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Las fuerzas rusas lanzaron una intensa ofensiva sobre la región ucraniana de Donetsk, concentrando sus ataques en los alrededores de Pokrovsk y Myrnohrad. Se trata de uno de los enfrentamientos más violentos en los últimos meses.
El ejército ucraniano informó que sus tropas mantienen las líneas defensivas, aunque reconoció que la situación es “extremadamente difícil” debido al número de soldados y armamento desplegado por Rusia.
El frente oriental se ha convertido en un punto decisivo del conflicto. Ambas partes buscan controlar las zonas industriales, ricas en recursos energéticos y con importancia estratégica para el transporte y el suministro militar.
Los combates se libran en medio del invierno que comienza a llegar. Las bajas temperaturas, la falta de electricidad y el colapso de la infraestructura civil agravan la crisis humanitaria.
Cientos de familias han sido evacuadas, pero muchas permanecen atrapadas en sótanos y refugios improvisados sin agua ni alimentos. La Cruz Roja ha pedido corredores humanitarios para rescatar civiles.
Por su parte, Rusia asegura haber capturado varias aldeas cercanas y afirma que continúa avanzando lentamente hacia el centro de Pokrovsk, aunque Ucrania niega estas versiones.
El conflicto cumple ya más de mil días desde su inicio y no muestra señales de terminar. La fatiga de guerra se hace evidente en ambos bandos, y el desgaste económico y moral afecta tanto a soldados como a civiles.
Los países occidentales siguen enviando ayuda militar a Ucrania, mientras Rusia refuerza su alianza con Irán y Corea del Norte para abastecerse de armamento. El conflicto se internacionaliza cada vez más.
En medio de los bombardeos, los habitantes solo piden paz. “Queremos volver a vivir sin miedo, sin correr a los refugios cada noche”, expresó una mujer que perdió su casa en un ataque reciente.






