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¡Ouch! Qué bonito se veía que tres meses en que había menos de 25 homicidios en la capital, pero el que se celebren estas cifras, solo hace que la malandreada haga de las suyas.
Ah, la gloriosa estadística que nos hace sentir tranquilos: “menos de 25 homicidios en tres meses”. ¡Qué logro! Una cifra para presumir en las reuniones, en los boletines oficiales, incluso para presumir en redes… mientras afuera, la ciudad sigue siendo un parque temático de la violencia. Pero, claro, celebrar estos números parece más un brindis en un barco que se hunde lentamente.
Porque apenas estamos a 9 de septiembre y la macabra racha ya superó los 10 asesinatos. Sí, leyeron bien: diez tragedias que no caben en un informe de prensa bonito. Entre ellas, la muerte violenta de una mujer a plena luz del día en la colonia Nuevo Triunfo, que desafía cualquier intento de “sensación de seguridad” que las autoridades quieran vender.
Y mientras tanto, nuestro querido comisario Julio Salas parece jugar a las escondidas con la realidad. Tal vez la estrategia sea ignorar el problema hasta que se convierta en un titular internacional, porque a este ritmo, controlar la ciudad es más una aspiración que una realidad. Pero no se preocupen, al menos tenemos las estadísticas… para presumirlas en la sala de juntas.
Ah, la ironía de vivir en un lugar donde celebrar cifras bajas de homicidios es el equivalente a aplaudir porque el Titanic solo se hundió un poquito menos rápido que la última vez.
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En Chihuahua, el bacheo se ha convertido en una rutina tan cotidiana que la administración municipal parece presentarlo como un gran logro, como si tapar hoyos fuera una obra maestra de infraestructura. Lejos de implementar un plan estratégico para pavimentar o repavimentar calles de manera integral, el gobierno local se jacta diariamente de los baches que cubre, como si estos parches efímeros transformaran la ciudad. Sin embargo, lo que se observa en las vialidades son bordos improvisados, saltos y parches que no resuelven el problema de fondo. Lo que alguna vez fue una medida emergente ahora parece formar parte de la planeación anual del municipio, una estrategia que dista de ser ambiciosa y que no ataca el deterioro evidente de la infraestructura urbana, dejando a los ciudadanos con una sensación de abandono y promesas vacías.
Un ejemplo claro de esta desatención es la calle 16, en su cruce con la Melhor Guaspe, una vía que, a pesar de los intentos de bacheo, sigue siendo un desastre y que estaría mejor como terracería. Esta situación refleja un olvido sistemático del sureste de la ciudad, donde las obras brillan por su ausencia y el mantenimiento básico, como podar los camellones, parece un lujo olvidado. Las colonias que alguna vez dieron vida a la capital del estado ahora son relegadas, con calles que no solo carecen de pavimento digno, sino de la atención mínima que merecen. Mientras el municipio celebra el bacheo como un trofeo, los habitantes de estas zonas se enfrentan a la realidad de una ciudad que no prioriza su bienestar ni su desarrollo.
La alcaldesa de Satévo, Norma Muñoz Anchondo, salió al paso para desmentir categóricamente su supuesta asistencia al informe de la senadora Andrea Chávez, un evento que, lejos de cumplir con las expectativas de la ciudadanía, se percibió más como una pasarela política que como un ejercicio de rendición de cuentas. Muñoz Anchondo, orgullosamente panista, aclaró: “No asistí a su informe, además yo a ella no la conozco”, desmarcándose de cualquier vínculo con la senadora y poniendo en entredicho las menciones que la colocaban en el evento. Este desmentido no solo evidencia las imprecisiones en torno al informe, sino que resalta la creciente desconfianza hacia un acto que, en lugar de mostrar resultados concretos, pareció priorizar la exhibición política sobre las necesidades reales de la población.
El informe-mitín de Chávez, que pretendía ser un escaparate de logros, ha comenzado a desmoronarse bajo el escrutinio de quienes, como Muñoz Anchondo, rechazan ser parte de una narrativa que no refleja la realidad. La ciudadanía esperaba un balance claro y medible, pero lo que recibió fue un evento más cercano al espectáculo que a la transparencia, donde las ausencias y las declaraciones desmentidas empiezan a opacar cualquier intento de proyectar avances. Este episodio en Satévo no solo cuestiona la credibilidad del informe, sino que pone en la mira la desconexión entre los discursos políticos y las demandas de una sociedad que exige hechos, no pasarelas.
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