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A los medios de comunicación les puede pasar como en el año 2000, cuando Vicente Fox Quesada dio la sorpresa al echar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de la Presidencia por primera vez en 70 años.

 Francisco Labastida Ochoa era el candidato del tricolor, mientras Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano completaba el cuadro más como observador y comparsa que como protagonista, porque su marca como presunto opositor de izquierda estaba ya agotada.

Había periódicos, entonces, que ni siquiera tenían un reportero asignado a la campaña política de Fox, abanderado del Partido Acción Nacional (PAN) y los trepadores del Partido Verde.

Y en la portada, ni por error se publicaba una fotografía de Fox o Cárdenas.

Tenía que destacarse la de Labastida no sólo porque representaba al oficialismo y al Estado, con Ernesto Zedillo Ponce de León y su sana distancia – según él, debía ser así la relación del del presidente con el partido, con el PRI- sino porque se hacían acuerdos del equipo de campaña con los directivos de los periódicos, de las estaciones de radio y de las cadenas de televisión que incluían promesas de acuerdos de publicidad oficial al llegar a la Presidencia.

Los teléfonos celulares apenas comenzaban y e internet ni soñando se tenía en México. No había benditas redes sociales.

Por eso el éxito de los medios impresos, porque cualquiera que quisiera destacar tenía que ser tomado en cuenta en los diarios de papel.

Que no sucediera así era considerado un fracaso.

Era otro México y así se operaba.

Pero con el triunfo de Fox, un ranchero botudo que se vendió como el candidato del cambio, que echaría a patadas a los corruptos del PRI y cerraría el paso a la inexistente e inoperante izquierda, todos los medios de comunicación tuvieron que recular, que doblar las manos e hincarse ante el nuevo rey.

Muerto el rey, viva el rey y así sucedió.

Marta María Sahagún Jiménez, a la postre esposa del autor de  frases como “tepocatas y víboras prietas”, endilgadas a los priístas que le atacaban con una guerra sucia orquestada desde Parque Lira, done están Los Pinos, entonces residencia oficial, se convirtió en la negociadora, en la mano que mecía la cuna.

Todos los directivos y dueños de medios de comunicación tuvieron que acudir con ella a pedir perdón, a disculparse y a tragarse su orgullo con tal de conseguir que les incluyeran en las pautas publicitarias, porque estaba en riesgo su supervivencia como empresas.

Fue así como murió Diario Monitor, un proyecto malogrado del periodista José Gutiérrez Vivó, protagonista de los medios en la hoy también desaparecida Radio Red, que compró los restos de El H

eraldo de México, de Gabriel Alarcón, hoy extinto.

¿Por qué?

Porque Fox ordenó no entregar un centavo de publicidad ya que apoyaba abiertamente a Andrés Manuel López Obrador, ganador de la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal en la misma elección de 2000, y comenzó la crisis que tendría su clímax en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, quien no sólo mantuvo el veto sino que lo intensificó hasta que, ahogado en deudas, cerró en 2009.

Algo como lo sucedido con Fox podría pasar con los medios de comunicación ahora, si es que los 100 millones de posibles votantes deciden participar el 2 de junio próximo y echar a Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y a López Obrador, por haber destrozado al país en sólo cinco años y nueve meses.

Y a propósito del PAN, de Fox y de Calderón

Xóchitl Gálvez Ruiz sabe que tiene que echar toda la carne al asador, porque su adversaria, Claudia Sheinbaum Pardo, tiene todo el aparato de Estado a favor.

Por eso decidió dar todo el poder a Maximiliano Cortázar, quien fuera jefe de prensa de Felipe Calderón Hinojosa y artífice de su triunfo en 2006 ante el porro de Tabasco, López Obrador, y relegar a Santiago Creel.

El proyecto de Gálvez va muy bien y pasa por impedir la mayoría de Morena y rémoras en las Cámaras de Senadores y Diputados, así como ganar el gobierno de la CDMX y, al menos, tres  gubernaturas de las nueve que están en disputa.

Vámonos:

La buena: ya abrió la nueva feria de Chapultepec, llamada Parque Aztlán.

La mala: es cara. Los adultos pagan un pase de 625 pesos y los niños uno de 365.

Haga cuentas en una familia de cuatro integrantes.

Y hay que sumar el consumo de botanas, bebidas y alimentos.

Y eso que “primero los pobres”.

Por AL PE

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