovaciones, justificaciones exculpatorias y fanatismo a raudales que les permiten seguir violentando a su obnubilada grey.

Aquellos intelectuales, pensadores, ideólogos que desde su pedestal de arrogante conocimiento infinito, verdad absoluta e información estilo “garganta profunda” defienden una u otra vertiente partidista, social, económica, etc, abandonando a todos ante la violencia pero sacando provecho propio de la realidad de una sociedad abismalmente desigual, explotada, hambreada, sucia, miserable, ignorante, aterrorizada, que encuentra en cualquier voz propagandista al paladín que les salve del miedo ancestral y dispense algún sentido a esa esperanza y fe que solo les ha perpetuado en su condición de sumisión, conformismo y fatalismo.

Aquellos credos y religiones que se han establecido para mantener a los pudientes, los privilegiados, los hijos del mérito, los altruistas alejados y buen resguardo de los menesterosos, los pordioseros, los hijos de la caridad, los malagradecidos, los indolentes. Los primeros, los verdaderos herederos de dios y su gracia, cobijados por el manto dorado del supuesto esfuerzo reconocido y recompensado. Los segundos, los destinatarios únicos de la compasión divina, siempre escondidos bajo el nubarrón de la irá celestial y la obediencia sumisa.

De esa manera es a los privilegiados, a los acomodados, a los gobernantes, a los dignatarios de dios y líderes tributarios quienes enarbolan hasta alturas gloriosas la paz, el perdón, la no violencia, poner la otra mejilla y toda sarta de estupideces que mantienen realmente sometidos a los miserables ante la violencia, su violencia.

E insisto la paz forzada no es otra cosa que la violencia ejercida pero contenida, somos todos los seres humanos en esta sociedad no solo víctimas de la violencia sino participes y cómplices de dicha violencia. Participamos de la violencia diariamente consciente e inconscientemente, la toleramos y preferimos dejar en otros la voluntad de enfrentarla y cuando esos responsables no lo hacen les exoneramos bajo justificaciones tan estúpidas como el ¡No a la violencia! o ¡La violencia no resuelve nada! Somos cómplices por no buscar, por no advertir ni observar la realidad de nuestro entorno, por dejar que un puñado de arrogantes oportunistas conduzcan nuestra opinión y percepción, por permitir que líderes tributarios (esos que exigen tributo para si mismos y su arrogancia) engañen y se pretendan engañados para evadirse.

Eso me significa la paz forzada que no es bienestar ni seguridad, eso me significa la violencia que por supuesto un servidor no considera como antónimo de paz sino conceptos ambos con una profunda e indivisible sintonía. La justicia, el bienestar, la seguridad serían antónimos de la violencia.

MANTENERNOS VIVIENDO CONSTANTEMENTE EN EL MIEDO, EN LA INCERTIDUMBRE, ES LA MANERA MÁS EFECTIVA DE CONTROL SOCIAL, Y ESE TEMOR ES UNA ACTO DE VIOLENCIA PERPETRADO POR CADA GOBIERNO EN CONTRA DE LA CIUDADANÍA CUANDO NO SE CUMPLE A CABALIDAD CON LAS OBLIGACIONES ADQUIRIDAS POR CADA UNO DE LOS ADMINISTRADORES DEL ESTADO, PERO ESA VIOLENCIA ES AÚN MÁS DESCARADA Y LACERANTE CUANDO SE DISFRAZA Y EXCUSA CON UN SENTIDO MORALINO CASI VIRGINAL COMO EL NO A LA VIOLENCIA.

Por AL PE

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